La presencia de un gran contingente de “contratistas”
rusos combatiendo en Siria reabre el debate sobre el empleo de mercenarios en
los conflictos bélicos.
1. LOS CAMBIOS DE LA POST GUERRA FRÍA
En los
primeros años de la Post Guerra Fría las principales potencias militares
iniciaron un proceso de reducción del personal de sus fuerzas armadas. Los
Estados Unidos, por ejemplo, en ese período redujeron sus efectivos militares
de 2.100.000 a 1.400.000 hombres. Esta reducción acompañaba el proceso de
distensión que siguió a los primeros años de la caída del Muro de Berlín,
cuando se anunciaba el “fin de la historia” y algunos pensadores
especulaban con un brusco descenso del número de conflictos internacionales.
También
incidió en este proceso el empleo de nuevas tecnologías, en especial de armas
inteligentes operadas por un número reducido de hombres, como por ejemplo los
dispositivos electrónicos de vigilancia y exploración como los denominados “Swords”
–acrónimo en inglés para los Sistemas de Armas Especiales para la Observación,
Reconocimiento y Detección-[i] y drones.
En
esta forma el gobierno estadounidense dio el primer paso hacia la formación de
ejércitos mixtos de soldados humanos y máquinas guerreras autónomas propios de
un filme de la Guerra de las Galaxias.
Pronto
fue evidente, que los conflictos bélicos mutaban su naturaleza, pero no
descendía ni en número ni en la virulencia de los enfrentamientos. Cuando el
choque ideológico se transformó en choque de civilizaciones la violencia étnico
– religiosa degeneró en violentos conflictos en regiones de escaso valor
estratégico pero que terminaron involucrando a las potencias occidentales. Más
aún, comenzaron a multiplicarse las denominadas “misiones de paz” y “actividades
humanitarias” implementadas por los ejércitos que, aunque en raras
ocasiones demandaban el empleo efectivo de la fuerza militar, implicaban el
despliegue de numerosos contingentes militares en las más remotas geografías y
su mantenimiento por períodos prolongados.
La
multiplicación de sus compromisos militares globales ha obligado a varios
países, pero especialmente a los Estados Unidos, a replantear el número de
efectivos de sus fuerzas armadas e incluso a incrementar el reclutamiento de
soldados. Pero, la incorporación de nuevos reclutas no ha sido un proceso
sencillo pese a que el gobierno americano ha incrementado los incentivos
económicos.
Las
necesidades de mayor personal militar y otras consideraciones de orden
político, como la de sortear algunas de las limitaciones que el Congreso o los
problemas de posibles violaciones a los derechos humanos en ciertas operaciones
militares, han llevado a las sucesivas administraciones estadounidenses a la
contratación de empresas privadas de seguridad e inteligencia. Se trata de las
denominadas “empresas de servicios militares”, que operando bajo la
cobertura legal “consultores”, “especialistas” y “expertos”,
constituyen verdaderas fuerzas mercenarias.
Los
Estados Unidos incrementaron el uso de contratos militares externos durante los
años noventa, debido a la citada reducción de sus efectivos militares, cuando
el estallido de numerosos conflictos étnicos y regionales aumentó bruscamente
la demanda de personal militar. Durante la operación “Tormenta del
Desierto”, el Ejército estadounidense empleó a un “especialista”
civil por cada cincuenta soldados regulares. Los conflictos étnicos de Bosnia
Herzegovina, a mediados de esa década, y el de Kósovo, en 1999, hicieron que la
proporción aumentara a uno cada diez, cifra que se mantuvo en ese nivel durante
la Guerra del Golfo en 2003.
Las
empresas de servicios militares comenzaron a crecer cuando durante la
presidencia de George Bush, su secretario de Defensa, Dick Cheney, ordenó la
realización de un estudio que determinó la conveniencia para los Estados Unidos
de impulsar la privatización de su ejército. Aquel informe fue elaborado
precisamente por una consultora de servicios militares Brown & Root
Services -filial de Halliburton, que luego dirigiría el propio Cheney desde
1994 hasta que se incorporó a la vicepresidencia-. El estudio, que costó un
total de nueve millones de dólares, demostraba que era mucho más rentable
-tanto en términos económicos como políticos- delegar ciertas tareas militares
en empresas privadas.
