miércoles, 10 de septiembre de 2025

Crisis en el techo del mundo



Nepal, tierra de montañas míticas y de espiritualidad ancestral, enfrenta un brote de violencia política que obliga a redefinir su pacto social y político para evitar que la joven república naufrague en un mar de inestabilidad.

Contenido:

Buenos Aires: Encajonado entre dos gigantes, India y China, la República Federal Democrática de Nepal es un país cuya geografía ha condicionado tanto su historia como su presente. Con una superficie de 147.182 kilómetros cuadrados, se encuentra ubicado en el Himalaya, rodeado en el norte por la República Popular China y en el sur por la India.

Este pequeño estado himalayo alberga ocho de los catorce picos más altos del mundo, incluido el Everest (8.849 metros). Sus territorios se extienden desde las húmedas llanuras del Terai hasta las cumbres gélidas que rozan el cielo. La capital, Katmandú, situada en un fértil valle, concentra buena parte de su población y es el epicentro de su vida política y cultural.

Una república joven con viejas fracturas

Nepal es hoy una república federal democrática, pero su camino hacia esta forma de gobierno ha sido convulso. Hasta 1990 fue una monarquía absoluta, más tarde una monarquía parlamentaria, y finalmente una república proclamada en 2008, tras una sangrienta guerra civil que dejó más de 12.000 muertos. La Constitución de 2015 dividió el país en siete provincias y estableció un sistema parlamentario, con un presidente como jefe de Estado y un primer ministro como jefe de Gobierno.

El pluralismo político es intenso, pero también caótico. Más de una veintena de partidos han tenido representación en la Asamblea, lo que se traduce en alianzas frágiles y gobiernos de corta duración. Desde la abolición de la monarquía, ningún Ejecutivo ha logrado completar un mandato sin sobresaltos.

De la monarquía al laberinto republicano

La caída de la dinastía Shah, en 2008, tras más de 240 años de reinado, abrió un proceso de transformación que se celebró como histórico. Los maoístas, que durante una década habían combatido en la selva y en las aldeas contra el Ejército real, entraron en la arena política y se convirtieron en una de las principales fuerzas parlamentarias. Sin embargo, las promesas de estabilidad y desarrollo pronto se vieron erosionadas por la corrupción, el clientelismo y la rivalidad entre facciones.

Los desastres naturales —como el devastador terremoto de 2015— y las tensiones con India y China han añadido más capas de vulnerabilidad. A ello se suma una economía dependiente de las remesas de millones de nepalíes que emigran cada año a Oriente Medio y al sudeste asiático.

El estallido de 2025: la generación Z contra la élite

La actual crisis estalló a principios de septiembre, cuando el Gobierno de Khadga Prasad Sharma Oli bloqueó 26 plataformas de redes sociales, entre ellas Facebook, X y YouTube, alegando incumplimiento de regulaciones locales. La medida, en un país donde el 80 % del tráfico de Internet pasa por estas plataformas, fue percibida como un intento de censura. La reacción fue inmediata: miles de jóvenes —la llamada “protesta de la Generación Z”— salieron a las calles.

Lo que empezó como una defensa de la libertad digital se transformó en un cuestionamiento frontal al sistema político. La indignación se alimentó del desempleo juvenil, cercano al 20 %, y del rechazo a los llamados “Nepo Kids”, hijos de políticos y empresarios que exhiben lujos en redes sociales mientras la mayoría del país sobrevive con dificultades.

La represión policial, que dejó al menos 19 muertos el 8 de septiembre, convirtió las protestas en un estallido social sin precedentes desde 2006. Al día siguiente, los manifestantes incendiaron el Parlamento y atacaron las residencias de varias figuras políticas, entre ellas el ex primer ministro Sher Bahadur Deuba y la canciller Arzu Rana Deuba. La violencia alcanzó niveles dramáticos: la esposa de otro exjefe de Gobierno fue quemada viva en su casa y el ministro de Finanzas, Bishnu Paudel, fue desnudado y arrojado al río Bagmati por la turba.

Renuncias en cascada y vacío de poder

Acorralado, Oli dimitió el 9 de septiembre en una carta dirigida al presidente Ram Chandra Poudel. Antes lo habían hecho el ministro del Interior y otros miembros del gabinete. Veinte diputados del Rastriya Swatantra Party renunciaron en bloque y pidieron un “gobierno civil interino”. Naciones Unidas y Amnistía Internacional exigieron una investigación independiente por el uso de munición real contra los manifestantes.

La renuncia del primer ministro, lejos de calmar los ánimos, ha abierto un vacío de poder en un país que acumula crisis políticas desde la abolición de la monarquía. El Ejército se ha desplegado en las calles de Katmandú y en otras ciudades, pero su papel futuro en la gobernabilidad del país sigue siendo incierto.

