El Rey de Marruecos muestra especial
preocupación por la situación de los menores no acompañados que migraron a Europa
durante la reciente crisis migratoria.
Durante
años el Reino de Marruecos ha constituido un territorio de tránsito para los
migrantes subsaharianos en búsqueda de una nueva vida en la Europa comunitaria.
Muchos de estos permanecen durante años en el reino alauí a la espera de una oportunidad
para ingresar en forma irregular en Europa.
Después
de dos masivas regularizaciones de migrantes subsaharianos residentes en
Marruecos ordenadas por el Rey Mohammed VI, las estimaciones realizadas por la
Organización Internacional para las Migraciones indican que aproximadamente
40.000 migrantes africanos indocumentados se encuentran en el Reino del Norte
de África.
Cuando
a comienzos del mes de mayo pasado escalaron las tensiones entre Madrid y Rabat
por el ingreso clandestino e inconsulto del criminal separatista Brahim Ghali,
con la escusa de recibir tratamiento médico, los migrantes irregulares
sintieron que se abría la oportunidad que tanto esperaban para intentar llegar
a territorio español.
La
ocasión surgió entre el 17 y 19 de mayo cuando un aluvión migratorio irregular
se volcó sobre la ciudad de Ceuta.
Entre
los varios miles de migrantes subsaharianos arribados a Ceuta había cierto
número de menores marroquíes y de otras nacionalidades no acompañados que con
ímpetus juveniles se lanzaron a aventura no muy bien meditada de buscarse una
nueva vida en España.
Algunos
pronto se arrepintieron de esa decisión incluso algunos padres de esos menores
comenzaron a reclamar el regreso de sus hijos que habían partido sin su
autorización.
Al
conocer esta situación el Rey Mohammed VI, un monarca siempre preocupado por
los marroquíes y en especial por cualquier situación que afecte a los migrantes
y sus derechos humanos, recordemos que Mohammed VI detenta el título de “Líder
de la Unión Africana para las Migraciones”, rápidamente decidió intervenir
en favor de los menores marroquíes involucrados.
El rey
Mohammed VI dio expresas instrucciones a los ministros del Interior y de
Asuntos Exteriores para resolver de inmediato la cuestión de los menores
marroquíes no acompañados para garantizar su seguridad, que reciban un trato humanitarios
y su pronto regreso a la madre patria de todos aquellos que sean debidamente
identificados.
La
decisión real se hace extensiva a solucionar la situación de todos los menores
marroquíes no acompañados y debidamente identificados que se encuentran en
diversos países europeos y tiene carácter retroactivo.
Al
tomar esta decisión el monarca alauí no solo muestra su interés y preocupación
por los menores marroquíes afectados sino que también impide que La Moncloa
utilice la situación de estos migrantes como argumento para enmascarar la
verdadera causa del conflicto abierto entre ambos reinos y lo presente como un
problema que afecta a Europa en su conjunto.
El actual
conflicto tuvo su origen en la decisión del gobierno español de recibir
clandestinamente y proporcionar asistencia a un enemigo declarado de Marruecos
sin antes advertir a Rabat a quien formalmente considera un gobierno amigo y un
socio estratégico.
Las
crecientes diferencias entre ambos reinos se remonta a diciembre de 2020 cuando
el gobierno de los Estados Unidos reconoció la soberanía marroquí sobre el
Sáhara como una forma de poner fin a un conflicto artificial cuyo origen data
de los tiempos de la Guerra Fría.
Pero,
aparentemente, después de más de cuarenta y cinco años, al gobierno español le
resulta difícil resignar sus aspiraciones colonialistas sobre el Norte de
África. Porque si en el Sáhara persiste un conflicto anacrónico que afecta a
millones de marroquíes es precisamente por más de un siglo de colonialismo
español sobre territorios marroquíes.
Nadie
debe llamarse a engaño este es un conflicto entre España y Marruecos y de
ninguna manera un diferendo entre Marruecos y la Comunidad Europea como quieren
hacer creer Pedro Sánchez y sus aliados de la izquierda separatista española.
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