Poco
más de una década más tarde, tal como estima Peter Singer, analista del
Brookings Institution, un prestigioso centro de estudios internacionales de los
Estados Unidos, las empresas de servicios militares manejan un negocio de
100.000 millones de dólares anuales y sus servicios incluyen el mantenimiento
de sistemas de defensa o la modernización de las fuerzas armadas en países de
los cinco continentes, la protección de minas de diamantes y pozos petroleros
en las más remotas geografías del mundo y hasta la custodia de personal de la
ONU y de ongs en misiones humanitarias en zonas de guerra.
Tal
como afirma Rosa Towsend, corresponsal en Miami del diario español “El País”,
las empresas de servicios militares “se encargan esencialmente de lo que los
estados ricos no quieren hacer o los pobres no pueden hacer. Permite a los
ricos reducir sus presupuestos de defensa concentrándose en guerras
prioritarias para su seguridad y subcontratando el resto, y hace asequible a
los pobres un nivel de poderío militar del que carecen”.
No
obstante, la visión negativa y hasta jurídicamente condenatoria que rodea a
este tipo de cuerpos militares, muchas veces totalmente acertada y justificada,
actualmente existen razones para la creciente utilización de empresas de
servicios militares. Por un lado, están las mayores demandas de seguridad,
entre las que figuran las presiones del mercado, la generalización del crimen
organizado transnacional, la inseguridad en amplias regiones del Tercer Mundo,
la industria del secuestro, el terrorismo internacional y las tensiones
políticas derivadas de la aceleración del cambio social, entre otros riesgos y
amenazas a la seguridad en un mundo globalizado.
Las
fuerzas militares y de seguridad en muchos países del Tercer Mundo, faltas de
presupuesto, mal instruidas y con equipos obsoletos, frecuentemente minadas por
la corrupción, no se encuentran en capacidad de satisfacer estas demandas de
seguridad.
Por
otro lado, los ciudadanos de los países prósperos del mundo tecnotrónico no se
sienten proclives a incorporarse a la profesión militar cuando deben arriesgar
la salud y la vida en remotas e inhóspitas regiones del planeta muchas veces
por el mismo salario que obtendrían en otra actividad laboral menos riesgosa en
su propio país. Mientras que sus gobiernos –y en especial los cuerpos
legislativos- muestran resistencias a arriesgar a sus ciudadanos en los
conflictos del Tercer Mundo, no obstante, deben proteger a sus inversiones e
intereses allí.
En
esta forma se crea una demanda de seguridad insatisfecha que es cubierta por
las empresas de servicios militares que disponen de capitales para invertir en
equipamiento sofisticado y reclutar a los profesionales de la seguridad mejor
capacitados y con experiencia de combate, brindando ofertas salariales
imposibles de asumir por los gobiernos.
En
este contexto, es lógico que la comercialización de servicios militares
privados constituya una “industria” en expansión.
En la
actualidad, las empresas de servicios militares son compañías multinacionales
que se encargan del apoyo logístico, labores de formación, seguridad,
información, análisis de riesgos y mucho más. Operan en el contexto de un
mercado abierto, trabajan varios “contratos” al mismo tiempo y presumen
de su profesionalidad. Para implementar sus proyectos apelan a reclutar
personal con experiencia militar o ex miembros de las fuerzas de seguridad. En
general prefieren a individuos que registren experiencia de combate adquirida
en zonas de conflicto y que, por tanto, han demostrado su idoneidad en
situaciones de alto riesgo.
Muchos
de estos expertos figuran en varias bases de datos, pasan rápidamente de un
contrato –y de una empresa- a otro, llegando, en ocasiones trabajar como “contratistas”
independientes. Aunque la mayoría de ellos muestra una alta capacitación técnica
y dominan la utilización de elementos tecnológicos de última generación, otros
recuerdan peligrosamente a los mercenarios de los años sesenta. En esa época
los mercenarios se movían al borde de la legalidad cuando prestaban servicios
en Biafra o en el Congo y se reclutaban por avisos en la revista “Soldier of
Fortune”.