Un futuro en suspenso

El levantamiento juvenil ha puesto en evidencia las fracturas de una república todavía en construcción. El detonante fue la prohibición de las redes sociales, pero en el fondo laten reclamos más profundos: el hartazgo ante la corrupción endémica, la precariedad económica y una élite política incapaz de ofrecer respuestas.

Nepal, tierra de montañas míticas y de espiritualidad ancestral, enfrenta ahora un desafío de otra naturaleza: redefinir su pacto social y político para evitar que la joven república naufrague en un mar de inestabilidad.

Escenarios para Nepal tras la crisis de 2025

1.    Transición ordenada hacia un gobierno interino

El Parlamento, presionado por la sociedad civil y la comunidad internacional, acuerda formar un gobierno provisional de unidad nacional con participación de las principales fuerzas políticas y figuras independientes. Este Ejecutivo tendría el mandato de convocar elecciones anticipadas, restablecer la confianza institucional y aprobar reformas para limitar la corrupción y garantizar la transparencia. Este escenario abriría un camino difícil, pero viable, hacia la estabilización.

2.    Escalada de violencia y militarización del poder

Las protestas continúan y la violencia se intensifica, el Ejército podría asumir un papel central en la gobernabilidad, ya sea de manera formal —con un gobierno militar— o indirecta, tutelando a un Ejecutivo débil. Esto supondría un retroceso democrático y una posible radicalización de la sociedad, con riesgo de que el país entre en un ciclo prolongado de inestabilidad y represión.

3.    Reforma política negociada con protagonismo juvenil

La llamada “Generación Z” consigue mantener la presión social y fuerza a la élite política a emprender una reforma profunda. Se discutiría una nueva ley electoral, la regulación de la corrupción y mecanismos de participación directa. De materializarse, este escenario podría sentar las bases de una democracia más inclusiva, con un recambio generacional en la política y una nueva legitimidad para el sistema republicano.

 

martes, 9 de septiembre de 2025

Israel ataca a la cúpula negociadora de Hamás en Doha tras el atentado en Jerusalén



Un bombardeo israelí contra líderes de Hamás en la capital de Qatar deja varias víctimas y desata una ola de condenas internacionales. El ataque, en represalia por la matanza en una parada de autobús en Jerusalén, marca una peligrosa expansión del conflicto.

Doha amaneció este martes con el estruendo de varias explosiones en el corazón de la capital qatarí. El humo negro se elevó sobre barrios residenciales donde se alojaba parte de la dirigencia política de Hamás, sorprendida en plena reunión para analizar la última propuesta de alto el fuego presentada por Estados Unidos. Israel confirmó poco después que sus fuerzas aéreas habían ejecutado un “ataque preciso” contra altos mandos del movimiento islamista, responsables, según Tel Aviv, de la reciente masacre en una parada de autobús de Jerusalén que dejó seis muertos, entre ellos una mujer argentina.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, asumió “toda la responsabilidad” de la operación y la justificó en términos inequívocos: “Israel no permitirá que los asesinos de nuestro pueblo encuentren refugio, ni en Gaza, ni en Beirut, ni en Teherán, ni en Doha. Quien ataque a los israelíes pagará el precio, dondequiera que se esconda”.

Un ataque con mensaje global

El golpe contra Hamás en Qatar constituye un salto cualitativo en la ofensiva israelí. Es la primera vez que Tel Aviv ataca directamente suelo qatarí, país que ha actuado durante años como mediador entre Israel y el movimiento palestino y que alberga en Doha a la cúpula política del grupo islamista. Según medios israelíes, 15 aviones de combate participaron en el bombardeo, lanzando municiones de precisión contra el complejo donde se encontraba reunida la delegación negociadora..

El blanco principal habría sido Khalil al-Hayya, uno de los líderes más influyentes de Hamás en el exilio y jefe del equipo negociador. Al-Hayya sobrevivió al ataque, pero perdió a su hijo Humam y a un estrecho colaborador. Fuentes palestinas señalan además la desaparición de tres guardaespaldas.

La ofensiva se produjo apenas 24 horas después del atentado en Jerusalén, reivindicado por las Brigadas al-Qassam, brazo armado de Hamás. El ataque contra un autobús en la zona de Ramot costó la vida a seis personas, en una escalada de violencia que reavivó la presión sobre Netanyahu para golpear con contundencia. Ese atentado, interpretado por Israel y varios analistas como un intento deliberado de Hamás de sabotear los avances en las negociaciones para un alto el fuego prolongado, dejó en suspenso los contactos diplomáticos y reforzó la percepción en Tel Aviv de que el grupo islamista busca prolongar la confrontación armada en lugar de aceptar un acuerdo.

