YAKUZA, CRIMEN ORGANIZADO EN JAPÓN
Por el
Prof. Dr. Agozino
UN
GRUPO INMERSO EN LA CULTURA JAPONESA
En Japón la mafia
recibe el nombre de "Yakuza"
y tiene un origen antiquísimo, varias veces centenario. Como grupo criminal
tiene muchas particularidades. En primer término, si bien se trata de una
organización criminal sus miembros aceptan un nivel de exposición pública
inusual para grupos de este tipo. Todo el mundo conoce a los yakuza, saben
quienes son y donde se reúnen. Algunos de sus clanes tienen incluso oficinas
con el logotipo del grupo en la puerta de sus oficinas. Están muy relacionados con
el mundo político y las autoridades policiales. Admiradores incondicionales del
Emperador, nostálgicos de los valores guerreros del Japón feudal, los yakuzas mantienen
lazos con los medios extremistas ultranacionalistas.
Jamás asesinarían
a un miembro del gobierno, como suelen hacerlo muchos grupos criminales.
Incluso en las raras ocasiones en que se ven obligados a cometer un crimen
violento, algún miembro del clan yakuza se hará responsable del mismo para
evitar que las autoridades policiales se expongan al desprestigio al no poder
hallar al culpable.
En sus filas
aceptan a miembros no japoneses, usualmente chinos, coreanos o vietnamitas, en
este sentido se diferencian de los grupos criminales italianos que sólo aceptan
a los nacidos en su propia región (por ejemplo: para alcanzar la condición de “hombre de honor”, es necesario ser
siciliano de nacimiento).
Los yakuza
constituyen un estamento social diferenciado en el Japón. La sociedad japonesa
los considera como parias, y ellos suelen complacerse con le papel que les
adjudican. Los yakuzas suelen considerarse a sí mismos como condenados. Se
sienten como auténticos herederos de la tradición samurái, como una suerte de
héroes en un microcosmos cerrado.
En opinión del
experto francés Jean-Franҫois Gayraud: “Aún en nuestros días, los yakuza gozan de
una gran tolerancia y de una perfecta visibilidad social. Están establecidos
bajo la forma de asociación o empresa, y tienen domicilio social, tarjetas de
visita, logotipos, chapas (pins) y revistas. Sus miembros patrullan las calles
a la vista de todos, vestidos con las camisetas identificativas de su banda. Se
acepta su presencia como un elemento
normal y permanente, como la expresión de la marginalidad inherente a la vida
social. Todo bien implica la existencia de un mal. Y ese mal necesario pretende
estar al servicio del bien. El <continente negro> -sobrenombre de los
yakuza- se consideran la sombra que la sociedad proyecta.”[i]
Es decir, que la
yakuza es un grupo criminal perfectamente adaptado a la cultura e idiosincrasia
japonesa.
EL
ORIGEN DEL NOMBRE
El nombre “yakuza” tiene un origen muy curioso,
ligado a las primeras organizaciones criminales que controlaban el juego en
Japón. Uno de los juegos de naipes más
extendidos se denomina “Oicho-Kabu”, es
similar a los juegos occidentales como el blackjack
o el bacarat. Usualmente puede jugarse
con diecinueve naipes del tipo kabufuda, naipes de flores del tipo hanafuda del
cual se descartan los dos últimos meses o incluso con naipes occidentales si se
retiran los comodines y los ases se computan como “uno”.
Cada jugador
recibe tres naipes, y el último dígito de la cifra total será la puntuación de
la mano; por tanto, si la mano del jugador es 20 -el punto más bajo-, el total
será cero. El objetivo del juego es que el triunfador sume “nueve” puntos con
sus tres naipes. Una de las malas combinaciones es la secuencia de 8, 9 y 3;
números que en japonés se pronuncian “ya”,
“ku”, “za”. El nombre de esta
combinación perdedora cobró gran popularidad entre los criminales japoneses que
terminaron por utilizarla para referirse a sí mismos.