3. LAS VENTAJAS DE LOS EJÉRCITOS
PRIVADOS
Los
defensores del empleo de empresas de servicios militares señalan que las mismas
permiten a los gobiernos contar con personal con conocimientos técnicos
especializados, y que su empleo no demanda de autorizaciones políticas
especiales para enviar personal a regiones conflictivas. En 1994, Estados
Unidos contrataron a la empresa Military Profesional Resources International
–MPRI- para que “asesorara” al gobierno croata. De esa manera, el
presidente del país, Franjo Tudjman, obtuvo las ventajas de la ayuda militar
estadounidense a través de una empresa privada. Londres también ha promovido
contratos de este tipo en países donde empresas británicas tenían intereses
comerciales. Algo similar ocurrió en Colombia, cuando el Congreso
estadounidense aceptó proporcionar 1.300 millones de dólares en asistencia para
la seguridad en el marco del “Plan Colombia”; pero impuso una cláusula,
estableció que no podían permanecer en forma simultánea más de 500 soldados
estadounidenses y 300 empleados civiles en territorio colombiano, tampoco
podían participar directamente en combates. A mediados de 2004, el presidente
Bush, bajo la lógica confrontativa exigió al Congreso incrementar el número de
militares estadounidenses, de 400 a 800. Sin embargo, sólo le fue autorizado un
incremento de 100 militares sobre los 400 en funciones.
El
gobierno estadounidense burló estas limitaciones empleando personal perteneciente
a diversas empresas de servicios militares que incluso en ocasiones se vieron
involucrados en acciones militares directas.
Según
otras informaciones, la empresa Lagie Aviation Service and Technology, Inc.
–LAST-, subcontratada por la DynCopr, ayudó al teniente coronel Oliver North,
durante el escándalo Irán – Contras de los años ochenta, a transportar armas y
municiones para los insurgentes nicaragüenses en su lucha contra el gobierno
sandinista.
También
Rusia ha apelado al empleo de empresas de servicios militares, desde la época
de los años noventa, en las guerras de la ex Yugoslavia.
En
2013, personal de combate de la firma rusa Slavonic Corpsera, con sede en Hong
Kong, combatió con las fuerzas de Bachar al Assad en Siria. Aunque su desempeño
no fue bueno, la compañía se disolvió tras una derrota sufrida en las
inmediaciones de la ciudad de Sukhnak, al sur de Siria.
Al
Assad se negó a pagar el contrato e incluso se incautó el equipamiento de los
mercenarios. A su regreso a Moscú sus integrantes fueron detenidos por el FSB
(Servicio Federal de Seguridad) acusados de intervenir militarmente sin
autorización gubernamental, violando el artículo 348 del Código Penal de Rusia.
Los
mercenarios rusos reaparecieron en 2014 en Ucrania. Efectivos de una firma
sumamente opaca de servicios militares, Wagner Group, dirigida por Dmitry
Utkin, un ex teniente coronel de la 2° Brigada de Spetznaz (Fuerzas Especiales
rusas) trabajando para Moscú se desplegaron en la región de Donbass.
La
región estaba inmersa en una guerra entre las repúblicas separatistas de
Donestk y Lughansk y el gobierno de Kiev. En ese escenario habían entrado en
acción diversas iniciativas “privadas” como el “Batallón Vasto”, desplegado en
2014, o una serie de grupos de heterogénea composición que va desde antiguos
combatientes de Afganistán, aventureros, fanáticos extremistas y cosacos. Los ucranianos
acusan al FSB y al GRU (el Departamento Central de Inteligencia del Ejército
ruso) de estar detrás de la actividad de estos grupos.
En la
autoproclamada República Popular de Lughansk, personal del Wagner Group habría
cumplido además funciones de guardia pretoriana de su actual mandatario, Igor
Plotinski, y colaborado en la eliminación de sus opositores internos.
Tras
un buen desempeño en el conflicto ucraniano y con la experiencia adquirida en
operaciones reales, los componentes de Wagner comenzaron a recibir
adiestramiento en la base de la 10ª Brigada Especial del GRU, en la localidad
de Molkino, territorio de Krasnodar. Luego son enviados a Siria con el mayor
sigilo, desde del aeropuerto militar de Primorsko-Ahtarskiy, situado a unos 200
km de distancia del campo de entrenamiento.
Pronto
los contratistas del Wagner Group fueron desplazados en Siria para cumplir
“misiones especiales” antes de 2015, fecha en la que de manera oficial Rusia
informó el envío de “asesores especiales” a sus bases en el país de Medio
Oriente.
En
2016, entre mil y mil seiscientos contratistas del Wagner Group habrían
mantenido una presencia estable y simultánea participando en zonas delicadas.
Los contratistas rusos jugaron un papel decisivo en la contraofensiva que
arrebató la histórica ciudad de Palmira de manos de los yihadistas del Daesh.