Reacciones encontradas

La respuesta internacional no se hizo esperar. Qatar denunció un “cobarde ataque israelí” y una “flagrante violación de la soberanía nacional”, mientras suspendía de inmediato el diálogo para un alto el fuego que auspiciaba en su capital. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Majed al Ansari, aseguró que el bombardeo constituye “una grave amenaza para la seguridad de la región”.

El secretario general de la ONU, António Guterres, condenó la acción como “una flagrante violación de la integridad territorial de Qatar”, al tiempo que pidió retomar los esfuerzos por una tregua. Arabia Saudí, Irán y la Liga Árabe se sumaron a la condena, describiendo la operación israelí como “criminal” y “peligrosamente desestabilizadora”.

Desde Ramala, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, advirtió de que la escalada “tendrá repercusiones no solo en la región, sino en todo el mundo”.

Washington, en cambio, se movió con cautela. Fuentes de la Casa Blanca confirmaron que Estados Unidos había sido informado del ataque con antelación, aunque el presidente Donald Trump evitó pronunciarse públicamente. La ambigüedad refleja la compleja relación: Qatar es un socio estratégico de Washington en el Golfo y sede de la base aérea de Al Udeid, donde se encuentran más de 10.000 militares estadounidenses.

Una estrategia de “ajuste de cuentas”

El ataque en Doha responde a la estrategia declarada por el jefe del Estado Mayor israelí, Eyal Zamir, de “perseguir a los dirigentes de Hamás en cualquier parte del mundo”. Desde el asesinato de Ismail Haniyeh en Teherán en 2024 hasta la actual ofensiva en Gaza y los bombardeos en el Líbano y Siria, Israel ha expandido su radio de acción para golpear a Hamás más allá de sus bastiones tradicionales.

Con el ataque de este martes, Netanyahu busca enviar una doble señal: a Hamás, que ningún territorio ofrece refugio seguro; y a la comunidad internacional, que Israel no se resignará a negociar bajo la presión de atentados terroristas.


Principales ataques de Israel contra líderes de Hamás fuera de Gaza (2023-2025)

  • 7 de octubre de 2023. Hamás lanza la incursión masiva contra el sur de Israel, con 1.200 muertos y 250 secuestrados. Israel anuncia que perseguirá a los responsables “dondequiera que estén”.
  • Noviembre de 2023 – Beirut, Líbano. Bombardeo israelí contra un edificio en los suburbios del sur de la capital libanesa, donde se refugiaban miembros del brazo político de Hamás.
  • Julio de 2024 – Teherán, Irán. Un ataque aéreo israelí mata a Ismail Haniyeh, jefe del buró político de Hamás, en el que fue el primer bombardeo atribuido a Israel en el corazón de Irán.
  • Marzo de 2025 – Damasco, Siria. Explosión selectiva en la periferia de la capital siria elimina a un grupo de comandantes de las Brigadas al-Qassam que coordinaban operaciones en el Golán.
  • Mayo de 2025 – Saná, Yemen. Israel ataca un convoy atribuido a Hamás y a milicias hutíes. Fuentes israelíes aseguran que se trataba de una célula dedicada al tráfico de armas hacia Gaza.
  • 9 de septiembre de 2025 – Doha, Qatar. Bombardeo contra la delegación negociadora de Hamás reunida en la capital qatarí para analizar una propuesta de alto el fuego. Sobrevive Khalil al-Hayya, jefe del equipo negociador, pero mueren su hijo Humam y un estrecho colaborador.

Negociaciones en suspenso

La ofensiva amenaza ahora con dinamitar los esfuerzos diplomáticos para alcanzar un alto el fuego en Gaza. Hamás había aceptado en agosto una propuesta de tregua elaborada por Washington, El Cairo y Doha, similar a un borrador que Israel había aprobado semanas antes. Sin embargo, los atentados en Jerusalén y la respuesta israelí parecen haber enterrado esas opciones.

La reunión atacada en Doha tenía precisamente como objetivo discutir la última propuesta de Trump, calificada por Hamás como “un documento de rendición humillante”. Con la negociación en suspenso y Qatar indignado por el bombardeo en su capital, el escenario se torna aún más incierto.

Una peligrosa internacionalización

La guerra entre Israel y Hamás, iniciada con la incursión del 7 de octubre de 2023, ha dejado miles de muertos en Gaza y un clima de tensión permanente en la región. Con el ataque en Qatar, el conflicto se internacionaliza de manera más evidente, poniendo en riesgo la estabilidad de un país clave en el equilibrio del Golfo.

