EL MOVIMIENTO MILITAR DEL 4 DE JUNIO
DE 1943
1.
LOS PROLEGÓMONOS
El presidente
Roberto M. Ortiz se presentaba, como un dirigente liberal, inclinado hacia los
aliados, con una interpretación matizada de la neutralidad, y con una franca
decisión de favorecer la "legalidad democrática". Eso condujo a los
nacionalistas a la crítica, pues al antiimperialismo británico de figuras tales
como los hermanos Rodolfo u Julio Irazusta, Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini
Ortiz se habían sumado ya el antiimperialismo norteamericano de los seguidores
de Manuel Ugarte y Raúl Haya de la Torre[i]
que formaban parte de F.O.R.J.A. –Fuerza de Orientación Radical de la Juventud Argentina-.
Por un lado, el nacionalismo era antinorteamericano neutralista -aunque esta
vez el neutralismo era en sentido opuesto al del presidente favorable al Eje-
porque las potencias del Eje luchaban contra la democracia y el comunismo,
porque la neutralidad consistía en una tradición coincidente con modelos como el de Francisco
Franco en España o armonizaba con los aspectos más destacados de la política
exterior de Hipólito Yrigoyen.
En las
Fuerzas Armadas -especialmente en el Ejército- predominaba una actitud
favorable a Alemania que se debía a varios factores concurrentes: la admiración
profesional hacia la disciplina y la eficacia de la Wermarch. Debe
recordarse la presencia de los expertos militares alemanes en la modernización
del ejército argentino, y tenerse presente el entrenamiento de buena parte de
los oficiales superiores en Alemania. A ese factor profesional deben añadirse
la influencia ideológica del nacionalismo de derecha y la creencia en que la
derrota británica podía convenir a los intereses argentinos en el campo
económico.
Mientras los argentinos dividían
ostensiblemente sus simpatías y la tensión de la guerra ganaba sentimientos y
trincheras ideológicas, la posición del presidente era razonablemente firme,
aunque la situación europea introducía factores que tendían a complicarla. Pero
la enfermedad de Ortiz hizo crisis en julio de 1940 y el día 3 de ese mes se
vio precisado a delegar el poder en el vicepresidente.
A partir de ese momento, se puso
de manifiesto que la situación de
relativo equilibrio que en medio de las presiones mantenía el gobierno
nacional, había dependido del presidente.
En septiembre
de 1940, cuando Castillo se hizo cargo de la presidencia por delegación de
Ortiz y designó al nuevo gabinete, su posición era débil. Eso explica la
transitoria formación de un gabinete ministerial satisfactorio, al mismo
tiempo, para el radicalismo y para la "Concordancia" de Justo. La
coalición pretendía recobrar el apoyo de derecha, sin enajenarse la del
radicalismo antipersonalista que había acompañado a Ortiz.
Pero, la verdadera intención de
Castillo era ganar tiempo, reforzar su posición y mantener la neutralidad
argentina impidiendo que cayese en la esfera de influencia norteamericana. En
todo caso, seguiría una línea de restauración conservadora tanto o más rígida
que la Justo ,
con apoyo del nacionalismo y contra toda posibilidad de retorno radical. Por
otro lado, Castillo no estaba dispuesto a permitir el retorno a la presidencia
de Justo, por lo tanto comenzó a debilitar los apoyos del general – ingeniero
dentro del Ejército, desplazando a los mandos que le eran adictos por militares
nacionalistas.
Las
elecciones en Santa Fe y en Mendoza, en diciembre de 1940 y enero de 1941,
demostraron un retorno al fraude de como sistema político y provocaron el
alejamiento del sector más liberal de la "Concordancia" simbolizado
por la renuncia de los ministros Pinedo y Roca en protesta por el fraude.
Hacia fines de 1941 el gobierno de
Castillo se estaba debilitando. El presidente debió implantar el estado de
sitio y cerrar el Consejo Deliberante por presiones militares, que consideraban
a esta institución un centro de corrupción donde imperaban los “negociados”. Entre los radicales, que aún protestaban
contra el fraude electoral, había partidarios de conseguir apoyo militar para
un golpe democrático. Con la deserción del ala liberal de la "Concordancia"
el Gobierno ya no era una reunión de notables, sino una herramienta de los
conservadores del interior, como Castillo, y de figuras ultramontanas como Ruiz
Guiñazú. Incapaz de superar la oposición del Congreso, Castillo recurrió a
gobernar por decreto, usando el ataque japonés contra Pearl Harbor como pretexto
para establecer el estado de sitio y para tomar medidas policiales contra los
disidentes. Pero la autoridad de Castillo estaba decayendo. Al no tener
capacidad de maniobra política para frenar la oposición y ampliar su base de
apoyo, el presidente se vio obligado a depender de la buena voluntad de los
militares, e intentar conseguir el apoyo de los generales mediante contactos
personales y pródigos banquetes.
Castillo recibió un inesperado
alivio a su situación en 1942, debido a que ese año murieron, con diferencia de
tres meses, Alvear y Ortiz, y antes de terminar el año Julio A. Roca, hijo. La U.C .R. se quedaba sin un líder
nacional -pues el liderazgo de Amadeo Sabattini en Córdoba no abría de alcanzar
nunca proyección nacional- y en las fuerzas armadas rivalizaban tres
tendencias: la "justista",
la "nacionalista"
y la "profesionalista".
Pero, muy pronto el propio general Justo habría de salir del escenario cuando
el 11 de enero de 1943 un inesperado derrame cerebral terminase con su vida.
El 17 de febrero
de 1943, mientras las potencias del Eje iban siendo derrotadas y el panorama
internacional prometía traer complicaciones a la política exterior argentina,
el doctor Castillo cumpliendo con sus compromisos políticos anunciaba la
candidatura presidencial del senador salteño Robustiano Patrón Costas, un
poderoso industrial azucarero, líder indiscutido de los conservadores el
interior del país. La fórmula oficialista del Partido Demócrata Nacional se
completaba con un representante del radicalismo antipersonalista de Santa Fe,
el doctor Manuel Iriondo.
La
candidatura de Patrón Costas provocó más malestar que sorpresas. Su plantación
azucarera “San
Martín del Tabacal”, presentada por sus seguidores como modelo del
paternalismo capitalista, estaba asociada, en la opinión pública, con un
estereotipo de terratenientes “a la latinoamericana”, explotadores y
señores de orca y cuchillo. En este y otros obrajes las compañías pagaban a los
trabajadores con vales solo canjeables ante el almacén de ramos generales propiedad
de la misma empresa donde los precios eran elevados y los productos de calidad
inferior. También se cuestionaban las condiciones de vida y de trabajo de los
peones, tal como retratara Horacio Quiroga en su relato “El mensú”.
Patrón Costas
era un hombre muy rico. Siendo muy joven heredó una gran fortuna y en vez de
malgastarla como hicieron otros hombres de su generación, como el célebre
Fabián Gómez y Anchorena[ii],
se dedicó a incrementarla. Al mismo tiempo que construía un importante emporio
agroindustrial trabajando y viviendo en plena selva salteña encontraba los
medios para intervenir en la política de su tiempo.
En 1914
participó en la fundación del Partido Demócrata Progresista. Fue el primer
gobernador de Salta electo con aplicación de la Ley Sáenz Peña. Senador
en las décadas del veinte y del treinta, presidió el primer Comité nacional del
Partido Demócrata Nacional y desempeño un papel protagónico en la formación de la Concordancia y en los
comicios de 1931. Tenía importantes apoyos dentro de las filas conservadoras,
en especial en Córdoba y en Mendoza, contando con el firme apoyo del presidente
del Partido Demócrata nacional, el senador mendocino Gilberto Suárez Lago.[iii]
Las ideas
políticas de Patrón Costas eran más bien escasas y estaban al lado de los
Aliados, pero sin perder las buenas relaciones con la embajada alemana. También
estaba claro que apoyaba sin restricciones las prácticas fraudulentas en las
elecciones. Mientras en el periódico que él financiaba se reflejaba su opinión
contraria al voto secreto de los jornaleros de “El Tabacal”, el candidato defendía
métodos electorales fraudulentos atacando “un fraude mucho más perniciosos que el otro:
las actividades demagógicas de los partidos que engañan al pueblo con falsas
promesas”. La candidatura de Patrón Costas era absolutamente inaceptable
para la mayoría de los argentinos.[iv]
No obstante, la oposición carecía de líderes manifiestos y de fuerzas para
neutralizar la maquinaria electoral oficialista. El presidente Castillo no
parecía temer demasiado a la interferencia militar. Sin embargo, el candidato
oficialista convocaba a la oposición de los nacionalistas y de los oficiales
proaliados y, naturalmente, de los radicales y socialistas. En marzo de 1943,
mientras tanto, se había constituido formalmente la logia militar cuyo papel
sería decisivo, en los sucesos críticos del 3 y 4 de junio de ese año: el G.O.U
-Grupo Obra de Unificación, tal como parece ser la traducción más acertada de
esas siglas. Compuesta en su mayoría por oficiales jóvenes -mayores y tenientes
coroneles- su ideología se reducía a cierto número de ideas fuerza:
nacionalismo, catolicismo, profesionalismo, anticomunismo, soberanía económica,
etc.
El detonante
del movimiento militar del 4 de junio fue el intento por parte del presidente
Ramón S. Castillo de desprenderse de su ministro de Guerra, general Pedro Pablo
Ramírez -a quien atribuía la intención de aceptar la candidatura presidencial
de la Unión Cívica
Radical-. Pero las verdaderas motivaciones son más profundas y deben buscarse
en el estado de ánimo imperante en las fuerzas armadas por esos años. El
Ejército no temía tanto que el gobierno tomara partido en el conflicto mundial,
sino que consideraba que la precaria situación interna y externa de la nación
requería una conducción política más eficiente de la que parecía auspiciar el
conservador Patrón Costas.
Al mismo
tiempo otros factores de carácter profesional, vinculados a la defensa
nacional, contribuyeron a movilizar políticamente a las fuerzas armadas hacia
el año 1943: la rápida obsolescencia del material bélico disponible frente a
los cambios tecnológicos incorporados por la guerra europea. El escaso realismo
de la política exterior argentina que había cerrado las puertas al
reequipamiento en los Estados Unidos y en especial a los beneficios del sistema
de "Préstamo
y Arriendo" del material bélico, en tanto que Brasil -el siempre
temido rival- lo aprovechaba para convertirse en la primera potencia militar de
América del Sur. La dependencia industrial del país como producto de su papel
primario - exportador en la división internacional del trabajo, que se hacía
sentir sobre la capacidad militar del mismo. La mala distribución del producto
bruto que originaba la existencia de grandes sectores de la población carentes
de una adecuada alimentación y asistencia médica, afectando considerablemente
el potencial humano de la nación. Por último, el aparente avance de los
movimientos políticos de izquierda -especialmente el Partido Comunista- que les
hacía temer por el frente interno en una contienda. Todo llevaba, pues, a que
el nudo gordiano del régimen fuera cortado por la espada.
2.
LOS MIGRANTES INTERNOS
En el aspecto
demográfico se inició una profunda transformación de la sociedad argentina. La
corriente inmigratoria proveniente de ultramar se fue reduciendo en forma
notoria. También los índices de natalidad descendieron en gran medida, de modo
que las cifras de población aumentaron muy poco. Hasta 1930 la inmigración neta
desde Europa arrojaba un promedio anual de 88.000 personas, lo que contribuía
al incremento de mano de obra en la Argentina. En la década siguiente bajó a 7.300
por año, y a 5.500 entre 1940 y 1946. Por esa época, los europeos constituían
la mayor parte de la población que trabajaba en la industria y los servicios
-En 1914, eran entre el cincuenta y setenta por ciento de los trabajadores que
desempeñaban estas actividades-.
La
consolidación numérica de la población no fue acompañada por una transformación
de las estructuras demográficas regionales. Pues a partir de ese momento se
inicia un éxodo de la población rural que se establece en los cinturones que
rodean a las principales ciudades -Gran Buenos Aires, Gran Rosario, etc.- Entre
los años 1943 y 1946, las cifras de migración interna se aproximan a las de los
años récord de la inmigración de ultramar.
En cuanto al origen de estos
migrantes, muchos de ellos provenían de las zonas cerealeras donde a la crisis
económica se sumaban los tradicionales problemas derivados de las formas de
tenencia de la tierra y, desde 1938, la declinación de la agricultura en favor
de la ganadería. Las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos
y La Pampa
aportaron el cincuenta por ciento de los migrantes. Sin embargo los emigrados
de las primeras cuatro provincias no representaban en relación con los
nacimientos en las mismas, un porcentaje superior al total del país, y por otra
parte, ellas también recibían inmigrantes de otras provincias en proporciones
importantes. En cambio, un territorio exclusivamente agrícola - ganadero como La Pampa vio emigrar un treinta
y siete por ciento de sus nativos sin que los migrantes que recibió de otras
provincias representaran más de un tercio de esa cantidad.
Peor era la situación de las
provincias pobres, crónicamente estancadas, con altos porcentajes de
emigración: San Luis (35%), La
Rioja (42%), Catamarca (31%), Corrientes (28%), Santiago del
Estero (26%); no compensados por cifras importantes de migrantes.
Un tercer
grupo lo constituían aquellas provincias cuyas economías regionales sufrían
también los efectos de la crisis -Mendoza, San Juan, Tucumán y Chaco- porque si
bien eran abandonadas por parte de sus nativos, atraían en cambio a emigrantes
de las provincias vecinas más pobres.
En cuanto al punto de llegada de
este flujo de migrantes eran, como ya se dijo, sobre todo las ciudades -la
población urbana aumentó del cincuenta y tres al sesenta y dos por ciento entre
los censos de 1914 y 1947- y principalmente la Capital Federal y
su periferia. La Capital
y la provincia de Buenos Aires ya reunían en 1935, el cincuenta y nueve por
ciento de los establecimientos industriales del país, con un setenta y uno por
ciento de la fuerza motriz y un sesenta y cinco de las inversiones. Si tenemos
en cuenta que los partidos que rodean a la capital representaban más de un
setenta por ciento de la fuerza motriz, el personal ocupado y la producción
industrial de la provincia, veremos hasta que punto había llegado ya la
concentración de la industria en lo que se llamaría luego el Gran Buenos
Aires. Sumemos a esta creciente
actividad en construcciones, las obras públicas, las mejoras en materia de
transporte, etc., y entenderemos fácilmente que haya sido el principal centro
de atracción para los inmigrantes del interior, reuniendo el sesenta y cinco
por ciento de los mismos.