Recientemente,
fuentes de inteligencia occidentales estimaban en otros dos mil hombres del
Wagner Group acababan de ser transportados por vía aérea a Siria y que el total
de contratistas rusos alcanzaría a cinco mil combatientes. Estos contratistas,
que operan bajo la bandera del gobierno sirio, son ex militares pertenecientes
a unidades de elite de las fuerzas armadas rusas.
Desde
que fueron desplegados en Siria, los contratistas rusos han tenido
aproximadamente quinientas bajas en combate, la mayoría de ellas mortales.
2.
VENTAJAS
DEL EMPLEO DE CONTRATISTAS DE SEGURIDAD
El
empleo de estas empresas en tareas logísticas o de protección de objetivos
secundarios permite que las fuerzas nacionales que son escasas estén
disponibles para su utilización en operaciones estratégicas de mayor
relevancia.
Los
gobiernos que emplean a empresas de servicios militares suelen afirmar que los
expertos privados resultan más económicos. Sin embargo, los informes existentes
sobre la Guerra del Golfo indican que los civiles contratados para tareas de
seguridad reciben sueldos muy elevados –20.000 dólares mensuales- que triplican
lo percibido por un soldado reclutado. Otros afirman que las empresas privadas
resultan más económicas porque los gobiernos ahorran los gastos de
reclutamiento, formación y especialización del personal militar. Sin embargo,
la mayoría de los civiles contratados han adquirido su capacidad para el
trabajo militar y de seguridad cumpliendo funciones dentro de algún ejército
nacional. Incluso algunos gobiernos han mostrado preocupación porque el
atractivo de los altos sueldos abonados por las empresas privadas de seguridad
atenta contra la capacidad de los ejércitos nacionales para retener al personal
más calificado, en especial a cuerpos elite, de lucha antiterrorista, expertos
en contramedidas electrónicas, etc.
El
Brasil, en enero de 2005, las autoridades investigaron las actividades de dos
ciudadanos alemanes: Frank Salewski y Heiko Helmut Seilbold quienes en
representación del departamento de Seguridad Global de la firma Iveco
International Corporation, intentaron reclutar en secreto a unos 500 militares
y ex militares brasileños para cumplir misiones militares en territorio iraquí
por un salario de entre 6.600 y 8.000 dólares mensuales. Militares y miembros
de la Gendarmería Nacional de Argentina, que han participado de misiones de
paz, a su regreso al país han declarado que fueron tentados por empresas de
servicios militares para trabajar en forma privada. Incluso existen versiones
que miembros de los grupos paramilitares desarmados en Colombia –sobre todo los
que eran ex militares o tenían gran experiencia de combate- fueron reclutados
para tareas de seguridad en Irak.
Probablemente,
la mayor ventaja económica resida en el hecho de que la empresa privada de
seguridad trabaja por contrato y una vez finalizado el mismo cesan los costos
que ella ocasiona. Mientras que los soldados reclutados deben conservarse aún
en períodos de paz y luego ocasionan erogaciones en forma de jubilaciones,
pensiones, gastos médicos y otras compensaciones por las lesiones sufridas.
Por
último, la actividad de especialistas privados disminuye las repercusiones
sobre la opinión pública del empleo de personal militar. Tal como ha admitido
la ex embajadora de los Estados Unidos en Colombia, Anne Peterson, si un
especialista militar contratado por una empresa internacional de seguridad
fallece en el transcurso de alguna operación la repercusión es mínima, es un
empleado más que muere en un “accidente de trabajo”. Mientras que si el
caído es un militar estadounidense llegará a Washington un ataúd con una
bandera estadounidense y mucha gente comenzará a hacer preguntas y se llevará a
cabo una investigación de cómo y bajo qué circunstancias se produjo su deceso.
Tal
como veremos a continuación, las empresas privadas de seguridad constituyen en
verdad filiales de holdings mayores que ofrecen también tecnología de
computación, servicios de aviación, asesoría financiera y de administración.
Por lo general, su directorio está integrado por antiguos y brillantes jefes
militares, ex diplomáticos y ex funcionarios de organismos internacionales y
hasta algún ex jefe de Estado en retiro.
En la
mayoría de los casos, estas empresas son contratadas por gobiernos débiles. Su
propuesta comercial es realmente atractiva: guardar la seguridad interna, aniquilar
grupos sediciosos armados, formar e instruir a las fuerzas de seguridad y
militares locales, crear e instruir los servicios de inteligencia, conformar
cuerpos de elite o guardias de seguridad para los dirigentes locales, etc.