La pregunta que flota ahora en el aire es si Israel abrirá nuevos frentes en su estrategia de represalia global o si este ataque busca ser una advertencia para forzar a Hamás a aceptar una tregua en condiciones impuestas por Tel Aviv y Washington.

Qatar en el centro de la tormenta

El bombardeo israelí en Doha no solo supone un desafío directo a Hamás, sino también un golpe a la credibilidad de Qatar como mediador regional. Durante más de una década, el emirato ha invertido capital diplomático en erigirse como interlocutor indispensable entre las facciones palestinas e Israel, con el aval de Washington. Su neutralidad relativa y su capacidad económica lo habían convertido en sede habitual de negociaciones delicadas, desde el acuerdo con los talibanes hasta las treguas en Gaza.

El ataque cambia ese equilibrio. Al permitir —o no poder impedir— que su territorio fuera escenario de una operación militar extranjera, Qatar aparece debilitado frente a sus socios árabes y cuestionado en su papel de mediador. Al mismo tiempo, la presencia de la mayor base aérea estadounidense en la región lo sitúa en un delicado juego de equilibrios: Doha debe mostrar firmeza frente a Israel sin romper con Washington, su principal garante de seguridad.

Para Israel, el golpe en Qatar refuerza su mensaje estratégico: ningún santuario es intocable. Para Hamás, en cambio, supone la pérdida de uno de sus últimos espacios seguros de operación política fuera de Gaza. Y para Estados Unidos, el dilema de conciliar su alianza con Israel con la estabilidad de un socio clave en el Golfo se vuelve más agudo que nunca.

En este nuevo tablero, Qatar tendrá que decidir si redobla sus esfuerzos como mediador o si se repliega, dejando un vacío diplomático que podría llenar Egipto, Turquía o incluso Arabia Saudí. Lo cierto es que, tras el bombardeo en Doha, la guerra entre Israel y Hamás ha cruzado un umbral que amenaza con alterar no solo el conflicto palestino-israelí, sino también el delicado equilibrio de poder en Oriente Medio.

 

jueves, 4 de septiembre de 2025

La Organización de Cooperación de Shanghái: el bloque que desafía las reglas del comercio mundial


 

En Tianjín, el pasado 1 de septiembre, concluyó la 25.ª cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), un encuentro que reunió a más de veinte jefes de Estado y consolidó al bloque como un actor central en la geopolítica y la economía global.

 

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La Organización de Cooperación de Shanghái, nació en 2001, como un foro regional de seguridad entre China, Rusia y las repúblicas de Asia Central, dos décadas más tarde se ha convertido en una plataforma capaz de proyectar influencia sobre más de un tercio de la población mundial y alrededor del 25 % del PIB global.

Hoy, la OCS agrupa a diez miembros plenos —entre ellos China, India, Rusia e Irán—, dos países observadores (Afganistán y Mongolia) y una larga lista de socios de diálogo. En total, más de 3.400 millones de personas bajo un paraguas común, con una participación en el comercio internacional que supera el 15 %.

Lejos de ser un simple foro de seguridad, la OCS ha madurado como plataforma de cooperación integral, con ambiciones de transformar las reglas del comercio y la gobernanza global.

 

Un contrapeso al orden económico occidental

La OCS se presenta hoy como una alternativa a los marcos multilaterales dominados por Occidente. En un contexto marcado por las tensiones arancelarias impulsadas por Estados Unidos contra China, India y otros países del Sur Global, el bloque ha hecho un llamamiento explícito en defensa del multilateralismo y contra las sanciones unilaterales. La Declaración de Tianjín, adoptada en la cumbre, reclama una economía abierta y rechaza las medidas coercitivas que violan las normas de la OMC.

La propuesta de Pekín de crear un Banco de Desarrollo de la OCS apunta directamente a un objetivo estratégico: reducir la dependencia de los mecanismos financieros occidentales. Para Rusia, Irán o incluso la propia China, se trata de blindar proyectos de inversión e infraestructuras frente a sanciones que, en los últimos años, han sido utilizadas como arma política.

 

El Sur Global se organiza

Con miembros que van de China, India y Rusia a Irán, Turquía y Pakistán, y con socios de diálogo que incluyen a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Catar, la OCS ha superado con creces sus fronteras eurasiáticas. Se configura así un nuevo eje geoeconómico que conecta Eurasia con Oriente Medio, sustentado en recursos energéticos, corredores de transporte y una creciente voluntad de diversificación estratégica.

El analista ruso Fiodor Lukiánov interpreta esta tendencia como el paso de un orden jerárquico occidentalizado a un sistema internacional más diversificado. La multipolaridad, defendida durante décadas como teoría, se estaría plasmando ahora en instituciones concretas como la OCS.