El
crecimiento de este conglomerado, que llegaría a nuclear el veintinueve por
ciento de la población del país en el año 1947, tuvo un ritmo de 66.000 nuevos
habitantes por año entre 1914 y 1936; 85.000 entre ese año y 1943; 142.000
entre 1943 y 1947, ritmo que estuvo sostenido después de 1930 fundamentalmente
por la llegada de migrantes del interior -8.000, 72.000 y 117.000 por año en
los períodos mencionados-. No es extraño, entonces, que el porcentaje de
nativos del interior del país sobre un total de la población aumentara en la Capital Federal
del 9% en 1914 al 15% en 1936 y al 32% en 1947, mientras que el de los
extranjeros bajaba del 49% al 36% y 27% respectivamente.
En la
provincia de Buenos Aires, el porcentaje de nativos del interior sobre la población
real era en el año 1947 de 22, pero subía considerablemente en los partidos
recientemente industrializados del conurbano: San Martín (45%), Avellaneda
(34%) y Lanús (33%). Del mismo modo, mientras que el crecimiento anual medio
para cada mil habitantes fue para toda la provincia de veintiuno entre 1914 y
1947, la tasa supera a cuarenta en San Martín y la Matanza , y a los treinta
en Avellaneda, Esteban Echeverría, General Sarmiento, Morón, Quilmes y San
Isidro. Es así como en el conjunto del Gran Buenos Aires, los migrantes
internos constituían un veintiocho por ciento de la población entre 1943 y un
treinta y siete por ciento en 1947.[v]
Estos migrantes internos era gente
cuya situación previa se caracterizaba por un estilo de vida y experiencia
laboral no industriales y menos modernos, tanto en el sector agrícola como en
el no agrícola. De esta manera se continuó y se intensificó la tendencia ya
existente a la concentración urbana y el desequilibrio demográfico regional.
Parte de los
nuevos componentes de la población urbana encontró ocupación en las flamantes
ramas de la industria y un porcentaje nada despreciable fue absorbido por el
sector servicios públicos, en rápida expansión. Con la incorporación de los
recién llegados al proceso de producción en las ciudades se constituyó un
amplio sector popular compuesto por obreros y empleados de baja categoría.
Se inició así
un vasto proceso de hibridación en donde los obreros urbanos preexistentes se
mezclaron con migrantes internos. En el año 1947, entre la mitad y el setenta
por ciento del movimiento obrero estaba constituido por obreros nuevos. Este
reemplazo de los antiguos sectores trabajadores significó otra transformación
profunda de la sociedad argentina. Debido a la doble concentración geográfica y
ocupacional -en los sectores obreros- de la inmigración argentina en las
grandes ciudades y las actividades más modernas, los migrantes provinieron de
aquellas áreas menos modificadas por la inmigración europea masiva y que, en
consecuencia, había preservado en mayor medida la cultura original previa al
aluvión migratorio. La
Argentina Aluvial , en cambio, había surgido del gran crisol
cultural y étnico creado por la inmigración internacional. El componente
criollo de los nuevos sectores trabajadores fue tan prominente que produjo la
aparición de un estereotipo: el “cabecita negra”[vi],
mote despectivo que recibió de los miembros de la elite y aún de los
trabajadores urbanos pertenecientes a los sectores medios de origen europeo.
La
“caricaturística” porteña, recoge a los recién llegados con el tipo del “chino”
o del “tape”: lengue y chambergo de compadrito, ojos aindiados, bigote corto,
cayendo sobre la comisura de los labios.[vii]
El “cabecita”o“grasa” como también se lo
denominaría, más tarde sería sinónimo
del peronista. Como todo estereotipo, poseía grandes distorsiones, pero también
una fuerte base de realidad. Fue reconocido por todos: los sectores populares y
los estratos medios, los peronistas y los antiperonistas, sí bien con
realidades emocionales opuestas. Para los nacionalistas y parte del peronismo
se transformaría en el símbolo del retorno a la auténtica Argentina y su
triunfo sobre ese Buenos Aires y Litoral tan extranjeros y cosmopolitas. Para
los integrantes de la elite tradicional y antiguos adherentes al estilo de los
notables significó la vuelta a la “barbarie”
del siglo XIX que supuestamente había desaparecido con el aluvión migratorio.
Para ellos los progresos de inmigración europea eran ahora sepultados por un “aluvión
zoológico” como desafortunadamente lo denominara un legislador radical.
José Luis
Romero destaca este proceso en "Latinoamérica: las ciudades y las ideas"
señalando que: "Prolíficos en sus lugares de origen, los inmigrantes
lo siguieron siendo en las ciudades en las que se fijaron y donde constituyeron
un conjunto agregado, perdido en la complejidad de la sociedad tradicional. Una
vez instalados, siguieron aumentando en número. Familias numerosas se
arracimaban en los antiguos barrios pobres o en las zonas marginales de las ciudades,
acaso agrupadas por afinidades de origen los de un mismo pueblo o una misma
región. Y a medida que el grupo crecía, su presencia se hacía más visible y
alertaba acerca del fenómeno demográfico que se estaba produciendo. Si alguno
de los inmigrantes salía de su gueto y aparecía en otro barrio, llamaba la
atención de la sociedad tradicional y merecía un calificativo especial: era el
peladito de la ciudad de México o el cabecita negra de Buenos Aires”.[viii]
Los migrantes internos comenzaron a llegar en
forma masiva a la ciudad de Buenos Aires a partir de 1930. En la década de 1940
constituían una verdadera legión, y comenzaban a cambiarle el rostro a la gran
metrópoli del Plata. Tal como los inmigrantes europeos habían hecho a partir de
1880. La élite y los estratos medios urbanos vivieron este proceso primero con
sorpresa y más tarde con una combinación de temor y rechazo, tal como nos
describe Julio Cortazar en su cuento “Casa Tomada”.
Los recién llegados pronto establecieron sus
reales en la zona de Palermo. El espacio urbano que circundaba la Plaza Italia y el
Jardín Zoológico comenzó a albergar pizzerías y sus más famosos “bailongos”[ix]como
el “Parque Norte” o la “Enramada”. Empleadas domésticas y soldados conscriptos
formaban el contingente principal de quienes intentaban a adaptarse a la nueva
vida, y reproducían en la vieja plaza, bajo los cascos del caballo de
Garibaldi, la “vuelta al perro” de sus pueblos.[x]
Pronto los migrantes internos comenzaron a
hacerse visibles desempeñando tareas como las de guarda de tranvías o mozos de
bares y cafés. Porque el migrante interno no podía obtener los codiciados
empleos típicos de la clase media. Su avanzada fueron las mucamas, las
empleadas domésticas que los hacendados solían importar de sus estancias. La
industrialización los ubicó luego en las nacientes fábricas. Allí podían ganar
más que un empleado administrativo, pero no gozaban de prestigio social.
En la sociedad argentina de esos años, las
tareas de mayor status aparecían asociadas a la utilización de saco y corbata,
a las labores que no implicaran el deterioro de las manos y que no fatigaran el
cuerpo en el esfuerzo físico.
Aquellos migrantes que no pudieron o no
desearon incorporarse al proletariado fabril, consiguieron ocupación en el
sector servicios: como mozos, porteros, transportistas, etc. Las menos
afortunadas fueron las muchachas santiagüeñas o correntinas que en la pieza de
conventillo pasaron de “Margarita” a “Margot”. Ellas reemplazaron en la
profesión más antigua del mundo a las “cocottes” francesas y polacas.
Los porteños comenzaron a encontrar nuevos
rostros desempeñando este tipo de labores. Las “Ramonas” o “Cándidas” gallegas
se fueron extinguiendo y sólo el humor genial de Nini Marshall mantuvo su
vigencia en el imaginario popular por un breve tiempo más.
En un país
tan llamativamente libre de prejuicios étnicos, este estereotipo adquirió peso
emocional debido a su contenido político e ideológico, desaparecido en el
período post-peronista, en los años sesenta y setenta, con la aparición de un peronismo de los
sectores medios, las alianzas ideológicas y los cambios culturales de la
sociedad. No obstante, en este período reforzó los efectos traumáticos del
desplazamiento estructural con una crisis de inclusión dentro de la sociedad
nacional de un sector hasta entonces marginado. En realidad fue una etapa de
consolidación más en el proceso de construcción nacional: la fusión de la Argentina Criolla
-o lo que de ella quedaba- con la Argentina Aluvial. La cultura argentina fue
modificada por la incorporación de los restos de la sociedad criolla y los
recién llegados fueron rápidamente absorbidos por un nuevo crisol y la cultura
nacional renovada.
Los mismos procesos de fusión y
absorción se produjeron con los rasgos divergentes en la vida política del
país. Resultaba previsible que, en algún momento, los mismos tomarían
conciencia de su poder y exigirían una mayor participación en el producto
social y en el proceso de toma de decisiones sociales y políticas. Cuando se
arribe a esa situación, la expresión de esos sectores ser el estilo
peronista.[xi]
3.
EL LIDERAZGO PERONISTA
Las fuerzas armadas, después de la
exitosa culminación del golpe de Estado, se vieron en posesión del supremo
poder político del país, sin poder determinar exactamente los procedimientos a
implementar para solucionar los problemas, que a su juicio, afectaban a la Nación. Las primeras
proclamas del gobierno militar estaban concebidas en un enfático tono
nacionalista, pero poco decían acerca de sus planes políticos concretos, salvo
en materia de desarrollo industrial.
Muchos militares sabían que la
condición principal para alcanzar la grandeza nacional era la existencia de una
base industrial. Sin industria, sin siderurgia, sin petróleo, no habría
Argentina grande. Si bien puede decirse que el gobierno militar no condujo el
proceso de industrialización, concretó algunas iniciativas interesantes para
estimularlo: creó el banco de Crédito Industrial, dictó medidas para el fomento
y defensa de la industria, promovió las fabricaciones militares, se preocupó
por la formación de aprendices y técnicos, estableció una Secretaría de Estado
específica e instauró el Día de la Industria. Lo demás corrió por cuenta de los
empresarios argentinos, de su ingenio, su espíritu de aventura y su optimismo,
y por supuesto, de la guerra.“Lo importante –dice Luna- no es tanto el saldo
que quedó en términos estadísticos –que fue mucho- sino la conciencia que dejó
afirmada en el país. Se había roto un viejo tabú cuidadosamente alimentado por
las clases dirigentes vinculadas a la
producción agropecuaria. Ahora resultaba que los argentinos no solamente sabían
producir carne y cereales sino que también podían fabricar, pasablemente
bien, telas, productos químicos,
manufacturas de toda clase, partos para el hogar, accesorios para automóviles,
camiones y tractores, elementos ferroviarios. Fue una conciencia que contribuyó a hacer más sólida la nueva
visión del hombre argentino sobre su país; el país que diez años antes miraba
la cara de la desocupación, la ‘mishiadura’ y la crisis, y ahora desbordaba de
actividad, trabajo e iniciativa, en una euforia pocas veces conocida”.[xii]
Después del 4 de junio de 1943 las fuerzas armadas carecían de un plan político
y de un líder que asumiera la responsabilidad de su ejecución, o sea, de un
dirigente en quien delegar la representación política del movimiento. Y, lo más
importante, les quedaba por elaborar una metodología capaz de concertar el
apoyo de las restantes fuerzas políticas hacia el logro de sus objetivos de
gobierno. La necesidad de resolver con rapidez y eficacia esos tres problemas
desencadenó un proceso de selección dentro de las fuerzas armadas. En ese
proceso el coronel Juan Domingo Perón se destacó como el oficial con mayor
talento político, entre los que competían por el poder y no tardó en
convertirse en figura dominante dentro del gobierno militar.
4. PERFIL BIOGRÁFICO
DE JUAN D. PERÓN
a. Los primeros años
Existen muchas
biografías de Juan Domingo Perón. Desde la elaborada por su biógrafo oficial
Enrique Pavón Pereyra, por autores más recientes como Horacio Vázquez-Rial y
hasta la escrita por autores extranjeros como el norteamericano Joseph Page.
Ninguna está completa. Difícilmente pueda elaborarse una biografía más o menos
exacta de Perón. Entre las muchas actividades que Perón realizó a lo largo de
su vida se cuenta la de historiador. En consecuencia poseía un sentido de la
historia más desarrollado que otras personalidades y mostraba una mayor
preocupación por como sería recordado.
Este sentido de la historia lo llevó a tratar de ocultar o distorsionar
aquellos datos y hechos que no servían para forjar la imagen que él deseaba
dejar a las futuras generaciones.
En consecuencia, los
testimonios de Perón sobre su propia familia o los hechos que protagonizó no
son confiables. Perón solía distorsionar los hechos para asignarse un mayor
protagonismo o simplemente más méritos. Sus seguidores conociendo la verdad en
muchos casos prefirieron ocultarla. Su intensión fue engrandecer la mítica
figura del hombre que fundó el mayor movimiento político de la Argentina en el siglo
XX. En tanto que los enemigos de Perón, también distorsionaron su imagen y
muchos hechos de su vida. Claro que su intención era demonizarlo.
De todas formas este
libro no trata específicamente sobre Perón sino sobre el peronismo. De todas
formas es necesario realizar una breve reseña biográfica de Perón para
comprender mejor como sus rasgos personales impactaron en la estructura de la
fuerza política que fundó.
Comencemos por señalar
que, Perón no se sentía orgulloso de su origen familiar. Incluso, después de la
muerte de su padre, parece no haber mantenido mayores contactos con su madre y
su hermano. Esto dificulta rastrear los primero años de su vida.
La primera duda o
polémica surge con respecto al lugar y la fecha del nacimiento de Juan Perón.[xiii]
El dato oficial consignado en su legajo militar indica que Perón nació el 8 de
octubre de 1895 en la localidad de Lobos. Según otros testimonios el nacimiento
real se habría producido en la ciudad de Roque Perez, Partido de Saladillo el 7
de octubre de 1893.
A que se deben las
discrepancias en las fechas. Posiblemente a que sus padres Juana Sosa Toledo y
Mario Tomás Perón Dutey no se encontraban casados al momento del nacimiento de
sus dos hijos: Mario Avelino y Juan Domingo. Por lo tanto, los niños habrían
sido anotados por la madre únicamente con el apellido Sosa. Posteriormente,
quizás debido a la intervención de su abuela paterna Dominga Dutey los niños
fueron inscriptos como “hijos naturales” –tal la denominación que se daba en
ese entonces a los hijos extramatrimoniales-. El año 1895 corresponde a la
fecha de su inscripción como Juan Domingo Perón, cuando contaba con dos años de
edad. Los padres de Perón no se casaron hasta el 20 de septiembre de 1901
cuando sus hijos tengan más de diez años de edad. También debido a la
intervención de Dominga Dutey.