Las
empresas de servicios militares firman contratos legales con organismos
internacionales o gobiernos constitucionales. Sus dirigentes argumentan siempre
que gran parte de sus tareas están al servicio de gobiernos legítimamente
elegidos y constituidos o que desarrollan misiones “humanitarias” de
mantenimiento de la paz.
5. LAS MULTINACIONALES DE LA GUERRA
Seguidamente
mencionaremos las principales (aunque en modo alguno las únicas) empresas de
servicios militares:
Academi
Academi es el principal contratista de Estados Unidos. Se conoce mejor por su antiguo nombre, Blackwater cambiado después de varios grandes escándalos por matanzas de civiles en Irak y Afganistán. La empresa, fundada en 1997, firmó el primer contrato (27,7 millones de dólares) con el Pentágono para el envío de sus tropas a Irak en 2003. Un año más tarde, ya recibió unos 320 millones de dólares por sus servicios. En total, hasta 30.000 empleados de esta empresa contratados por Estados Unidos pasaron por Irak.
Academi es el principal contratista de Estados Unidos. Se conoce mejor por su antiguo nombre, Blackwater cambiado después de varios grandes escándalos por matanzas de civiles en Irak y Afganistán. La empresa, fundada en 1997, firmó el primer contrato (27,7 millones de dólares) con el Pentágono para el envío de sus tropas a Irak en 2003. Un año más tarde, ya recibió unos 320 millones de dólares por sus servicios. En total, hasta 30.000 empleados de esta empresa contratados por Estados Unidos pasaron por Irak.
G4S
Es la compañía con el mayor número de empleados del mundo, con más de 620.000. En 1901 el danés Marius Hogrefe creó una pequeña empresa de seguridad que con el tiempo se transformó el gigante G4S y se mudó al Reino Unido. En la actualidad, la mayor parte de su negocio son servicios de seguridad en bancos y aeropuertos por todo el mundo, pero también está presente en la protección de prisiones, puestos de control y asentamientos de Israel en Cisjordania. Además, G4S se encargó de la seguridad durante los Juegos Olímpicos de 2012.
Wagner Group
No existe oficialmente en ninguna parte de Rusia porque la
legislación rusa, al menos por el momento, no autoriza la existencia de
empresas de servicios militares. Sin embargo, recluta personal y lo entrena en
la base de la 10ª Brigada de Tropas Especiales de la GRU, que se encuentra
cerca de la localidad de Molkino, en Krasnodar en el Sur de Rusia, a unos
ciento cincuenta kilómetros al noroeste del Mar Negro. Su CEO es Dmitry Utkin,
un antiguo spetznaz.
Defion Internacional
La compañía con sede en Perú también tiene oficinas en países como Emiratos Árabes e Irak. Generalmente se dedica a reclutar contratistas latinoamericanos para misiones por todo el mundo. Aumentó su capital entrenando al personal de otra compañía militar privada, Triple Canopy, para la guerra de Irak. Envió a unas 3.000 personas a Bagdad.
aily.com
Aegis Defense Services
Esta compañía ha participado en misiones militares en unos 40 países, contratada por 20 Gobiernos e incluso por Naciones Unidas. Fundada en 2002 en Inglaterra, ahora tiene oficinas también en Estados Unidos, Afganistán y Bahréin y tiene unos 5.000 empleados. Aegis está presente en Irak, contratada por el Pentágono por casi 300 millones de dólares. En 2005 se difundió un vídeo que supuestamente muestra a los mercenarios de Aegis disparando contra civiles iraquíes.
Triple Canopy
La empresa fue creada en 2003 por un grupo de veteranos de las fuerzas especiales de Estados Unidos. En abril de 2009, cuando Blackwater estaba bajo investigación, sus contratos con Washington en Irak fueron asignados a Triple Canopy. Actualmente sus tropas cuentan con 1.800 soldados desplegados en Irak, con un contrato de 1.500 millones de dólares. Además, tiene varios miles de soldados alrededor del mundo, protegiendo incluso algunas instalaciones nucleares.