América Latina en la ecuación de la OCS

Aunque la Organización de Cooperación de Shanghái no cuenta con miembros latinoamericanos, su proyección como bloque comercial y geopolítico tiene implicaciones directas para la región. América Latina es uno de los espacios donde la competencia entre modelos de integración se vuelve más evidente, en particular en lo que respecta al acceso a recursos naturales y mercados emergentes.

En primer lugar, el sector energético aparece como el área más sensible. Países como Venezuela, Brasil, Bolivia y Argentina son proveedores estratégicos de petróleo, gas y litio, y ya han estrechado vínculos con China y Rusia. La creación de un banco de desarrollo de la OCS abre la posibilidad de financiación alternativa para proyectos de infraestructura y energía, al margen de las instituciones dominadas por Occidente, como el FMI o el Banco Mundial.

En segundo lugar, el bloque puede convertirse en un socio comercial complementario para las economías latinoamericanas. La búsqueda de mercados estables para la soja, el cobre o el litio encuentra en la OCS un espacio en expansión, donde la demanda de materias primas es sostenida por la industrialización de India y China, así como por los planes de transición energética de los países del bloque.

Además, América Latina observa con interés el avance de la OCS porque ofrece un modelo de integración no condicionado por exigencias políticas de gobernanza o reformas estructurales, a diferencia de las instituciones financieras tradicionales. Esto atrae especialmente a gobiernos que buscan diversificar alianzas sin renunciar al acceso a capital para obras públicas y desarrollo tecnológico.

No obstante, los riesgos también son palpables. Una alineación demasiado estrecha con la OCS podría intensificar las tensiones con Estados Unidos y la Unión Europea, principales socios históricos de la región. De hecho, ya se percibe en Washington una preocupación creciente por la penetración económica china en infraestructuras portuarias y energéticas de América Latina.

En perspectiva, la región se encuentra en una posición delicada: aprovechar las oportunidades de diversificación comercial y financiera que ofrece la OCS, sin comprometer su tradicional equilibrio diplomático con Occidente. El desenlace dependerá de la capacidad de los países latinoamericanos de articular políticas exteriores pragmáticas, que prioricen su desarrollo económico por encima de las presiones geopolíticas cruzadas.

Repercusiones a corto plazo

En el plano inmediato, la OCS puede modificar dinámicas clave del comercio internacional:

  • Cooperación energética: con Rusia, Irán y Arabia Saudí en la órbita del bloque, la OCS puede influir en los precios del crudo y en la transición hacia fuentes renovables, aprovechando la propuesta china de impulsar industrias verdes.
  • Respuesta a las sanciones: el banco de desarrollo y el consorcio interbancario ofrecen un mecanismo alternativo de financiación, lo que debilita la capacidad de presión de Washington y Bruselas.
  • Atracción de nuevos miembros: al menos diez países han solicitado estatus de observadores o socios, lo que anticipa un crecimiento que reforzará la densidad económica y política del bloque.

Escenarios a medio plazo

  1. Consolidación como bloque económico

Si el banco de desarrollo prospera y se consolidan corredores comerciales, la OCS podría convertirse en un polo de atracción comparable a la UE o el T-MEC, pero con una base geográfica y cultural mucho más heterogénea.

  1. Reconfiguración del sistema financiero internacional

Una arquitectura paralela de pagos y créditos en yuanes, rublos o rupias reduciría el peso del dólar y el euro en los intercambios globales.

  1. Choque con Occidente

La apuesta de la OCS por un comercio “sin injerencias” puede aumentar la tensión con Estados Unidos y la UE, sobre todo si se percibe como una estrategia para erosionar el orden económico liberal.


 

Claves de la OCS como bloque comercial

  • Fundación: 2001, como foro de seguridad regional.
  • Miembros plenos: China, Rusia, India, Irán, Pakistán, Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Bielorrusia.
  • PIB agregado: alrededor del 25 % del mundial.
  • Población: más de 3.400 millones de habitantes.
  • Objetivos recientes: creación de un banco de desarrollo, impulso a las industrias verdes, coordinación frente a sanciones.
  • Visión estratégica: un sistema multipolar que desafíe la hegemonía occidental.

Cronología de hitos económicos de la OCS

  • 2001: Fundación en Shanghái.
  • 2015: Incorporación de India y Pakistán.
  • 2021: Adhesión de Irán.
  • 2023-2024: Países del Golfo obtienen estatus de socios de diálogo.
  • 2025: Adopción de una estrategia a diez años y propuesta de creación del Banco de Desarrollo de la OCS.