La segunda cuestión en
debate es el origen “indígena” de Perón. Según una versión Juana Sosa Toledo
era una mujer india. Pero, debemos preguntarnos qué era ser indio en la Argentina de 1890.
Indudablemente el concepto de “indio o indígena” no era de carácter étnico sino
cultural.
Aclarados estos dos
aspectos podemos seguir analizando los primeros años de vida de Perón. En 1904,
los niños Mario Avelino y Juan Domingo se trasladaron desde Chubut, en la Patagonia donde vivían
sus padres desde 1901 a
la ciudad de Buenos Aires. Al parecer la abuela Dominga Dutey estaba preocupada
por el futuro de sus nietos y pidió a su hijo Mario Tomás que los enviara a su
casa donde recibirían una adecuada educación que no estaba a su alcance en la Patagonia.
Al conocer ese hecho no
podemos menos que imaginarnos cual habrá sido el impacto en la personalidad de
esos niños el abandonar a sus padres y la vida en la inmensidad de la Patagonia para
trasladarse a una gran ciudad y vivir con una abuela, tías y primos a quienes
no conocían. Seguramente, también habrá sido muy duro para Juana y Mario Tomás
dejar partir a sus hijos sabiendo que no los verían por años. En esa época el
viaje entre Chubut y Buenos Aires se realizaba por mar, era largo y difícil.
Por ese entonces, las
tías de Juan D. Perón, Vicente y Baldomero, que eran maestras. Dirigían en su
propia vivienda una escuela denominada “Parroquia Catedral del Norte”, situada
en la calle San Martín 458 de la Capital
Federal. Los niños Perón comenzaron sus estudios en ese
establecimiento, pero después pasaron a la escuela “Parroquial de la Merced ” en la calle Cuyo
1251. En marzo de 1906, Juan Domingo ingresó como medio pupilo al “Colegio
Internacional de Olivos”, situado en esa localidad bonaerense.
Sin embargo, cuando
Juan D. Perón ingresó al Colegio Militar de la Nación , en 1910, presentó
constancias de haber cursado estudios primarios en el “Colegio Internacional de
Olivos” y secundarios –hasta el tercer año- en el “Colegio Internacional
Politécnico” de Buenos Aires, sito en la calle Cangallo 2311.
Perón, no presentó su
partida de nacimiento sino una constancia de extravíos de la misma. Para ser
admitido como cadete debió ocultar su condición de “hijo natural”.
Como cadete, el joven
Perón completó sus estudios sin mayores inconvenientes en diciembre de 1913.
Egreso del Colegio Militar de la
Nación con el grado de subteniente del arma de Infantería.
Ocupaba el orden de mérito número 27 de su arma y el número 43 entre los 110
subtenientes que componían su promoción.[xiv]
El orden de mérito
situaba a Perón en la mitad de su promoción. Normalmente, su carrera en el
Ejército no debería haber sido muy exitosa. Especialmente por que no pertenecía
a una familia de militares, carecía de fortuna personal y de contactos
políticos. Otro, en sus mismas condiciones difícilmente alcanzaría la jerarquía
de “general de la Nación ”.
Pero, tal como veremos nada en la vida de Perón era común.
Mientras el subteniente
Juan D. Perón iniciaba su vida como oficial del Ejército, su familia se
arraigaba en la Patagonia. En1913, a su solicitud, el
gobierno del Territorio Nacional de Patagonia, concedió a Mario Tomás Perón la
propiedad de un predio de diez mil hectáreas donde fundó la estancia “La Porteña ”. Este establecimiento continúa
siendo propiedad de los descendientes de Mario Tomás Perón.
En 1925, debido a los
problemas de salud de Mario Tomás Perón, él y su esposa se trasladaron a la
ciudad de Buenos Aires. El matrimonio Perón residió en el barrio de Florés
hasta el 1928. Ese año falleció Mario Tomás, Juana Sosa y su hijo Mario Avelino
Perón retornaron a la estancia La Porteña.
Mientras sus padres
fundaban en Chubut, la estancia la
Porteña , el joven Juan D. Perón desarrollaba su carrera
militar ascendiendo con normalidad. En 1915 se convirtió en “teniente”, en
1919, en “teniente 1°”; y en 1924 ascendió a “capitán”.
Después de un destacada
desempeño como cursante en la Escuela
Superior de Guerra obtuvo, el 26 de enero de 1929 –Boletín
Oficial, Expediente 10910-, el preciado diploma de “Oficial de Estado Mayor”.
Al parecer fue precisamente su desempeño como oficial cursante en la Escuela Superior de Guerra el
hecho que marca un antes y un después en
la carrera militar de Perón. Allí se gana el respeto intelectual de sus
superiores y camaradas de armas. A su egreso obtiene destinos militares de
mayor importancia.
También cambió su vida.
Estos son los años de mayor crecimiento personal de Perón, en los que demuestra
que no es un oficial más del Ejército. A los 31 años, permaneciendo soltero
Perón no podía esperar mucho de su futuro militar. En el Ejército de esa época
los oficiales solteros no eran bien considerados e incluso nunca ascendían más
allá de la jerarquía de teniente coronel. Por lo tanto, si Perón aspiraba a
progresar en su carrera debía casarse. Así se lo recomendó su amigo y superior
de ese entonces el Teniente Coronel Bartolomé Descalzó, quien se desempeñaba en
ese momento como profesor de “Estudio del Terreno” en la Escuela Superior de Guerra.
Poco después, conoce,
al parecer en un baile, a quien sería su primera esposa. Aurelia Tizón, una
joven maestra de poco más de veinte años. Aurelia, a quien familiarmente
denominaban “Potota”[xv],
era la sexta hija de un matrimonio de clase media del barrio de Flores. Su
padre, Cipriano Tizón, tenía un estudio fotográfico y era militante de la Unión Cívica Radical y amigo
del mítico puntero Julián Sacerni Jiménez.[xvi]
El noviazgo entre Juan
Domingo y Aurelia trascurrió normalmente. Después de un año de duelo por la
muerte de Mario Tomás Perón (1927) la pareja contrajo matrimonio, el 5 de enero
de 1929, en la Iglesia Castrense
Nuestra Señora de Luján. En el matrimonio civil el testigo de Perón fue su
amigo Bartolomé Descalzo. Los recién casados se instalaron en el barrio porteño
de Flores. Alquilaron una vivienda en la calle Eleodoro Lobos 1453.
El primer matrimonio de
Perón duró casi diez años. El 10 de septiembre de 1938, Aurelia Tizón de Perón
falleció en la Capital Federal
víctima de un fulminante cáncer de útero. La pareja no tuvo hijos.
b. Perón como escritor
Es una época muy
fructífera para Perón, estabilizado en su matrimonio, ocupando un importante cargo, sirve en el
Estado Mayor General de Ejército, como ayudante del Subjefe “B” coronel
Francisco Fasola Castaño. Es la oportunidad propicia para que retome su pasión
por la escritura, la historia militar y la estrategia.
Al parecer los primeros
escritos de Perón fueron comedias teatrales: “Silvino Abrojo” (1920) y “El
detective de la máscara negra” (1920). En 1923 tradujo un “Reglamento de
Gimnasia” del alemán. En 1925 publicó un opúsculo sobre “Moral militar”
destinado a los aspirante de la
Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. En 1928 publicó en la Revista Militar un artículo
titulado “Campañas del Alto Perú”. Para sus alumnos de la cátedra de Historia
Militar de la Escuela Superior
de Guerra publicó en la
Biblioteca del Oficial del Círculo Militar tres libros: “El
frente oriental de la Guerra Mundial
de 1914 - 1918” ,
publicado en 1932 con una introducción del coronel Juan Luicio Cernadas.
“Apuntes de historia militar”, un año más tarde y un estudio en dos tomos sobre
“La guerra ruso – japonesa” en 1934.
Entre el 5 y 14 de
julio de 1936 se realizó, en Buenos Aires, el Segundo Congreso Internacional de
Historia de América. Perón envió una comunicación histórica titulada “La idea
estratégica y la idea operativa de San Martín en la Campaña de los Andes”. En
el año 1938, la Academia Nacional
de la Historia
incluyó este trabajo en el boletín correspondiente al Tomo IV de su
publicación.[xvii]
Pero su interés como
escritor no se reducía a la historia militar.
Después de participar en el golpe de Estado de 1930, escribió a pedido
del teniente coronel Sarobe, “Lo que yo ví de la preparación de la revolución y
de la revolución misma”. En 1934 publicó una “Memoria geográfica sintética del
territorio nacional del Neuquén”. En 1935, el mayor Perón publicó “Toponimia
patagónica de etimología araucana”, en un boletín del Ministerio de
Agricultura.
Perón siguió
escribiendo a lo largo de toda su vida. El 23 de agosto de 1937, siendo Agregado
Militar en Chile envió un “Memorando al Estado Mayor General sobre Política
Internacional”.
En 1939, junto al
Coronel Enrique L Rottjer, publicó en la Biblioteca del Oficial, el libro “Las operaciones
militares en 1870” .
En esta obra analiza la Guerra Franco
Prusiana. En abril de 1942 publica en la Revista Militar un artículo
titulado “Comandos de Montaña”.
Entre enero y marzo de
1943 publicó un trabajo sobre “La situación internacional argentina. El 4 de
junio de 1943, escribió junto al teniente coronel Miguel A. Montes escribió la
proclama del golpe de Estado.
Después de iniciar su
carrera política en octubre de 1943 escribió innumerables discursos, artículos,
conferencias y libros. Tan sólo podemos citar algunos de sus libros. En 1944,
por ejemplo, publicó una recopilación de sus discursos como secretario de
Trabajo y Previsión con el título de “El pueblo quiere saber de que se trata”.
Más tarde, siendo presidente de la
Nación publicó: “Conducción Política” y “La comunidad
organizada”. Bajo el título de “Política y Estrategia”, publicó un conjunto de
artículos aparecidos durante su
presidencia en el diario “Democracia”, que escribió empleando el seudónimo de
“Descartes”. Después de su derrocamiento en 1955, mantuvo una frondosa
correspondencia -que el mismo escribía en una máquina de escribir portátil
marca Olivetti Letrera-, con diversas personalidades, como sus delegados
personales: John W. Cooke y el mayor Alberte, y otros interlocutores. Además
publicó “La realidad de un año de tiranía”,
“La fuerza es el derecho de las bestias”, “Tres revoluciones”,
“Latinoamérica: ahora o nunca”, “La hora de los pueblos”, etc.
c. El golpe de Estado de 1930
Mientras Perón
desarrollaba su pasión como escritor y cada día era más respetado dentro del Ejército
corrían tiempos difíciles. El mundo comenzaba a entrar en la “Gran Depresión”.
Un periodo de crisis económica que derribó gobiernos y permitió el acceso al
poder a los movimientos fascistas. En Argentina, el gobierno radical del
anciano caudillo Hipólito Irigoyen no se mostraba a la altura de las
circunstancias.
Fue entonces cuando los
militares comenzaron a conspirar. Dos grupos complotaban contra el gobierno
radical. Los nacionalistas, encabezados por el Teniente General ® José Félix
Uriburu (1868 – 1932). Un miembro de la élite tradicional, más político que
militar. Participó de la
Revolución del Parque. Edecán militar de su tío, el
presidente José Evaristo Uriburu (1894 -1898); interrumpió su carrera militar
para cumplir un mandato como diputado por la provincia de Salta por el Partido
Unión Provincial de Salta. Pasó algunos años en Alemania antes y durante la Primera Guerra Mundial. Allí
cultivó la amistad del Alto Mando Alemán y adquirió gran admiración por la
organización y el sistema militar germano. Sus amigos y colegas alemanes le
dieron el apodo afectuoso de “Von Pepe”.[xviii]
Para comprender las
ideas que llevaron a Uriburu a encabezar el golpe de Estado del 6 de septiembre
de 1930 nada mejor que un fragmento de su disertación del 15 de diciembre de 1930, a los alumnos de la Escuela Superior de Guerra. En
ella dice el presidente de facto: […] “En nuestro país nos embriagamos hablando
a cada momento de la democracia, y la democracia aquí y la democracia allá. La
democracia la definió Aristóteles diciendo que era el gobierno de los más
ejercido por los mejores. La diferencia está justamente en hacer que lo
ejerciten los mejores, es decir, aquellos elementos más capacitados para
dirigir la nave y manejar el timón. Eso es difícil que suceda en todo país en
que, como en el nuestro, hay un sesenta por ciento de analfabetos, de lo que
resulta claro y evidente, sin tergiversación posible, que ese sesenta por
ciento de analfabetos es el que gobierna al país, porque en elecciones legales
son mayoría.”
[…] “Antes, por
ejemplo, nos asustábamos porque ciertos caudillos políticos compraban votos,
pero esos caudillos se rascaban el bolsillo y compraban los votos con su
dinero. Después vino esa santa ley que hoy tenemos y el medio de comprar los
votos es hacer que los paguemos todos con una sola ley: la del salario mínimo,
en la que se han consultado las necesidades de los obreros de Buenos Aires, y
no la de los obreros de la Rioja
o Catamarca y se ha aumentado en cien millones el presupuesto de gastos de la Nación. ¿Por qué? Porque
los partidos políticos así lo resolvieron y no hubo una sola fracción política
en las cámaras del Congreso que no estuviera dispuesta a decir: ‘yo doy más’. Y
naturalmente el que tenía la sartén por el mando, que era el Gobierno, fue el
que dio más. Se hace así la compra de votos con una ley totalmente
electoralista que cuesta cien millones de pesos a todos los contribuyentes del
país.”[xix]
Además del grupo de
conspiradores encabezado por Uriburu, otros militares se disponían a derribar al
presidente constitucional. Este sector agrupaba a militares de ideas liberales
e incluso radicales del sector antipersonalista o antiirigoyenista. El líder de
este grupo era el general e ingeniero Agustín P. Justo. Un militar de vocación
intelectual amante de la botánica y coleccionista de libros. A este sector se
incorporó inicialmente el capitán Perón. Pero, como a último momento el general
Justo desistió de encabezar el levantamiento, Perón se sumó a las fuerzas que
comandadas por Uriburu protagonizaron el primer golpe de Estado exitoso de la Argentina.
De su participación
efectiva en las acciones del 6 de septiembre de 1930, el propio Juan D. Perón
escribió el relato que hemos mencionado a pedido del entonces teniente coronel
Sarobe. Veamos los párrafos más destacados del mismo.