DynCorp
La empresa fue creada en 1946, bajo el nombre de “California
Easter Airways Inc.” Por un grupo de pilotos norteamericanos que después de
la Segunda Guerra Mundial decidieron fundar una empresa aérea de carga. Desde
1987 lleva su nombre actual. Prestó sus servicios en la guerra de Corea,
Vietnam, en la Operación Tormenta del Desierto, en tareas de contrainsurgencia
en El Salvador, Bosnia y actualmente son conocidas sus operaciones en Colombia
e Irak.
Su casa
matriz está en Reston, Virginia. Tiene aproximadamente veintitrés mil empleados
desplegados en varias partes del mundo, cuenta con 550 clientes y sus ingresos anuales ascienden a 3.400 millones de dólares. El 98% de sus ingresos provienen de 34 instituciones
gubernamentales estadounidenses, tales como el Departamento de Estado, el
Departamento de Defensa, el FBI, la DEA, el ejército, el departamento de
prisiones, etc.
Tan sólo la
dirección aeroespacial de DynCorp se ocupa del mantenimiento de 80% de las
naves de la NASA y de 60% del parque de helicópteros con que cuenta el ejército
estadounidense.
Desde 1997,
la empresa tiene un contrato de seiscientos millones de dólares con el Departamento
de Estado de los Estados Unidos. En la llamada “guerra contra las drogas”,
fumiga desde el aire los cultivos de coca en Colombia con el herbicida
glifosato, entrena a los pilotos de las fuerzas armadas colombianas, peruanas y
bolivianas, y es responsable del mantenimiento de los helicópteros.
Su filial
DynCorp Aeroespace Technologies, Inc. suministra pilotos, personal técnico y de
mantenimiento para apoyar a la Brigada Antinarcóticos del Ejército y el programa
de erradicación de la policía colombiana. Sus empleados vuelan helicópteros
Black Haws y Huey II donados por el gobierno de los Estados Unidos mediante un
contrato de 79.200.000 dólares. También entrenan pilotos y técnicos
colombianos. Los pilotos colombianos son entrenados en el fuerte Ruker, de
Alabama, para efectuar vuelos nocturnos en zonas de conflicto, a través de un
contrato de 1.292.000 dólares.
En tanto
que la filial DynCorp Aerospace Operations, Ltda. Suministra asesores para el
programa de entrenamiento de perros antinarcóticos, especialistas en
combustible, contadores, secretarias, conductores y varios tipos más de
personal que presta servicios en el Ejército y la Policía de Colombia, así como
a la sección antinarcóticos de la Embajada de los Estados Unidos en Colombia
por un contrato de 4.875.017 dólares.
El contrato
con el Departamento de Estado no establece que el personal de DynCorp deban
participar de operaciones de combate en Colombia, mientras el personal militar
estadounidense permanece como entrenadores en las bases militares. Sin embargo,
fueron empleados de la DynCorp quienes intervinieron el 18 de febrero de 2003,
cuando los guerrilleros de las FARC obligaron a un helicóptero de las Fuerzas
Armadas Colombianas que realizaba fumigaciones a un aterrizaje forzoso en la
región de Caquetá. Los mercenarios, con uniforme estadounidense, arribaron al
lugar en tres helicópteros Huey II para rescatar al piloto colombiano,
Giancarlo Cotrino, y mientras uno de ellos aterrizó, los otros dos le brindaban
cobertura de fuego. Después de este incidente, el gobierno de Washington
declaró que se trató un ataque de la guerrilla contra personal civil.
Unity Resources Group
Aunque su propietario es australiano, su sede principal se encuentra en Dubái. Se creó en 2000 y ya tiene unas 15 oficinas por todo el mundo, tres de ellas en Irak, país donde reforzó su presencia a medida que se iban retirando las tropas de la coalición internacional. En su historia hubo también dos grandes escándalos por tiroteos en Irak que provocaron la muerte de un profesor australiano y de dos mujeres civiles.
6. CONCLUSIONES
La
privatización de la guerra permite a los gobiernos eludir las limitaciones que
les imponen sus propios pueblos, las disposiciones del derecho humanitario y la
presión de la opinión pública internacional desplazando su responsabilidad
sobre las acciones militares y las eventuales violaciones a los derechos
humanos sobre empresas privadas aprovechando las falencias que presenta la
legislación internacional para controlar la actividad de estas empresas.
[i]
SWORDS: Suele tratarse de vehículos robotizados, operados a control remoto,
equipados con ametralladoras M2 40 y M2 49, cuatro cámaras, equipamiento de
visión nocturna, etc. Por lo general, operan en base a baterías de litio.
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