 

domingo, 31 de agosto de 2025

Los aranceles que tensan el vínculo entre Washington y Brasilia



Las relaciones entre Brasil y Estados Unidos atraviesan actualmente una de sus etapas más críticas. La política comercial de Donald Trump, caracterizada por el uso agresivo de aranceles, ha generado un impacto profundo en las exportaciones brasileñas y ha reavivado el debate sobre la autonomía latinoamericana frente a la influencia de Washington. Pero detrás de la disputa por los gravámenes, emerge una dimensión política que trasciende lo meramente económico: las presiones de Trump sobre el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, en claro respaldo al expresidente Jair Bolsonaro.

El giro arancelario de Washington

La Casa Blanca decidió en 2025 ampliar el alcance de la Sección 232 —herramienta que permite restricciones comerciales por razones de seguridad nacional— para incluir el acero, el aluminio y otros sectores industriales estratégicos. Brasil, como segundo exportador mundial de mineral de hierro y proveedor clave de acero para Estados Unidos, se vio inmediatamente afectado.

Los nuevos gravámenes alcanzan hasta el 50% en algunos productos, representando un aumento drástico respecto a tasas previas. Además, se impusieron restricciones sobre bienes agrícolas y manufacturados, desde carnes procesadas hasta productos químicos, amenazando así cadenas productivas vitales para la economía brasileña.

·       Acero y aluminio: incrementos arancelarios de hasta el 50%.

·       Agroindustria: restricciones a carnes procesadas, azúcar y etanol.

·       Manufacturas: químicos y derivados plásticos con nuevos sobrecostes.

·       Excepciones: aeronáutica y algunas materias primas críticas.

La respuesta de Brasil

El presidente Lula calificó las medidas como “unilaterales e injustificadas”, pero ha optado por una postura de cautela, priorizando vías diplomáticas y multilaterales antes que una confrontación directa. Itamaraty, el Ministerio de Exteriores, explora tres rutas principales: recurrir a la Organización Mundial del Comercio (OMC), negociar exenciones sectoriales, y considerar represalias selectivas sobre productos estadounidenses. Además, busca coordinar posiciones con India y otros países igualmente afectados.

·       Negociación bilateral: exenciones para sectores clave.

·       Acción multilateral: demandas ante la OMC, en coordinación con India.

·       Represalias comerciales: gravámenes sobre exportaciones estadounidenses, especialmente en tecnología y bienes de consumo.

India y el paralelismo con Brasil

India ha sufrido el endurecimiento arancelario de Estados Unidos en sectores textiles, químicos y agroalimentarios, generando pérdidas multimillonarias. La reacción india ha sido similar: denuncia ante la OMC y consultas directas con Washington.

Adicionalmente, Trump pretende que la India lo nomine al Premio Nobel de la Paz por sus gestiones diplomáticas para alcanzar un alto al fuego entre India y Pakistán en el conflicto de Cachemira reactualizado este año. Mientras que Nueva Delhi insiste que se alcanzó el alto al fuego en negociaciones bilaterales sin injerencia de otros actores extrarregionales.

Así, dos miembros de los BRICS se ven simultáneamente afectados, lo que en Brasil se percibe como una señal de la estrategia estadounidense frente al bloque emergente.

Trump y los BRICS: un choque estratégico

La ofensiva comercial contra Brasil e India forma parte de la estrategia de Trump hacia los BRICS, grupo que promueve alternativas al dominio económico occidental y aspira a una autonomía estratégica. Para la Casa Blanca, los aranceles cumplen una doble función: disuadir el comercio fuera de los marcos controlados por Occidente y advertir que la cercanía con Pekín o Moscú tiene consecuencias económicas inmediatas.

·       Brasil: aranceles al acero, la agroindustria y manufacturas.

·       India: sanciones a textiles, químicos y alimentos.

·       China: continuidad de la guerra arancelaria iniciada en 2018.

·       Rusia y Sudáfrica: restricciones financieras y comerciales.

Presiones políticas de Trump

Más allá de la disputa comercial, las recientes acciones de Trump han adquirido un matiz explícitamente político. La ofensiva arancelaria coincide con declaraciones públicas —y gestos diplomáticos— de apoyo al expresidente Jair Bolsonaro, que mantiene una agenda internacional activa y busca recuperar protagonismo en la política brasileña.

Trump ha utilizado la presión económica como herramienta para influir en el escenario interno de Brasil, buscando debilitar la gestión de Lula y favorecer la imagen de Bolsonaro ante el electorado, en especial entre los sectores productivos afectados por los gravámenes. Las reuniones entre aliados de Bolsonaro y figuras cercanas al expresidente estadounidense, junto con campañas mediáticas en redes sociales, han reforzado el vínculo ideológico y estratégico entre ambos líderes.