“En los últimos días
del mes de junio de 1930, se presentó en mi despacho del Estado Mayor General
del Ejército, donde servía yo, el mayor Ángel Solari, viejo y querido amigo
mío. Los comentarios generales en esos días eran alrededor de los ascensos
acordados por el P.E. y las innumerables enormidades que como función de
gobierno, imponía en todas partes de la República. Ya se comentaba sin
mesura alguna y se criticaba abiertamente los actos del gobierno depuesto el 6
de septiembre.”
“El mayor Solari
conocía mis opiniones al respecto e indudablemente no entró con rodeos sino que
se limitó a decirme: ‘Yo no aguanto más. Ha llegado el momento de hacer algo.
El general Uriburu está con intenciones de organizar un movimiento armado’. Y
me preguntó: ‘¿Vos no estás comprometido con nadie?’. “Absolutamente”, le
contesté. ‘Entonces, contamos con vos”, me recalcó. ‘Sí’, le contesté, ‘pero es
necesario saber antes qué se proponen’. Ante esta contestación mía, me dijo que
esa misma noche nos reuniríamos con el general Uriburu”.
Después de la reunión
con Uriburu la impresión de Perón sobre la preparación del golpe de Estado fue
la siguiente: […] “La reunión se había
prolongado por espacio de cinco horas y siendo las tres de la mañana, salimos a
la calle con el espíritu tranquilo, pero con profundos pensamientos sobre la
cuestión. Yo pensaba que el general Uriburu era el hombre que siempre conocí,
un perfecto caballero y hombre de bien, hasta conspirando. Veía en él a un
hombre puro, bien inspirado y decidido a jugarse en la última etapa, la cara
más brava de su vida. Pensé que era un hombre de los que necesitábamos, pero él
solo no representaba toda la acción que colectivamente iríamos a realizar. Era
necesario en mi concepto ver que los hombres más allegados a él fueran tan
puros y decentes como él. Y confieso que en mis tribulaciones, llegué a
convencerme de la necesidad de buscar a otros, pues los que estaban más junto a
él, no llenaban las condiciones que yo atribuía necesarias a esos colaboradores.”
Sobre su participación
directa en los acontecimientos golpistas del 6 de septiembre, Perón hace el
siguiente relato: Primero menciona que concurrió junto con Teniente Coronel
Descalzo a la Escuela Superior
de Guerra y desde allí se trasladó al Regimiento de Granaderos a Caballo donde
si bien fracasó en su intento de sublevar la totalidad del regimiento, logró
sumar al levantamiento a dos escuadrones de Granaderos en camiones. También
obtuvieron dos auto - ametralladora. Sarobe se hizo cargo de la conducción de
uno y Perón del otro. Veamos el relato de las acciones que siguieron en las
palabras del propio Perón:
“Yo me tomé uno de los
autos blindados y me encontré con un suboficial que había sido aspirante de mi
Compañía en la Escuela
de Suboficiales. Le di orden de partir y salimos. Los dos escuadrones de
Granaderos que estaban dentro del cuartel salieron en camiones. En el otro
automóvil blindado iba el Tcnl. Descalzo. Escoltamos con los dos a los camiones
en que conducíamos a los Oficiales y la tropa. El del Tcnl. adelante, el mío
detrás de la columna. Puestos en marcha revisé la dotación de ametralladoras y
munición, tenía cuatro ametralladoras y doce bandas completas.”
“El camión que iba a la
cola de la columna empezó a ratear y marchaba despacio. Debido al intenso
tráfico que había en la Avenida Alvear ,
y a la distancia que había tomado, se perdió de la columna; nuestro auto
blindado, como consecuencia siguió su camino. Ordené entonces dirigirse a la Casa de Gobierno por el Paseo
Colón.”
“Cuando llegamos a la Casa Rosada ,
flameaba en ésta un mantel, como bandera de parlamento. El pueblo que en esos
momentos empezaba a reunirse, en enorme cantidad, estaba agolpado en las
puertas del palacio. Como era de suponer hizo irrupción e invadió toda la casa
en un instante a los gritos de ‘viva la Patria ’, ‘muera el peludo’ …, ‘se acabó’, etc.
Cuando llegaba mi automóvil blindado a la explanada de Rivadavia y 25 de Mayo
en el balcón del primer piso había numerosos ciudadanos que tenían un busto de
mármol blanco y que lo lanzaron a la calle donde se rompió en pedazos, uno de
los cuales me entregó un ciudadano que me dijo ‘Tome mi Capitán, guárdelo de
recuerdo, que mientras la patria tenga soldados como Ustedes no entra ningún
peludo más a esta casa’. Yo lo guardé y lo tengo como recuerdo en mi poder”.
“Adivinaba los desmanes que ese populacho ensorberbecido estaría
haciendo en el interior del palacio. Entré con tres soldados del automóvil
blindado que estaban desarmados y entre los cuatro desalojamos lo más que
pudimos a la gente. Puse guardia en todas las puertas con la misión de dejar
salir pero no entrar.”
“Recuerdo un episodio gracioso que me ocurrió en una de las puertas. Un
ciudadano salía gritando: “Viva la revolución” y llevaba una bandera argentina
arrollada debajo de un brazo. Lo detuve en la puerta y le dije qué hacía. Me
contestó: “llevó una bandera para los muchachos, mi Oficial”. Pero aquello no
era solo una bandera según se podía apreciar. Se la quité y el hombre
desapareció entre aquel maremagno de personas. Dentro de la bandera había una
máquina de escribir.”
“En una de las escaleras me encontré con el Capitán Sauglas, que bajaba,
me comunicó que en el despacho presidencial se encontraba el Doctor Martínez;
que quería renunciar y no tenía a quien entregar la renuncia.”
“Salí de la casa y sentí ruido de los disparos de cañón en dirección al
Congreso. Subí al auto blindado y ordené ‘Al Congreso’. En el viaje cargamos
las ametralladoras y ocupamos cada uno su puesto. Por la Avenida de Mayo no se
podía andar sino muy despacio, si no se quería atropellar a la gente que la
cubría totalmente. Sin embargo llegamos a la plaza del Congreso lo más rápido
que pudimos. Ya había cesado el fuego. Hice una pasada por frente al Congreso y
en ese momento los cadetes entraban al palacio por las puertas del frente.”
“Busqué al general Uriburu por varias partes y me dijeron algunos que se
había retirado herido, otros que se había marchado a la casa de Gobierno, en
fin, las más variadas versiones. Sólo encontré al coronel Juan Pistarini, que
estaba en la Plaza
del Congreso. Lo subí al auto y lo llevé a la Casa de Gobierno. Una vez en ella, supe que ya
había llegado el general Uriburu. Comprendí entonces que el peligro ya no
estaba alli adentro, sino en la defensa de la casa. Hable con el Tcnl Descalzo
que en ese momento llegaba con el otro automóvil y nos propusimos hacer guardia
y dar la seguridad necesaria contra cualquier evento.”[xx]
Aunque Perón nunca lo mencionó en su relato sobre los sucesos del 6 de
septiembre, existe una fotografía que lo muestra subido al estribo del
automóvil que conducía al general Uriburu.[xxi]
La participación de
Perón en el golpe de Estado no le proporcionó ninguna ventaja personal. No
obtuvo ni cargos políticos ni mejoras en su destino militar. Por el contrario,
entre abril y mayo de 1931 fue trasladado a la frontera con Bolivia para
participar de una comisión “reservada” demarcadora de límites entre Argentina,
Bolivia y Paraguay. Aunque ascendió normalmente a mayor en diciembre de 1930.
El desplazamiento de
Perón a una “comisión reservada” poco relevante en plena selva del chaco
salteño, una zona inhóspita en el norte
del país, fue parte de una puja entre militares nacionalistas y liberales. Es
decir, entre partidarios de Uriburu y partidarios de Justo. Según consigna
Robert Potash, unas seis semanas después de la instalación del gobierno de
Uriburu, se relevo al Tcnl Descalzo de su cargo de profesor en la Escuela Superior de Guerra y se
lo destinó al remoto distrito militar de Formosa; y poco después Sarobe estaba
a bordo de un barco, enviado como agregado militar a la Embajada de Japón.
Además, media docena de coroneles y tenientes coroneles a quienes los
uriburistas consideraban peligrosos para sus planes fueron destinados a cargos
similares, que equivalían a una forma de exilio diplomático.
Los pases militares se
publicaron en el boletín Militar, N° 8.607, del 14 de octubre de 1930, y el N°
8617, del 25 de octubre de 1930. Este último decreto también destinaba a los
coroneles Ricardo Miró, Carlos Casanova, Guillermo Valotta, Florencio Campos,
Avelino Álvarez, a los tenientes coroneles Pedro Pablo Ramírez, Juan Tonazzi,
Armando Verdaguer y al mayor Ángel Solari a los cargos de agregados militares
en los Estados Unidos, Brasil, Francia, Bélgica, Gran Bretaña, Italia, Uruguay,
Paraguay y Chile, respectivamente. Casanova, Valotta y Campos se habían
mantenido leales a Irigoyen en 1930; Tonazzi y Sarobe eran conocidos
partidarios de Justo. Otro ejemplo de que las revoluciones devoran a sus hijos.[xxii]
Mientras Perón deambula
por la frontera norte del país, Uriburu se ve forzado a llamar a elecciones
presidenciales. El nuevo presidente constitucional era nada más ni nada menos
que su rival militar: el general Agustín P. Justo.
Proscripto el radicalismo
una coalición de radicales antipersonalistas, conservadores y socialistas
independientes encumbró al general – ingeniero en el sillón de Rivadavia. Los
militares adictos a Justo recobraron su influencia de la mano del Ministro de
Guerra, el prestigioso general Manuel A. Rodríguez.
A comienzos de 1932, Perón estaba de regreso en Buenos Aires, esta vez
para desempeñarse como Ayudante de Campo del Ministro de Guerra. Al mismo
tiempo cumple funciones como profesor de Historia Militar en la Escuela Superior de Guerra.
La carrera militar de Perón continuaba en ascenso. En 1935 se lo designa
como Agregado Militar en la Embajada
Argentina en Chile y el 31 de diciembre de 1936 fue ascendido
a teniente coronel. Sin embargo, en su pasó por Chile se produjo el único
incidente cuestionable de su legajo militar.
d. Perón y Lonardi espías en Chile
A Perón no le agradaba
viajar en avión y lo evitaba cuando le era posible. Por otra parte, cruzar la
cordillera de los Andes, con aviones de 1936 no era una cosa sencilla. Es
posiblemente por ello que eligió trasladarse a su nuevo destino por vía
terrestre.
A diferencia de los
vuelos en avión que siempre lo ponían nervioso, a Perón le gustaba conducir su
automóvil. En esa época era propietario de una voiturette Packard de color rojo, un vehículo deportivo muy de
moda.[xxiii]
El matrimonio Perón –
Tizón arribó a Santiago de Chile sin tropiezos. En esos días gobernaba el país
trasandino Arturo Alessandri Palma del Partido Liberal. Era su tercera
presidencia.
Entre las tareas que
normalmente cumple un agregado militar esta la de reunir información sobre el
país donde esta acreditado. En especial información de carácter o con valor
militar.
Perón se abocó con
entusiasmo a cumplir con esta parte de sus nuevas funciones. Contando con el
prestigio de su status diplomático, Perón comenzó a establecer una red de
contactos personales directa o indirectamente relacionados con el ambiente
castrense local.
En ese entonces, Perón
era un historiador militar de prestigio en los ambientes militares no sólo de
Argentina sino también de Chile. Es por ello que fue invitado a disertar ante
los oficiales de la guarnición de Santiago en la Escuela de Guerra. El
título de su exposición fue: “Tannenberg – Operaciones en el frente oriental”.
El expositor fue presentado por el director de la Escuela de Guerra de
Chile, general Ramón Díaz Díaz.
Perón desarrollaba las tareas su papel protocolar y diplomático sin
descuidar sus misiones militares. En ese entonces la Agregaduría Militar
contaba con dos agentes. Uno de ellos era Carlos Leopoldo Haniez, un ex oficial
del Ejército con buenos contactos en el ambiente castrense trasandino. El otro
era un argentino, Diego Alejandro Arzeno, representante en Chile de Artistas
Unidos, el cual contaba con un pequeño laboratorio fotográfico.
Perón le encargó a sus
agentes reunir información sobre el plan de movilización de Chile en caso de
guerra con la Argentina
y sobre las últimas maniobras militares del Ejército chileno.
Siguiendo instrucciones
de Perón, Haniez comenzó a buscar oficiales chilenos que tuvieran acceso a esa
información. Así entró en contacto con dos de sus antiguos compañeros de la Escuela Militar que ahora
revistaban en el Estado Mayor del Ejército y por lo tanto podían tener acceso a
los planes de movilización chileno. Se trataba de los capitanes Gerardo Llabaca
Figueroa y Oscar Soriano Besoaín.
El capitán Gerardo
Llabaca Figueroa era un jugador empedernido. Haniez, tras observar sus
continuas pérdidas en el Casino de Viña del Mar, decidió abordarlo y proponerle
un negocio. Traicionar a su país a cambio de dinero.
Pero, el oficial
chileno era una persona de honor. Sorprendido con la propuesta, fingió aceptar
y rápidamente informó de la propuesta al Jefe del Estado Mayor del Ejército,
general Carlos Fuentes Rabbé. Los militares chilenos decidieron tender una
trampa al imprudente agregado militar argentino.
Haniez, coordinó una
reunión entre Llabaca y Soriano –a quien el primero había sumado al complot-
con Perón. La reunión tuvo lugar en la Agregaduría Militar
argentina. Según las autoridades militares chilenas, en esa ocasión Perón
habría mostrado interés por conocer el Plan de Movilización en la
Zona Norte. A cambio habría ofrecido 75.000
pesos chilenos por el Plan de Movilización y 25.000 pesos por otras
informaciones.
Para que Perón se
confiara y cometiera algún error los chilenos habrían entregado alguna
información que el Agregado Militar remitió a Buenos Aires.
En ese momento
intervino la providencia que salva a algunos y pierde a otros. Perón cumplió su
período como agregado militar y recibió a su reemplazante: el mayor Eduardo
Lonardi.
Según los
procedimientos habituales en el relevo de un agregado militar, el oficial
saliente y entrante se superpusieron durante aproximadamente dos meses. Es el
período de adaptación que se otorga al nuevo agregado para recibir las
novedades y para que el oficial saliente presente a las autoridades locales y a
sus contactos a su reemplazante.
Durante ese periodo,
Perón impuso a Lonardi de la operación de espionaje en marcha. Ambos oficiales
se reunieron con Haniez y Arzeno.
Luego Perón partió y
Lonardi se dispuso a completar la operación. El 2 de abril, a las 13.30 hs.,
tras arduas conversaciones con Haniez y Lonardi, el capitán Soriano entregó la
información requerida. Claro está que se trataba de información falsa producida
expresamente por la contrainteligencia chilena.
La entrega se produjo
en el departamento 311 de Pasaje Matte, en pleno centro a un costado de la Plaza de Armas de Santiago.
En el lugar Arzeno procedió a fotografiar los documentos. Luego envió a su
mujer, Ana María Cormack, abuscar el dinero para pagar a Soriano. Pero al salir
del departamento la mujer fue detenida por la policía chilena. Un instante
después, más miembros de la
Policía de Investigaciones irrumpieron en la vivienda
deteniendo a lo[xxiv]s espías argentinos.
Los argentinos fueron inicialmente conducidos a la Penitenciaría de
Santiago. Lonardi fue rápidamente liberado debido a que, como todo agregado
militar, gozaba de inmunidad diplomática. Pero, el presidente Arturo Alessandri
Palma lo declaró “persona no grata” y dispuso su inmediata expulsión del
territorio chileno.[xxv]
La causa judicial abierta en los tribunales militares, llevó el número
952, y se la caratuló “Venta frustrada de documentos reservados”. Los cómplices
de Lonardi fueron condenados por el juez militar Jorge Bari, con intervención
del Auditor del Ejército, Dr. Hernán Santa Cruz, y por el Secretario Dr. L.
Ramírez. Los chilenos Carlos Alejandro Haniez y Diego Alejandro Arzeno fueron
condenados a diez y cinco años de prisión respectivamente.
Sobre lo que ocurrió
después hay dos versiones pero ninguna pertenece directamente a los
protagonistas del hecho. Según Robert Potash, a quien también reproduce Féliz
Luna en “Perón y su tiempo”: “El episodio estuvo a punto de interrumpir la
carrera militar de Lonardi, pero se le permitió continuar en parte merced a la
intercesión de su amigo y condiscípulo Benjamín Rattembach, que estaba
relacionado con el ministro de Guerra, general Marquez.[xxvi]
Veamos cual es la
versión de Lonardi, en palabras de su hija Marta, quien curiosamente también
proporciona una interesante descripción del matrimonio Perón – Tizón, a los
ojos de una niña: “Lo había demostrado (Perón) en un sonado asunto que urdió y
dirigió cuando desempeñaba el cargo de agregado militar de la embajada
argentina en Santiago de Chile. En 1936 Lonardi fue nombrado para sustituir a
Perón en esas funciones y con el cargo heredó la misión de terminar una
operación secreta. El plan ya urdido, en pleno desarrollo, presentaba a juicio
de Lonardi puntos muy frágiles. Perón rechazó los fundados reparos y ordenó,
invocando disposiciones de la superioridad, que se cumpliera estrictamente el
plan trazado. Sucedió lo previsible, la operación fracasó.”
“En el sumario militar
que se instruyó en la
Argentina , por disposición del entonces ministro de Guerra,
Perón declaró exactamente lo contrario,
o sea que Lonardi se había apartado de sus precisas instrucciones en el sentido de que en ningún caso debía
recibir los documentos en juego en otro lugar que no fuera la sede de la
embajada.”
“El disgusto enfermó
seriamente a mi padre, que perdió veinte kilos de peso por una grave úlcera
estomacal. Sufrió arresto y salvó su carrera militar por su brillante foja de
servicios, siendo destinado a un cargo sin relevancia en la guarnición de
Paraná. Perón, en cambio, tuvo como destino la agregaduría militar de la
embajada argentina en Italia. Desde entonces, como se ve, se mostró habilidoso
en el manejo de la mentira en su propio beneficio. Nunca reparó en los medios,
lo importante era el fin buscado, cayera quien cayera. Sobre esto dio acabadas
pruebas a lo largo de su vida política y no vale la pena traer los numerosos
ejemplos que se podrían dar, pero recuerden los pocos memoriosos cuando afirmó,
en 1943, que se cortaría la mano antes de firmar la ruptura de relaciones
diplomáticas con las naciones del Eje, lo que no impidió que afirmara, después,
la ruptura en un acto en que aparece con su estereotipada sonrisa, según
fotografías publicadas en la época.”
[…] “Durante los pocos
días que Lonardi y Perón estuvieron juntos en Chile, la vinculación fue muy
cordial, de recíproco respeto y simpatía. El departamento en que vivíamos
estaba en el mismo edificio y piso que el ocupado por Perón y su primera
esposa, María Tizón (sic.), de modo que la relación familiar también fue muy
estrecha y amistosa. Muchas veces Perón y Lonardi caminaron juntos por las
calles de Santiago acompañados de María y mi madre; muchas veces los ví unidos
en amable tertulia. Veinte años después iban a estar frente a frente, en lados
opuestos, en circunstancias decisivas para la suerte de la Patria ”.
e. Perón en Europa
Después de una exitosa
gestión como agregado militar en Chile, aguardaba a Perón una dura prueba en
Argentina. Por un lado, la enfermedad y muerte de su esposa, Aurelia Tizón. Por
el otro, el escándalo y sumario militar que ocasionó la detención de Lonardi
cuando llevaba a cabo una operación de inteligencia pergeñada por Perón. Sin
duda debió ser un año de prueba para Perón. Es posible que estos hechos hallan
sido considerados por el ministro de Guerra Carlos T. Márquez cuando designó a
Perón para una nueva misión en el extranjero. Esta vez el destino fue Italia.
Se ha especulado mucho
sobre cual fue la verdadera función que cumplió Perón en Europa. Oficialmente
fue a capacitarse como instructor de tropas de montaña. En los últimos años de
la década de 1930 era evidente para muchos que se avecinaba una nueva guerra en
Europa. También era evidente que el nuevo conflicto no se circunscribiría al
Viejo Continente. Era natural que los altos mandos del Ejército Argentino
mostrara interés por conocer con exactitud como se preparaban para la nueva
contienda los militares europeos. Esto explica por qué, al estallar la Segunda Guerra Mundial, en
septiembre de 1939, se encontraban en Europa tantos y tan talentosos oficiales
del Ejército. Cumpliendo diversas misiones militares se encontraban en Europa
los vicecomodoros Pérez Aquino y Roberto Bonelli, los coroneles Sosa Molina,
Berotollo, Solis, Cazalas, los tenientes coroneles Virginio Zucal, Enrique P.
González, Campero, etc.
Recordemos que, siendo
agregado militar en Chile, Perón había remitido a sus superiores en el
ministerio de Guerra un extenso informe titulado: “Memorando al Estado Mayor
General sobre política internacional”. Posiblemente, este informe haya influido
en la decisión de enviarlo a recibir datos e informes de primera mano sobre la
situación internacional que tan certeramente había descripto desde Chile.
Al mismo tiempo, en los
ambientes estratégicos se consideraba que en la próxima contienda, las tropas
especializadas, tales como los paracaidistas y las tropas de montaña estaban
llamadas a desempeñar operaciones cada vez más importantes. Tal como
efectivamente ocurrió.
Debido a que la Argentina poseía
extensas fronteras en zona de montaña, los militares argentinos mostraron un
especial interés por la creación de tropas especialmente instruidas para
combatir en esos difíciles escenarios. En ese entonces, las tropas de montaña
italianas –los célebres “Alpinos”- eran consideradas de las mejores del mundo.
La decisión adoptada por el general Marquéz era muy racional y lógica. Quién
mejor para aprender de los Alpinos que un joven teniente coronel experto en
esquí y alpinismo, quien además era profesor de estrategia e historia militar.
Cualquiera haya sido la
auténtica razón por la cual se designó a Perón para cumplir una misión en
Italia a comienzos de la Segunda Guerra
Mundial. Lo cierto es que fue el hombre indicado en el lugar y en el momento
indicado. Perón no desaprovechó esa oportunidad dorada para aprender como
funcionaba el mundo.
En Europa, Perón no
sólo pudo conocer como preparar soldados para luchar en las montañas.
Fundamentalmente, conoció y apreció como se construía una alianza de gobierno
entre una burguesía industrialista y sectores obreros con el Estado como
árbitro. Como la lucha de clases podía morigerarse con una alianza de clases.
Aprendió también sobre el empleo de la propaganda política: los actos de masas,
el uso de la radio, la iconografía, los afiches y hasta el culto a la
personalidad. Es indudable que el peronismo, entre 1946 y 1955, empleó una
metodología para conquistar y mantener el poder directamente emparentada con la
empleada por Benito Mussolini y el fascismo en Italia.
El mayor mérito de
Perón no fue reconocer la importancia de esta metodología sino saberla traducir
y adaptar a la mentalidad de los argentinos y a las propias características de
su personalidad. Allí radica precisamente la genialidad de Perón.
El 17 de febrero de 1939, a tan sólo cuatro
meses de la muerte de su esposa, Perón se embarcó en el buque Conte Grande
rumbo a Italia. Al arribar a la península, el gobierno fascista lo designó como
agregado al Comando de la División Alpina
“Tridentina”, acantonada en Merano, provincia de Balzano, situada en pleno
Tirol, cuyo comando ejercía el general Santolito. Perón intervino en los cursos
de adiestramiento y en las maniobras que la División Tridentina
efectuó en la zona del río Po. Cuando la División Tridentina
fue desmovilizada pasó con igual cargo a la División de Infantería de Montaña “Pinerolo”.
Durante seis meses se incorporó al Regimiento 14, al Batallón “Ducca degli
Abruzzi”, con residencia en Chietti, en los Abruzaos. Luego pasó a la “Scuola
Centrale Militare d’Alpinismo d’Aosta, en los alrededores de Ivrea, en la
región del Piamonte.
Perón aprovecho su
estadía para visitar la Europa
en guerra. Viajó por Alemania, Francia, Hungría, Albania, España y Portugal.
También visitó el Vaticano donde, junto a otros militares argentinos, fue
recibido en audiencia privada por el papa Pío XII.
Para retornar a la Argentina , debido a que
Italia se encontraba en guerra y los ingleses dominaban el mar, debió
trasladarse primero a España y desde allí al neutral Portugal. Desde Lisboa
embarcó en el buque de bandera portuguesa “Serpa Pinto” hasta Río de Janeiro y
desde allí en un buque de bandera brasileña el “Brazil”. Concluido su periplo
arribó a Buenos Aires, junto a otros oficiales argentinos destinados en Europa,
el 8 de enero de 1941.
Inmediatamente, fue
destinado al Centro de Instrucción de Montaña de Mendoza en calidad de oficial
de Estado Mayor y “profesor técnico”.
El 16 de junio de 1941
es convocado a Buenos Aires para dictar una conferencia en la Academia del Estado Mayor
General de Ejército, en presencia del Inspector General de Ejército. El tema de
la conferencia fue “Observaciones recogidas en la Organización ,
Instrucción y Conducción de Tropas Alpinas”.
En los últimos meses de
1941 asume como jefe del Destacamento de Montaña de Mendoza. El 31 de diciembre
de 1941 es ascendido a coronel. Ejercera este comando muy poco tiempo debido a
que el 18 de mayo de 1942 es trasladado a la Inspección de Tropas de
Montaña, cuyo jefe era el general de brigada Edelmiro J. Farell. El asiento de la Inspección era el
ministerio de Guerra en Buenos Aires.
El 30 de junio de 1942
es nombrado Director de Cursos Especiales de Alta Montaña e Invierno cuya fase
práctica se desarrolla en la zona de Puente de Inca. Sin embargo, Perón
permanece en Buenos Aires donde lo sorprenderán los hechos de junio de 1943.
Un año más tarde, al
producirse el golpe de Estado del 4 de junio de 1943, concluye la vida militar de
Perón y comienza su vida política. Pero esa es otra historia.
2.- PERÓN VISTO POR
SUS CONTEMPORÁNEOS
a. El primer Perón
Un
testimonio curioso de la personalidad de Perón antes de que comenzara su vida
como político nos lo brinda precisamente Marta Lonardi, quien –como hemos
visto- lo conoció y trató en Chile en 1937. El testimonio de Marta Lonardi es
particularmente interesante debido a no sólo es la hija del general Eduardo
Lonardi, sino también es profesora de Historia e historiadora.
Sobre Perón dice la
profesora Lonardi: “Allá por el año 1949, mi padre asistió a una reunión de altos
mandos del Ejército convocada para escuchar una exposición del presidente Perón
sobre su política social. A su regreso a casa, durante el almuerzo familiar,
comentó con algún fastidio que Perón era el mismo de siempre, pues de la
exposición pronunciada se podía inferir claramente que ‘su justicia social’ era
un simple recurso para mantener y consolidar el poder y no un imperativo
fundado en una elevada concepción de la vida y de la dignidad del hombre. Tan
era de este modo –nos decía mi padre- que llegó a expresar que la política era
el arte de combinar intereses, por eso le quitaba algo a los patrones y se lo
daba a los ‘negros’ para tenerlos contentos. Mientras exponía estos conceptos
en el momento oportuno, Perón hacía, entre muecas y sonrisas, guiñadas de ojo
al mejor estilo de la viveza criolla.”
[…] “Uno de esos días de fugaz amistad, mi madre, le preguntó a Perón
por qué no tomaba una muchacha que ayudara a María en los quehaceres domésticos
y éste le contestó que prefería algunas incomodidades a tener ‘negras metidas
en su casa’. La respuesta tan singular revelaba una especie de repulsa hacia
los humildes y una escala de preferencias que no condice con las banderas que
levantó al llegar al poder.”
“Recuerdo
al Perón que conocí en Chile como un hombre refinado y culto, con verdadero
encanto personal, imagen que fue tan fugaz como la amistad que apareció unirlo
a mi padre. Habiéndolo conocido puedo explicarme bien la personalidad seductora
y carismática que solía exhibir. Sin duda, era un personaje singular”.[xxvii]
Al respecto de la personalidad del
coronel Juan Domingo Perón, uno de sus más acérrimos opositores políticos[xxviii],
Bonifacio del Carril, -que por ese entonces mantenía con él un trato diario-
nos brinda el siguiente perfil: “Tenía una memoria notable, especialmente para
recordar hechos y circunstancias, y para reconocer a las personas, condición
que le permitió en poco tiempo tratar y atraer a una gran cantidad de
individuos en su carrera política, partiendo literalmente de cero. Poseía una
gran facilidad de palabra, con una oratoria directa y efectiva, y cierto
ingenio para inventar o utilizar chascarrillos, dichos y apodos populares.