Esta dinámica genera un desafío adicional para Lula: no solo debe gestionar las consecuencias económicas de los aranceles, sino también afrontar una campaña de presión política internacional que busca erosionar su liderazgo y abrir espacio para la rearticulación del bolsonarismo en Brasil. En este contexto, las negociaciones comerciales se entrelazan con la disputa por la legitimidad y la estabilidad interna, mientras las potencias extranjeras juegan un papel cada vez más explícito en los debates nacionales.

Escenarios futuros

Los analistas contemplan tres escenarios en el corto y mediano plazo:

·       Gestión negociada: Brasil logra acuerdos parciales y las tensiones se contienen.

·       Escalada arancelaria: Brasil responde con represalias, EE UU contraataca y el conflicto se amplía.

·       Multilateralización: Brasil e India llevan la disputa a la OMC, prolongando el litigio.

Sin embargo, el trasfondo político marca la diferencia: el comercio se convierte en instrumento de presión estratégica, mientras el escenario brasileño se transforma en arena de pugna entre modelos antagónicos de liderazgo.

Conclusión

La política arancelaria de Donald Trump ha convertido la relación entre Estados Unidos y Brasil en un terreno de confrontación donde lo económico y lo político se entrelazan. Para Lula, la disyuntiva es doble: negociar excepciones que amortigüen el impacto económico inmediato y, al mismo tiempo, resistir las presiones directas para no ceder terreno frente al avance del bolsonarismo incentivado desde Washington. El futuro de la soberanía brasileña depende de la capacidad del gobierno para articular respuestas que protejan su autonomía económica y política, en medio de una disputa global cada vez más marcada por intereses ideológicos y estratégicos.

 

sábado, 30 de agosto de 2025

Crecientes tensiones entre Rusia y Molavia


 

 

Las crecientes tensiones entre la exrepública soviética de Moldavia y Rusia amenazan con crear un nuevo escenario bélico en Europa.

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En la estrecha geografía que separa a Rumanía de Ucrania, Moldavia vive desde hace tres décadas con una astilla clavada: Transnistria, franja separatista amparada por la presencia militar rusa desde 1992. La invasión a gran escala de Ucrania en 2022 convirtió aquella “conflictividad congelada” en un foco caliente de la seguridad europea.

Desde entonces, Chișinău (la capital de Moldavia) denuncia injerencias, campañas de desinformación y chantaje energético; Moscú acusa a las autoridades moldavas de “rusofobia” y se presenta como garante de las minorías. El tablero se tensó aún más en 2024 y 2025: el proceso de adhesión de Moldavia a la Unión Europea arrancó formalmente, la región autónoma de Gagauzia se convirtió en epicentro de la pugna política, y Transnistria volvió a pedir “protección” al Kremlin.

 

¿Cuál es el origen del conflicto?

 

La guerra de 1992 enfrentó al joven Estado moldavo con secesionistas prorrusos del Dniéster, apoyados entonces por la 14.ª Armada soviética. El alto el fuego dejó dos herencias: una misión de “fuerzas de paz” y el Grupo Operativo de Fuerzas Rusas (OGRF), que conserva y custodia depósitos de munición (Cobasna) y mantiene una presencia estimada en torno a entre mil y mil quinientos efectivos —una cifra que oscila según las fuentes— en territorio internacionalmente reconocido como moldavo. Chișinău jamás autorizó esa permanencia; su Constitución proclama la neutralidad permanente y prohíbe tropas extranjeras en su suelo.

La neutralidad, asumida en 1994 tras la derrota militar, marcó durante años la brújula de seguridad. Pero la guerra en Ucrania la ha puesto bajo escrutinio: la presidenta Maia Sandu ha admitido que, en la práctica, lo que ha protegido al país del ejército ruso no es tanto la neutralidad como el parapeto ucranio al este. Aun así, cambiar el estatus exige un referéndum.