Decía que la mentira tenía patas cortas, pero no era demasiado respetuoso de la
verdad e improvisaba sobre cualquier cosa, con o sin conocimiento de la causa.
Se contradecía sin rubor. Era muy hábil a su manera para manejar el tono de sus
conversaciones privadas y de sus discursos públicos, según el resultado que
quería obtener. Envolvía al interlocutor, dándole la razón por anticipado para
evitar discusiones, y luego recogía el argumento y lo daba vuelta según su
intención. El fin que justifica los medios era para él una norma habitual.
Explicaba sus actitudes sosteniendo que le eran impuestas por razones ajenas a
su voluntad. En esto era cínicamente inteligente. Decidió conquistar a las
masas, comprendiendo claramente que la pretensión de hacerlo desde afuera era
vana y que, en cambio, debía identificarse con ellas, si quería conducirlas. Lo
hizo con gran habilidad, deliberada y conscientemente. En su prédica empleaba
un recurso dialéctico primario: inventaba la existencia de un adversario o una
idea contraria para tener a quien atacar y refutar como base de la
argumentación que desarrollaba. Utilizó con este fin la figura del oligarca y
después, la del contrera, palabra que inventó y define claramente esta
peculiaridad. De esta manera dividió al país.”
“La política era para Perón la lucha
por el poder, que sentía físicamente, pero no el poder formal de las
instituciones constitucionales sino el poder real de los estamentos básicos de
la estructura social: el ejército, las entidades profesionales, patronales y
obreras, la jerarquía eclesiástica. Adueñado de la fuente del poder, el dominio
de las instituciones formales resultaría una simple consecuencia. En materia
electoral repetía que los que tienen más votos vencen siempre a los que tienen
menos votos. Esta verdad de perogrullo, la necesidad de tener más votos, lo
llevó a plantear la opción electoral en términos que trascendían el simple voto
de clase de los gremios obreros. Planteó el caso en forma más amplia: el voto
de los de abajo contra el de los de arriba, porque los que están abajo
–obreros, empleados, pequeños comerciantes e industriales, profesionales- son
siempre más numerosos que los que están arriba –capitalistas, empresarios,
grandes comerciantes e industriales, banqueros-. En la democracia masiva el
voto siempre es posicional. Perón nunca olvidó este punto de partida. Quería
todo el poder, y no toleraba ninguna oposición, porque la oposición comportaba
quitarle parte del poder. Hizo imposible para disuadirla y neutralizarla, y
atraerla para anularla. El juego democrático de una mayoría gobernante y una
minoría opositora era incompatible con su modo de pensar, sentir y actuar.”
“La primera tarea que tuvo que
afrontar fue la aquiescencia y el consentimiento de sus colegas militares. Para
ello inventó o utilizó el tan mencionado G.O.U. Perón sabía cómo conducir y
manejar a sus compañeros de armas. Les hizo creer que todos eran iguales, pares
en el G.O.U...” Se transformó en jefe del G.O.U. del ejército y del
gobierno...”
b. El último Perón
En 1972 Perón
regresaba al país tras diecisiete años de un largo exilio. Pero como el río de
Parménides ni Perón ni la
Argentina eran los mismos. La Argentina era un país
más complejo afectado por una epidemia de inestabilidad y violencia política.
En tanto que Perón no era el hombre vital de sesenta años que había subido a un
hidroavión rumbo a Paraguay, sino un anciano enfermo y descarnado que sólo
viviría dieciocho meses más.
¿Acaso Perón repetiría el final de
decadencia física y política de Yrigoyen? ¿Era Perón el genial estratega
político que creían sus partidarios –en especial los más jóvenes y
radicalizados de ellos- o un anciano achacoso que solo estaba en pleno uso de
su lucidez mental unas pocas horas al día, incapaz de resistir las influencias
y presiones de su entorno íntimo, formado por su esposa y su ambiciosos
secretario privado, el astrólogo José López Rega.
Entonces la salud de Perón no sólo
era un asunto de Estado, sino que cobraba especial significación por el hecho
de que no existía dentro del peronismo ningún otro dirigente que fuera
unánimemente aceptado por los sectores
de la izquierda revolucionaria y por los grupos sindicales y de la
derecha peronista. ¿Desaparecido Perón quien sería su heredero? ¿El peronismo
se mantendría unido, se fragmentaria por la polarización entre izquierda y
derecha o ambos sectores librarían una franca y violenta lucha por la herencia
política del viejo caudillo? Resulta evidente, entonces que la salud de Perón
era el interrogante central de la ecuación política de la Argentina de ese
entonces.
Para poder determinar ese
interrogante, debemos apelar a dos testimonios, provenientes de personas que lo
trataron asiduamente por ese entonces. Uno de ellos fue un opositor acérrimo,
en tanto que el otro fue ministro de su último gobierno y su médico personal.
El primer testimonio corresponde al
Brigadier (R) Jorge Rojas Silveyra, embajador argentino en Madrid designado por
el gobierno militar del Teniente General Alejandro Agustín Lanusse. Rojas
Silveyra fue encomendado por su gobierno para llevar a cabo conversaciones y
negociaciones con Perón en Puerta de Hierro. El embajador visitó a Perón entre
el 7 de julio de 1971 y el 20 de abril de 1972. Su relato fue consignado por
Lanusse en su libro “Protagonista y Testigo. Reflexiones sobre 70 años de
nuestra historia”[xxix].
Afirma Rojas Silveyra: “Debería decir, con un poco de mala intención, y a raíz
de datos que yo tenía en el sentido de que el Señor Juan Domingo Perón no
estaba bien, busqué entrevistarme con él a distintas horas del día. Es así que
a veces iba a las 11.15, y en dos o tres ocasiones almorcé con él. Otras veces
iba a verlo por la tarde, solicitándole imprevistamente que quería tener una
entrevista, sabiendo yo que antes había tenido reuniones un poco complicadas
con cuatro o cinco personas por lo menos.”
Apunta y advierte a continuación el ex embajador, acerca de
esa situación personal de Perón:“En estas últimas ocasiones, vi que el señor
Juan Domingo Perón, después de un día un poco ajetreado o de una reunión un
poco prolongada, perdía su habilidad mental o su rapidez mental mejor dicho, y
se notaba que se le aflojaban un poco los músculos del rostro y de la boca, y dejaba
la sensación de fatiga y cansancio: creo que realmente no tenía más de dos o
tres horas bien lúcidas por día, y esto que digo yo está afirmado por Jorge
Antonio, no sé en qué revista ni en qué momento lo publicó, pero lo dijo”.
[...] Ahora–reflexiona Rojas Silveyra-quiero señalar que era
difícil llevarlo a cabo porque era un poco cambiante en sus opiniones, sobre
todo cuando estaba influenciado por López Rega y, a lo mejor también, por su
mujer la señora Isabel de Perón...” [...] “López Rega tenía evidentemente una
gran influencia sobre Perón. Cuando el Señor López Rega se encontraba ausente
de Madrid y uno iba a conversar con Juan Domingo Perón, la conversación era más
fluida, más rápida, más sincera. Al día siguiente o a los dos o tres días se
reafirmaba lo que se había conversado. En cambio, estando presente López Rega,
era evidente que Perón había cambiado, se veía netamente la influencia de López
Rega en esa segunda conversación”.
Advierte seguidamente Rojas Silveyra que el“papel asignado a
Isabel Perón es un poco difícil de definirlo, porque ella prácticamente no
aparecía nunca en el lugar donde conversábamos y era difícil que estuviera
presente, Muy pocas veces la vi, y no demostraba aparentemente tener ninguna
capacidad política ni discernimiento...”
Más adelante, agrega Rojas Silveyra: “Aparte, quiero dejar
constancia de una cosa que en su oportunidad se lo comuniqué al señor
Presidente, General Lanusse. Perón me dijo un día ‘Yo no tengo interés de ir a la Argentina a gobernar el
país; he gobernado al país en dos oportunidades, y sé cómo se debe hacer, y no
como quieren algunos de estos mocosos que me rodean, que me limite a firmar
cuatro o cinco papeles nada más. Conozco mi capacidad física mejor que mis
médicos. Si voy a ejercer el gobierno como se debe ejercer, no creo que dure
más de seis meses’ Evidentemente –digo yo- se equivocó porque duró ocho meses.
Yo creo que López Rega y los que lo rodeaban lo trajeron al señor Juan Domingo
Perón para eliminarlo, por no decir, asesinarlo políticamente y quedarse con el
poder”.
El testimonio de Rojas Silveyra es
muy contundente, aunque sus opiniones son cuestionables. El embajador atribuye
a quienes lo rodeaban la intensión de traerlo y parece olvidar que el gobierno
del cual él formaba parte era responsable –en una importante parte- del exilio
de Perón en un primer momento y el principal interesado de que líder peronista
regresara al país y desautorizara a las “formaciones especiales” del peronismo
–Montoneros, FAR, FAP y otros grupos terroristas-. Lanusse y las cúpulas
militares que lo respaldaban en el poder temían que Perón muriera en el exilio
y que sus herederos políticos fueran los grupos más radicalizados del
movimiento peronista. Sabiendo que Perón toleraba la violencia política, que se
ejercía en su nombre, tan sólo como una estrategia más para presionar a los
militares “gorilas” y retornar al poder, pero que una vez en el país, no
realizaría ninguna “revolución” y trataría de terminar con la “lucha armada”
para poder conducir no sólo a su movimiento sino también al país.
El segundo testimonio pertenece al
doctor Jorge A. Taiana, testigo de las muertes de Evita y Juan Domingo Perón,
fue quien firmó las actas de defunción de ambos. Amigo, médico, ministro y
miembro prominente del movimiento justicialista, tuvo acceso al pensamiento, la
emotividad y la voluntad del caudillo. Taiana en su libro “El último Perón”[xxx], nos brinda en siguiente
relato, sobre el entorno de Perón y sus hábitos en la última etapa de su vida:
“En muchas ocasiones se comparó el
aislamiento de Perón con el sufrido por Yrigoyen. El rumor comenzó en Madrid.
Algunas veces, tanto en Madrid como en la Argentina , por ausencia de Isabel y López Rega,
Perón comía solo durante uno, dos o tres días, como si estuviese castigado. En
este cerco de aislamiento y soledad, López Rega desempeñó un papel
preponderante. Personalidad ruda y avasalladora, dotada de un ingenio
superlativo para la intriga y para el
choque con los hombres, además de carecer por completo de solidaridad”.
“Al principio, se introdujo
subrepticiamente en el hogar, escondido entre los allegados. Mostró su
capacidad de trabajo, la diversidad de recursos de que disponía para la vida
doméstica. Desplazó lenta, matemáticamente, a secretarios, amigos y
confidentes. Muchos hombres importantes para los años de exilio de Perón, e
incluso para España, fueron dejando de visitar la quinta de Puerta de Hierro.
El dueño luchó hasta los últimos tiempos contra el cerco cada vez más alto y
más ceñido. Perón hablaba por teléfono o pedía que lo llamaran en las horas en
que su secretario estaba ausente. Se suscitaban diferencias, discusiones y
hasta verdaderas disputas. El mismo general confesó alguna vez a periodistas
españoles cómo utilizaba el aislamiento y el silencio, dejándolo sólo uno o dos
días. Hay testigos que todavía recuerdan las palabras del Brujo como estas: ‘Le
duele el estómago, General, porque usted se portó mal, es un castigo de Dios’.”
“Una mañana en Olivos, en presencia
de Isabel, le oímos quejarse del montón de visitas, tareas, firmas y
discordias. De pie, apoyado en el vano de una puerta del primer piso, recuerdo
que dijo con amargura: ‘Vuelvo a mi casa, a Puerta de Hierro’. Después de
tantos años, la quinta española 17 de Octubre era su casa y en ella le gustaba
vivir. Permanecer en la
Argentina había adquirido los síntomas de la transitoriedad.”
“Ciertas mañanas, nos anunciaban que
el Presidente estaba terminando su arreglo matutino y en pocos minutos
aparecería en el living de planta baja. Como siempre hospitalario y solícito,
ofrecía el consabido café y él solía tomar un jugo de pomelo. A veces, incluso
en nuestra presencia, encendía un cigarrillo que desaprobábamos, para apagarlo
a las pocas pitadas. Usaba la mecedora española y le encantaba conversar
acompañado de la casi imperceptible oscilación.”
“De cara a la luz, sus ojos pequeños
y acerados nos escrutaban siempre. A veces un guiño izquierdo acentuaba la
frase o pedía complicidad en la idea. Un gesto muy personal era tomarse la
cabeza con ambas manos y deslizarlas hacia atrás, arreglando el pelo. Otras,
decía acusar una leve molestia hemicraneana derecha y levantaba su índice y lo
deslizaba por la sien. En las comidas se ubicaba en la cabecera. Comía, al
menos delante nuestro, poco y dentro del régimen prescripto. Su apetito había
disminuido ostensiblemente durante 1974. El lo atribuía a los medicamentos, a
la digoxina; nosotros fundadamente le otorgábamos una distinta y más profunda
causalidad. Luego Perón nos acompañaba hasta la puerta. Salía al porche y
esperaba que partiéramos en nuestros autos. ‘Adios, doctor’, ‘Adios m’hijo’,
nos despedía, y su sonrisa mítica y la mano derecha en alto quedaba una y otra
vez como la estampa de la vieja cortesía criolla. Cuando la despedida era por
la noche, le impedíamos que transpusiera la puerta a pesar de su habitual ‘si
no hace frío’”.
Este era pues el estado físico y
mental del hombre que a los setenta y siete años se disponía a gobernar los
destinos de la Argentina
por tercera vez, en medio del más convulsionado período de su historia.
3.
PARALELO ENTRE YRIGOYEN Y PERON
Parece
importante trazar un paralelo entre Yrigoyen y Perón, en forma similar al que
oportunamente realizara el historiador Manuel Gálvez entre el líder radical y
el general Julio A. Roca. En este sentido debemos comenzar por recordar que
estos caudillos dieron origen a los dos grandes partidos políticos que en
Argentina reúnen la mayoría de las preferencias electorales: la Unión Cívica Radical
y el Partido Justicialista. Desde la aparición del peronismo como partido
político en 1945 todos los gobiernos constitucionales del país fueron
implementados por alguno de estos dos grandes partidos, ya sea en forma
independiente o conformando alianzas con otras agrupaciones políticas minoritarias[xxxi].
Así como Perón decía que en la
Argentina de su tiempo se nacía conservador o radical, desde
su aparición en la escena política nacional en nuestro país las grandes
mayorías nacionales son radicales o peronistas.
Pero las similitudes
no se agotan en este punto ambos llegaron en más de una oportunidad a la
presidencia de la nación – Perón es el único argentino electo tres veces a la
presidencia- por el voto libre de los ciudadanos. Ambos hicieron una primera
presidencia considerada como muy buena y no pudieron completar su segundo
período porque un golpe de Estado militar se lo impidió. Tras su derrocamiento
ambos debieron soportar calumnias y proscripciones. Ambos estuvieron detenidos
en la isla de Martín García. Y a su muerte fueron despedidos con dolor por el
mismo pueblo que los había amado en vida y apoyado en las urnas.
Aunque de indudable vocación democrática los dos participaron de golpes
de Estado: Yrigoyen tomó parte de la Revolución del Parque en 1890 y organizó la Revolución Radical
de 1905, en ninguno de estos casos tuvo éxito. Perón fue más afortunado en 1930
participó del derrocamiento de Yrigoyen –aunque después se arrepentiría de esta
intervención- y en 1943 fue un actor principal en el derrocamiento del gobierno
de Ramón S. Castillo.
Ambos contribuyeron a
consolidar el sistema democrático ampliando la participación política. Yrigoyen
impulso el voto secreto y a abrió la participación política a los estratos
medios. Perón estableció el voto femenino y abrió la participación a los
sectores populares. Tanto Yrigoyen como Perón fueron capaces de imponer como
sucesores a políticos menores sin ningún apoyo electoral: Marcelo T. De Alvear
y Héctor J. Campora. Ambos fueron líderes reformistas que consideraron a los
sectores del poder oligárquico como sus principales antagonistas. Hablaron
mucho de una “revolución”, pero se limitaron a introducir reformas y
correcciones a las instituciones democráticas. No obstante una cosa es evidente
y conviene reiterarla; la
Argentina no fue la misma después de su paso por el poder.
Pero, más allá de
estos aspectos que los identifican muchos otros los diferencian.
Yrigoyen era un
idealista que se guiaba por una férrea moral derivada de la filosofía
krausista. Aunque se enriqueció con su esfuerzo y trabajo en la actividad
privada murió pobre en medio de la mayor austeridad y pobreza. Era un hombre
recto que por sobre todo honraba su palabra y que consideraba que un apretón de
manos era suficiente para sellar un compromiso.
El líder radical era circunspecto e introvertido, le gustaba rodearse de
un aura de misterio, jamás habló en público y su oratoria era pobre y compleja.
Compensaba sus deficiencias como orador con un particular magnetismo personal
que imponía en los contactos directos cara a cara con sus interlocutores.
Sabemos que curso estudios universitarios y que fue profesor de filosofía. Pero
sus alumnos lo recordaban como un mal profesor, no dejó ningún libro escrito,
odiaba mantener correspondencia y los textos de sus discursos y escritos son de
escaso valor literario, ideológico o político. Como se ha dicho anteriormente,
nunca salió del país, ni mostró interés por los adelantos científicos, más bien
tenía cierto rechazo hacia las innovaciones de su tiempo tales como el teléfono
o el avión.
Perón era un
pragmático que no se guiaba por principios filosóficos o políticos rígidos sino
que tomaba las ideas que mejor le servían según las circunstancias. Aunque no
los citaba su accionar parecía guiado por una muy particular combinación de los
principios de conducción militar de Clausewitz y los consejos políticos de
Maquiavelo. Aunque Perón no era pobre tampoco poseía una gran fortuna pero es
evidente que dejó el gobierno con mas dinero que con el que ingresó y a su
muerte su herencia fue considerable. Perón era extrovertido, un orador
consumado que podía crear un vínculo especial tanto con sus auditorios como en
las entrevistas particulares. Para ello acomodaba sus argumentos recurriendo a
simplificaciones, exageraciones o pequeñas inexactitudes. Acompañaba sus
discursos con gesticulaciones, sonrisas cautivadoras y guiños cómplices.
Sus únicos estudios
fueron de carácter militar, pero los completó con intensas lecturas. Esta
formación no sólo le permitió convertirse en profesor de la Escuela de Guerra sino
dejar gran cantidad de libros no sólo doctrinarios, sino también estudios
históricos y de estrategia militar, también produjo otros escritos y una
frondosa correspondencia con distintas personas. Durante su exilio forzado recurrió
a la grabación de discos y videos para difundir sus ideas. Perón era un hombre
de mundo abierto a todas las innovaciones y cambios. Antes de llegar a la
presidencia Perón había vivido en Chile como diplomático y recorrido la Europa del período previo a
la Segunda Guerra
Mundial. Después de su derrocamiento, vivió diecisiete años fuera de la Argentina. Durante
este exilio vivió en Paraguay, Panamá, Venezuela, Santo Domingo y España.
Mostró siempre un especial interés en el futuro. Uno de sus sentencias
predilectas era augurar que el año 2000 encontraría a la América Latina
unida o dominada.
También se
diferenciaron en su vida privada. Yrigoyen no se casó nunca, sin embargo tuvo
numerosas parejas y varios hijos a los cuales no reconoció. Pero como cubrió su
intimidad con un manto de reserva y hasta secreto no fue cuestionado por ello.
Sin embargo, su entorno siempre fue familiar. De joven contó con el apoyo de su
tío Leandro Alem y luego del afecto de su hermano y de su hija Elena quien lo
acompañó hasta sus últimos momentos.
Perón, por el
contrario se casó en tres oportunidades y enviudó dos veces pero no tuvo hijos.
Al ser más abierto y haber convertido a sus esposas en personalidades políticas
sufrió múltiples ataques por su vida privada, en especial por su predilección
por las mujeres mucho menores que él. Puede decirse que era un hombre
solitario, distanciado por razones profesionales de su entorno familiar. Su
círculo íntimo se fue modificando con el tiempo y con sus sucesivos
matrimonios. Sus últimos días lo encontraron rodeado de un muy particular
entorno conformado por su tercera esposa María Estela Martínez Cartas y un
personaje siniestro: su secretario y Ministro de Bienestar Social, José López
Rega. Un ex cabo de la
Policía Federal , de inclinaciones exotéricas, a quien sus
íntimos llamaban “hermano Daniel”.
Tal es el paralelo que podemos
establecer entre dos de los hombres más destacados de la política argentina en
la primera mitad del siglo XX.
4. LA FORTUNA DE PERÓN
Otro de los temas más debatidos en
torno a la vida de Perón es la cuantificación de sus bienes y el origen de los
mismos. Del perfil biográfico que hemos elaborado surge que Perón hasta llegar
al gobierno no tuvo otros ingresos y más fortuna que los provenientes de sus
salarios como militar. Si bien en esa época los salarios militares eran acordes
a las responsabilidades y riesgos propios del empleo militar, en modo alguno
permitían acumular una gran fortuna. Así lo testimonia su declaración jurada de
bienes de 1949. Seis años más tarde sus bienes se habían incrementado
considerablemente sin que exista una justificación adecuada sobre el origen de
esas nuevas propiedades. Veamos los datos.
Su primera declaración de bienes fue
confeccionada cuando Perón llevaba tres años desempeñando el cargo de
presidente de la Nación
y seis desde que ocupó su primer cargo político. Las denuncias de la oposición
sobre el enriquecimiento de Perón y de la familia Duarte llevaron al presidente
a dar a conocer el monto de sus bienes.
En esa oportunidad los bienes que
Perón declaró poseer en forma conjunta con su esposa, eran los siguientes: Una
quinta con casa habitación en la localidad de San Vicente, provincia de Buenos
Aires, con dieciocho hectáreas; un automóvil marca Packard, efectos personales.
Bienes testamentarios indivisos; un establecimiento de campo en Sierra
Cuadrada, Comodoro Rivadavia, con instalaciones y hacienda; una bóveda en el
cementerio de la Chacarita
y un terreno en el pueblo de Roque Pérez, provincia de Buenos Aires. Se declaró
deudo, así mismo del Banco Hipotecario Nacional por la suma de 50.000 pesos de
un gravamen sobre la casa quinta.
El 19 de septiembre de 1955, después
del estallido de la Revolución
Libertadora , Perón otorgó ante el escribano Raúl F. Gaucherón
un poder amplio de administración a favor de Ignacio Jesús Cilceta y Atilio
Renzi. La investigación llevada a cabo por la Comisión Nacional
de Investigaciones –Creada por Decreto Ley 479, del 7 de octubre de 1955-
determinó que además de los bienes denunciados seis años antes, continuaba como
propietario de la finca de San Vicente, pero con mejoras por valor de 3.410.000
pesos. Poseía, además, los siguientes inmuebles: Gelly y Obes 2287/89, de ocho
pisos altos y terraza –actualmente sede del ministerio de Justicia y Seguridad-;
Callao 1944 –este es el edificio donde se suicidó Juan Duarte- con igual
cantidad de plantas y 17 departamentos[xxxii];
Teodoro García 2102, con tasación judicial de 545.000 pesos; una finca en Casa
Grande, provincia de Córdoba, con valuación fiscal de 160.000 pesos. Poseía,
también, acciones del establecimiento Santa María del Monte, provincia de
Buenos Aires; por tres millones de pesos, que Juan Duarte entregó a Héctor J.
Díaz, presidente entonces del Banco de la Provincia de Buenos Aires, para ser depositadas
con la manifestación verbal de que “sólo podía disponer de ellas Juan D.
Perón”, acciones de la Territorial La
Victoria S. A. del Uruguay, por 200.000 pesos oro uruguayos, tenía a su sola
disposición y sin cargo de rendir cuentas, la suma de 5.623.707 pesos
pertenecientes a la Fundación Eva
Perón. Por otra parte en sus diversas residencias se encontraron mil doscientas
plaquetas de oro y plata, 756 objetos de platería y orfebrería, 650 alhajas,
144 piezas de marfil, 211 motocicletas y motonetas, dicinueve automóviles, un
avión, dos lanchas, 394 objetos de arte, 430 armas antiguas y modernas, además
de otros objetos valiosos.[xxxiii]
Cabe destacar que Perón nunca negó
la propiedad de esos bienes. Su apoderado, al presentarse ante la Junta de Recuperación Patrimonial,
presidida por el general Celso, no sólo reconoció la propiedad de todos esos
bienes sino que manifestó que los mismos habían ingresado al patrimonio de
Perón como producto de “obsequios”. Resulta evidente entonces que las
acusaciones sobre enriquecimiento ilícito por parte de Perón en sus dos
primeros gobierno estaban sobradamente fundadas.
A estos bienes se les aplicó el
decreto 5.148/55 que establecía que “está dentro de la tradición jurídica el
disponer que los enriquecimientos ilegítimos obtenidos por los funcionarios del
régimen depuesto y sus cómplices pasen al patrimonio de la Nación”.[xxxiv]
Perón recuperó el valor de esos
bienes dieciocho años más tarde sin que nadie cuestionara la legitimidad de los
mismos. Veamos como se compensó a Perón por la pérdida de esos bienes y que se
hizo con el dinero pagado según lo consigna Julio González. “Semanas después de
regresar al país en forma definitiva (20 de junio de 1973), el Congreso
Nacional resolvió por ley restituirle a Perón todos sus bienes que, en los
dieciocho años transcurridos desde 1955, habían pasado al Estado, a terceros
que los habían comprado de buena fe, y también a funcionarios de primer y
segundo orden que los guardaron para sí, de mala fe. Y no precisamente porque
fueran peronistas o coleccionistas de objetos históricos”.[xxxv]
“Como era imposible recomponer
físicamente el patrimonio, el 13 de septiembre de 1973, por decreto 1174 del
Poder Ejecutivo, se formó una comisión encargada de evaluar los bienes.
Realizando este acto, en cumplimiento de los términos de la ley de restitución,
la Tesorería General
de la Nación
pagaría al ciudadano Juan Domingo Perón la suma de pesos equivalente a los
bienes de los que había sido ilícitamente desposeído, a los valores actuales
del momento de pago. La comisión fue integrada por el doctor Carro, en
representación del ministerio de Justicia, por el doctor Romero, en
representación del ministerio de Bienestar Social, y por el contador Lumi, en
representación de la cartera de Economía. Carro era el Jefe del Gabinete de
Asesores del ministro Benítez, Romero, director de Políticas del ministerio de
Bienestar Social; y Lumi, secretario de Hacienda de la Nación ”
“No hemos podido conocer el modus operandi de la comisión, ni la
forma en que ejecutó su mandato. La única referencia documental ha de hallarse
en la Escribanía Mayor
de Gobierno, porque, cuando Benítez era ministro del Interior, hizo un día
comparecer ante Isabel al escribano mayor de Gobierno, protocolizó un paquete
de documentos que, según refirió a la Presidente , eran las actuaciones de la comisión.
La escritura correspondiente la suscribió sólo Isabel como requirente. A pesar
de estar presente, Benítez no compareció en el documento notarial. Fue entonces
cuando la Presidenta
me comentó que el trámite de restitución de bienes a Perón lo habían manejado
Gelbard, López Rega y Benítez.”[xxxvi]
González, debido posiblemente a su
adhesión a Perón y a María Estela Martínez Carta de Perón, olvida mencionar cual
fue la suma restituida al líder justicialista. Tampoco emite juicio sobre como
pudo Perón reunir ese dinero legítimamente si sólo contaba con su retiro de
general y su sueldo de presidente de la Nación.
Afortunadamente, Hugo Gambini no
tiene esos prejuicios. En su libro “Historia del peronismo. La obsecuencia
(1952 – 1955)” consigna el monto del dinero “restituído” a Perón en 1973.
“Al año siguiente, Perón regresó
definitivamente al país y se dictó la ley 20.530 por la cual se le devolvían la
totalidad de los bienes interdictos en diciembre de 1955. Mediante el decreto
1.174/73 del presidente provisional Raúl Lastiri, yerno de José López Rega
(secretario privado de Perón), se valuaron los bienes y se aprobó una
indemnización total de $85.534.206 (ocho millones y medio de dólares), la que
se saldó en nueve pagos.[xxxvii]
“Los nueve pagos fueron éstos: 1.-
$24.481.000, el 10/10/73; 2.- $35.888.780, el 11/10/73; 3.- $1.451.000, el
21/11/73; 4.- $7.200.480, el 3/1/74; 5.- $6.290.000, el 8/1/74; 6.- $4.528.000,
el 18/1/74; 7.- $1.103.932, el 19/3/74; 8.- $769.014, el 22/4/74 y 9.-
$3.801.200, el 21/5/74.”