 

Aspectos que incrementan las tensiones

  • Transnistria agita el árbol. En febrero de 2024, el congreso de Tiráspol solicitó a las cámaras rusas “medidas para proteger” a la región ante la “presión” de Moldavia, reactivando la retórica de auxilio.
  • Gagauzia, válvula de presión. La autonomía prorrusa en el sur se ha vuelto laboratorio de influencia: su gobernadora, Evghenia Gutsul, fue detenida e imputada por financiación ilícita de la política, y este agosto fue condenada a siete años por canalizar fondos rusos hacia estructuras políticas prohibidas. Moscú lo denuncia como persecución; Chișinău, como lucha contra el crimen organizado.
  • Energía y cuentas pendientes. El viejo contencioso de la deuda con Gazprom —centenares de millones reclamados por la gasista frente a una auditoría que apenas reconoce unos millones— sigue siendo palanca de presión y disputa regulatoria, incluso sobre el control de redes.
  • La vía europea, cuesta arriba. La Unión Europea abrió las negociaciones de adhesión en junio de 2024 y ha desplegado una misión civil (EUPM) para robustecer a Moldavia frente a amenazas híbridas; Bruselas prolongó su mandato en 2025.
  • Temor a un refuerzo ruso. El primer ministro Dorin Recean advirtió en junio que Moscú busca incrementar su contingente en Transnistria —hasta 10.000 hombres— mediante la instalación de un Gobierno afín; Ucrania cifró recientemente entre 1.000 y 1.500 los efectivos actuales.
  • Apoyo político europeo visible. El 27 de agosto de 2025, los líderes de Francia, Alemania y Polonia viajaron a Chișinău para apuntalar a Sandu y su agenda proeuropea ante unas elecciones cargadas de desinformación y dinero ilícito.

 

¿Pueden soldados moldavos combatir en Ucrania?

La cuestión es delicada y, por ahora, improbable como política de Estado. La Constitución impide compromisos militares y la presencia de tropas extranjeras sin una reforma refrendada en las urnas. Las autoridades han sido claras: no enviarán fuerzas a combatir; lo que sí existe —y se ha reconocido— es la presencia de voluntarios moldavos incorporados individualmente a las Fuerzas Armadas ucranias. El encaje legal ha sido objeto de controversia en Chișinău. No obstante, Moscú insiste en que se prepara un contingente de 700 soldados moldavos para ser enviados a Ucrania.

En el plano práctico, además, Moldavia dispone de un ejército pequeño —en el entorno de entre 6.000 y 8.500 efectivos activos— y un presupuesto de defensa reducido, en modernización acelerada con ayuda europea. Su contribución más plausible, si la guerra finalmente estalla tendrán predominio las operaciones de inteligencia, ciberdefensa, control del espacio aéreo y cooperación fronteriza, no un despliegue de grandes masas de tropas de combate.

 

Tres escenarios probables

  1. Contención tensa.


Moldavia sigue estrechando lazos con la Unión Europea y blindando su seguridad interna mientras Rusia mantiene un perfil militar contenido en Transnistria (1.000 a 1.500 efectivos), amplifica la propaganda y explota palancas energéticas y judiciales a través de actores prorrusos (Gagauzia, redes asociadas al fugitivo Ilan Șor). Habrá episodios de sabotaje informativo, litigios energéticos y pulsos regulatorios, pero sin salto cinético. Este es el escenario más probable para los próximo 12 a 18 meses.

 

  1. Escalada contenida en el Dniéster.

Incidentes en la zona de seguridad (ataques con drones, explosiones controladas, ciberataques) elevan el riesgo de error de cálculo. Ucrania presiona para neutralizar depósitos o infraestructura dual en Transnistria; Chișinău refuerza defensas y coopera con la EUPM y socios europeos. Se evita el combate abierto, pero se militariza la vigilancia y crecen los costes económicos y políticos. Probabilidad media si Moscú intensifica su campaña de interferencia o intenta rotar personal en el OGRF.

 

  1. Desestabilización política y giro de timón.

Una coalición prorrusa capitaliza el descontento social y frena reformas pro-UE, abre la puerta a “normalizar” la presencia rusa en Transnistria y bloquea la cooperación con Bruselas. Ello permitiría a Moscú ampliar su presencia militar (objetivo declarado por Chișinău como riesgo) y usar el territorio como palanca contra Ucrania y Rumanía. Es un escenario de menor probabilidad, pero con alto impacto.

 

La evolución más verosímil

A corto plazo, Moldavia seguirá jugando a la resiliencia: reforzará su seguridad interior, saneará el sector energético para reducir dependencia, y escalará en capítulos técnicos de la adhesión europea, con el paraguas de la misión civil de la UE y apoyos financieros.

La presión rusa continuará mediante desinformación, financiación clandestina y lawfare, con picos puntuales en Transnistria y Gagauzia. La opción de un envío oficial de tropas moldavas a Ucrania seguirá fuera de la mesa salvo un cambio constitucional o un deterioro dramático que implique amenaza directa e inmediata —escenario que hoy no es el más plausible—. Mientras, el factor disuasivo principal seguirá estando del lado ucranio: mientras Ucrania contenga al ejército ruso en su frente sur y este, Transnistria permanece aislada, y Moldavia, aunque vulnerable, no será el frente principal.