“Los recibos firmados por María
Estela de Perón quedarían en poder de Santiago Carro, presidente de la Comisión de Restitución
de bienes a Juan D. Perón.”[xxxviii]
Además de esa suma de dinero,
durante el gobierno militar del general Alejandro A. Lanusse, Juan D. Perón
recibió la restitución de sus sueldos de presidente hasta la finalización
constitucional de su mandato y la total de sus haberes de pensión que le habían
sido retenidos durante diecisiete años.
Para conocer que ocurrió con esa
inmensa suma de dinero debemos retomar el autorizado relato de Julio González,
quien sucedió a José López Rega como secretario privado de la Presidenta Isabel
Perón.
“‘El dinero, escarmentados por lo
que ocurrió en 1955 –me refirió Isabel-, se lo dimos a Gelbard[xxxix]
para que nos lo ubicase en el exterior. Nosotros no vimos un solo peso, con
excepción de unos quinientos millones de pesos viejos[xl] viejos que me dieron a mí, y que puse a plazo
fijo en el banco Santander’”
“Tiempo después, hacia fines de
1975, Isabel me solicitó que le renovase su depósito en ese banco. Por
entonces, el capital con los intereses (que eran aproximadamente del 60% anual)
le sumaban mil quinientos millones de pesos viejos, más o menos”.
“En otra oportunidad, Isabel me hizo
saber su preocupación por el dinero que le había dado a Gelbard para que se los
administrara. Su único comprobante era un sobre cerrado que el ex ministro de
Economía le había dejado, y que, según él contenía instrucciones para el caso
de necesidad”.
‘Vamos a abrirlo a ver que dice –me
dijo Isabel. Y trajo el sobre y lo abrió en mi presencia. El sobre tenía un
mensaje dactilografiado y sin firma que decía: “En caso de dificultades, véalo
a mi hijo”.[xli]
No podemos menos que pensar si así
cuidaban su patrimonio, como cuidarían los dineros de la República. En manos de quién
había caído el país entre 1973 y 1976. Argentina fue siempre un país muy
generoso. En esa época mucho más.
[i] RAÚL HAYA DE LA TORRE :
(1895 / 1975) Fundó, en 1924, la Alianza Popular Revolucionaria
Americana –APRA- durante su exilio mejicano. Retornado al país, la
dictadura del general Manuel Odria lo obligó a refugiarse en la embajada de
Colombia en Lima entre 1950 y 1954. Regresó a Perú en 1957, gracias al apoyo
que sus partidarios prestaron al presidente Manuel Prado en las elecciones de
1956. En las elecciones presidenciales del 10 de junio de 1962 resultó elegido
por una ligera mayoría, pero el Ejército impidió que se hiciera cargo del
poder. Candidato nuevamente en las elecciones de 9 de junio de 1963 fue
derrotado por Fernando Belaúnde Therry. En 1978 triunfó en las elecciones
generales, al frente del APRA. Presidiría la Asamblea Constituyente
que tuvo la misión de elaborar la nueva Carta Magna de Perú. Fue un brillante
intelectual que contó con el respeto de todos los grandes líderes mundiales e
influyó notablemente en otros líderes iberoamericanos con su adaptaciones de la
teoría marxista a la realidad del propio contexto.
[ii] LUSARRETA, Pilar de: “Cinco
dandys porteños” Ed. Peña Lillo. Bs. As. 1999. Pág. 39 a 100.
[iii] GUINAGA, Carlos E. Y Roberto A. AZARETTO: “Ni década ni infame, del 30 al 43” Ediciones Jorge Baudino. Bs. As. 1991.
Pág. 261.
[iv] FRASER, Nicholas y Marisa NAVARRO: “Eva
Perón” Ed. Bruguera. Bs. Aqs. 1982. Pág. 57.
[v] WALDMANN, Peter: “El peronismo
1946 – 1955”
Traducción de Nélida Mendilaharzu de Machain. Bs. As. 1981. Pág. 37.
[vi]CABECITA NEGRA: Esta denominación,
que vulgarmente se empleaba en las décadas de 1940 y 1950 para designar a los
migrantes internos en Argentina, proviene de la asociación con un ave silvestre
similar a un canario y cuyo plumaje es negro en la parte de la cabeza y de un
amarillo muy intenso en el resto del cuerpo. Este plumaje bicolor hace muy
vistosa al ave que además posee un bello trinar por lo cual solía ser
domesticada debido a que se adaptaba al cautiverio.
El origen de la denominación de “grasa” es más
imprecisa. Para algunos hace referencia a que los migrantes solían llevar sus
trajes con muchas manchas. En parte debido a que generalmente poseían una sola
de estas prendas y debían darle un uso continuo. También a que muchas veces
debían comer de pie de pizzerías u bares económicos donde no era poco frecuente
que se mancharan la ropa. Para otros autores el mote se origina en las
actividades laborales que desarrollaban los migrantes. Aquellos que se
desempeñaban como obreros y trabajadores industriales, solían viajar en el
transporte público con su ropa de trabajo –overoles- manchados por aceite o
grasa industrial proveniente de las máquinas con que desarrollaban sus tareas.
Este hecho disgustaba a los pasajeros de clase media, que en su mayoría desempeñaba
tareas de oficina y por o tanto viajaban mejor vestidos y aseados. Existiría
aquí la tan estudiada antinomia entre trabajadores de “cuello blanco” y
trabajadores de “cuello azul”.
Otras denominaciones más agraviantes dadas a
los migrantes eran las de “veinte y veinte”. Porque sus magros salarios los
forzaban en ocasiones a una dieta económica compuesta por veinte centavos de
pizza y veinte centavos de vino, es decir una porción de pizza y un vaso de
vino moscazo.
También se los llamó “raviol de fonda” porque
eran “cuadrados” y sin “seso”. Durante los años del peronismo -1945 / 1955- los
sectores opositores de clase media llamaban a los partidarios de Perón “jeeps”,
porque eran “cuadrados” –poco inteligentes- y los “manejaba” el gobierno. En
esa época el gobierno justicialista importaba y vendía económicamente esos
vehículos, rezagos de la guerra que había concluido.
Pero, en general, la denominación más usual era
la de “cabecita” o “negro” que más frecuentemente hacia referencia a una
discriminación de carácter social y cultural que racial. Se podía ser “negro” o
“cabecita” por desarrollar conductas consideradas impropias de la clase media
aún cuando se detentara una fisonomía de tipo europeo. En esos casos el
lenguaje popular hablaba de “negros de alma” en contraposición a los “negros de
piel”.
[vii]RATIER, Hugo: “El cabecita negra”, Colección La Historia Popular
Nº 72, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires 1971, p. 9
[viii] ROMERO, José Luis: “Latinoamérica:
las ciudades y las ideas” Bs. As. 1976. Pág. 323.
[ix]BAILONGOS: Denominación popular de
los lugares donde se interpretaba música popular para bailar.
[x] RATIER, Hugo: Op. Cit. p. 13.
[xi] MORA Y ARAYJO, Manuel y Carlos LLORENTE: “El voto peronista”.
Recopilación. Bs. As. 1982. Pág. 45.
[xii] LUNA, Félix: “El 45” .
Ed. Sudamericana. 7º Edición. Bs. As. 1975. Pág. 29 y 30.
[xiii] NOTA DEL AUTOR: La polémica sobre el lugar y fecha de nacimiento de
Perón es tan grande que algunos autores italianos como P. Canneddu en su libro “Juan Perón – Giovanni Piras, dos nombres
una persona” o Raffaele Ballore y Gabriele Casula con su libro: “¿Dónde nació Perón? Un enigma sardo nella
storia dell’Argentina”. Afirman que Juan D. Perón era en realidad un
humilde campesino de Mamoiada emigrado a principio de siglo a la Argentina. Evidentemente
la ciencia ficción ha invadido a la historia.
[xiv]VAZQUEZ-RIAL, Horacio: Perón tal vez la historia. Ed. El
Ateneo, Bs. As. 2005, p. 60.
[xv]NOTA DEL AUTOR: En la primera mitad
del siglo XX, las familias de clase media de la ciudad de Buenos Aires solían
emplear apodos para nombrar a sus miembros. Así eran frecuentes apodos tales
como “Mecha” –empleado para denominar
a la mujeres de nombre Mercedes- ; “Pochita”
o “Pochi” –para denominar a las Marías-,
“Porota” o “Potota”. Para los hombres se empleaban “Cholo” o “Cacho” –para
denominar a los Carlos-; “Pancho”
–para denominar a los Francisco-; “Pepe”
–para los José- o “Beto” –para los
Alberto o Roberto-, etc. El mismo Perón sería denominado “Pocho” por las jóvenes de la UES , algunos años más tarde.
[xvi]PAGE, Joseph: “Perón, primera parte (1895 – 1952)”, Javier Vergara Editor. Bs.
As. 1984, p. 38.
[xvii] PAVÓN PEREYRA, Enrique: Perón (1895 -1952), Bs. As. 1955.
[xviii]FERNÁNDEZ LALANNE, Pedro: Los Uriburu. Ed. Emece. Bs. As. 1989. p. 339 a 347.
[xx]PERÓN, Juan D.: Tres revoluciones. Ed. Síntesis. Bs. As. 1974, P. 33 a 36.
[xxi]NOTA DEL AUTOR: Pese a todos los
testimonios que prueban la participación del capitán Juan D. Perón en el primer
golpe de Estado exitoso de la historia argentina, algunos historiadores poco
rigurosos se atreven a negalo. Así lo hizo, por ejemplo, Felipe Pigna en una
entrevista realizada por “Le monde dipolomatique”. Ante la pregunta del periódico
sobre cierta militancia juvenil de Perón en alguna fuerza política, Pigna
responde: - El siempre se definió como radical.
-
Periodista:
Sin perjuicio de que luego participó en el golpe contra Yrigoyen.
-
Pigna:
la verdad exacta es que se retira dos días antes del golpe. Participa
activamente, pero se baja del golpe un par de días antes.
-
Periodista:
¿Y por qué se baja?
-
Pigna:
Por disidencias internas y más bien por una cuestión formal que ideológica.
Perón decía que todo estaba muy mal organizado y que eran claros los objetivos
del golpe. Veía al gobierno de Irigoyen como decadente, estaba en contra, y
creía que había que derrocarlo de alguna manera. Pero no estaba de acuerdo con
lo que se iba a hacer.
Ver al respecto la opinión de Claudio Chávez en
: http://www.pensamientonacional.com.ar/docs.php?idpg=chavezc/0001_pigna_y_su_equi....
[xxii]POTASH, Robert: “El Ejército y la política en la Argentina. 1928 – 1945. De Yrigoyen a Perón”.
Ed. Sudamericana. Bs. As. 1981, p. 81.
[xxiii] BARDINI, Roberto: “Cuando Perón
fue espía en Chile”. Artículo publicado en http://www.rodelu.net/bardini/bardini35.htm
[xxiv] DAMONTE TABORDA, Raúl: Ayer fue
San Perón. Ed. Gure. 2da Edición. 1955. p. 172. Este autor, un opositor a
Perón que debió exilarse en la ciudad de Montevideo, omite toda mención a la
participación de Eduardo Lonardi en los hechos, falseando en testimonio
histórico.
[xxv] SOBERANÍA CHILE: “Un escándalo de espionaje argentino en 1938” . Artículo publicado en http://www.soberaniachile.cl/peron.html.
Santiago de Chile 23/6/07. También VAZQUEZ - RIAL, Horacio, p. 137.
[xxvi] POTASH, Robert: “El Ejército y
la política en la Argentina
1945 – 1962, de Perón a Frondizi”. Ed. Sudamericana, Bs. As. 1980, ps 162 y
163.
[xxvii]LONARDI, Marta: “Mi padre y la
Revolución del 55” .
Ediciones Cuenca del Plata. Bs. As. 1980. ps. 19 a 21.
[xxviii] DEL CARRIL, Bonifacio: Memorias
dispersas: El coronel Perón.Ed. Emece. Bs. As. 1984. Pág. 23.
[xxix] LANUSSE, Alejandro A.:
“Protagonista y Testigo. Reflexiones sobre 70 años de nuestra historia”.
Marcelo Lugones S.A. Editores. Santiago de Chile 1990. Pág.220 , 221 y 222.
[xxx] TAIANA, Jorge A.: “El último
Perón”. Ed. Planeta. Bs. As. 2000. Pág. 175 y 176.
[xxxi] El peronismo formó gobierno en unión con otros partidos menores en
todas las elecciones nacionales de 1973,
formando el Frente Justicialista de Liberación
–FREJULI-, concurrió con aliados en 1983. La UCR formó un gobierno de
coalición en 1999 con el FREPASO.
[xxxii] NOTA DEL AUTOR: Según afirma Julio González: ese edificio era un lega
que el armador de buques Alberto Dodero hizo a Perón en su testamento. González
no aclara por qué motivo un millonario naviero efectuaba un regalo millonario
al Presidente de la Nación. No
cabe menos que pensar que Dodero oficiaba de testaferro de Perón en la
adquisición de ese inmueble o estaba retribuyendo algún favor político recibido
de Perón. GONZÁLEZ, Julio: Isabel Perón. Intimidades de un gobierno. Ed. El
Ateneo, Bs. As. Julio 2007, p. 249.
[xxxiii]COMISIÓN DE INVESTIGACIONES: Libro negro de la segunda tiranía. Bs.
As. 1958, p. 49.
[xxxiv]COMISIÓN DE INVESTIGACIONES: Ob.
Cit. p. 50
[xxxv] GONZÁLEZ, Julio: Ob. Cit. p. 250.
[xxxvi] GONZÁLEZ, Julio: Ob. Cit. p. 251.
[xxxvii] GAMBINI, Hugo: Historia del peronismo. La obsecuencia. Ed. Vergara.
Bs. As. 2007. P. 77.
[xxxviii]GAMBINI, Hugo: Ob. Cit. p. 90
[xxxix] NOTA: José Ber Gelbard: Ministro de Economía de los presidentes
Campora, Lastiri, Perón y María Estela Martínez Carta de Perón.
[xl] NOTA DEL AUTOR: 500.000.000 de pesos moneda nacional, pesos viejos
como los denomina Isabel Perón, correspondían a 5.000.000 de pesos Ley 18.188,
creados en 1971, que fue la moneda en que se le restituyeron sus bienes a Juan
D. Perón.
[xli] GONZALEZ, Julio: Ob. Cit. p. 251.
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