LA
TRADICIÓN SAMURAI
Para
comprender mejor el fenómeno criminal de la yakuza es conveniente tener
presentes algunos datos de la historia japonesa. En el año 794 se estableció la
capital de Japón en el área que hoy ocupa Kioto. En esa época el budismo
esotérico de las sectas Tendai y Shingon se hizo muy popular y los aristócratas
buscaron la “salvación” a través de
ceremonias y ritos. Se produjo una sofisticación de la cultura japonesa, que
hasta ese entonces se manejaba con la escritura ideográfica china, teniendo
como eje central a la corte imperial. Hubo un avance literario sorprendente con
la creación del kana, una escritura
silábica que se ajustaba a la fonética japonesa.
En
el campo militar, hacia el año 860 se pudo apreciar la aparición de un cuerpo
militar con todas las características de los futuros guerreros samuráis,
jinetes a caballo diestros en el uso del arco, además del empleo de las espadas
de hojas curvas: katanas. Estos
militares a caballo gozaban de total confianza del “Trono del Crisantemo” y se encargaban de la seguridad de las
ciudades así como de luchar contra las revueltas que se produjeran.
Por
ese entonces, comenzó un proceso de descentralización del gobierno que llevó a
que la administración local enfrentara dificultades especialmente en el campo
de la seguridad. Durante el siglo IX, Japón sufrió un grave declive económico a
consecuencia de plagas y diversas hambrunas. A principios del siglo X, se
produjeron numerosos disturbios, desórdenes y rebeliones debido a la situación
que se vivía. El gobierno tomó la decisión de conceder amplios poderes a los
gobernadores locales para reclutar tropas de guerreros: jinetes hábiles en el
empleo de las katanas y arcos. Es en
esta época que comienza a emplearse la palabra “samuráis”, “aquellos que
sirven”, en un contexto meramente militar. Hacia el año 935 estos guerreros
comenzaron a transformarse en una suerte de aristocracia local.
Luego
en forma gradual, algunos aristócratas que no pudieron obtener altos cargos en
el gobierno emigraron a las provincias y asumieron el liderazgo sobre los
guerreros samuráis locales, sobresaliendo el clan Taira y el clan Minamoto; de
igual manera, en la capital el clan Fujiwara empleo a estos guerreros como
guardia personal y en los templos budistas existían monjes armados que protegían sus propiedades.
Varios
siglos después durante el período Edo, también conocido como período Tokugawa,
que abarca entre los años 1603 y 1868, se consolidó la estructura social en
tres estamentos: el estamento gobernante samurái, el agrícola y el ciudadano
(artesanos, mercaderes y comerciantes. Los samuráis se organizaron y
desarrollaron un sistema administrativo eficiente y legal, así como avanzaron en
varios campos de la erudición.
Al
inicio de ese período, debido a la prosperidad y estabilidad que siguió a las
incontables guerras civiles de la época precedente, algunos señores feudales, daimyros, comenzaron a reducir el número
de samuráis a su servicio. Aproximadamente, medio millón de estos guerreros
expertos en el arte de guerra de vieron privados de su empleo.
Los
más afortunados se transformaron en comerciantes en ciudades como Osaka, Nagoya
y Edo, la antigua Tokio. Otros se
transformaron en funcionarios, filósofos, literatos, jugadores o actores
ambulantes. Pero otros no tuvieron tanta suerte, estos samuráis sin empleo
comenzaron a deambular sin hogar y se convirtieron en ronin (mercernarios) vendiendo su espada al mejor postor.
Pronto
de dio a estos guerreros sin amo el nombre de “kabuki-mono” (locos), denominación que prosperó entre las
autoridades locales. Su extraño estilo de vestir y particular corte de cabello,
así como su comportamiento violento, grosero y desconsiderado, unido al hecho
de que portaban peligrosas katanas,
llamaba la atención y despertaba el temor de todos los pobladores que se cruzaban con ellos.
Muchos
guerreros se transformaron en bandidos, los “hatamoto-yakko”,
en bandas saquearon ciudades y aldeas por todo el Japón. Forzados por la
necesidad se organizaron en familias y clanes para controlar territorios. En
esta forma evolucionaron como organizaciones criminales dedicadas inicialmente a
actividades tales como la prostitución, el juego clandestino y la mikajine (extorsión).
Los
kabuki-mono solían agredir sin
provocación ni motivo a las personas sembrando el pánico entre los aldeanos y
comerciantes. Los yakuza actuales, sin embargo, no quieren reconocer a los kabuki-mono como sus antepasados,
prefieren considerarse como descendientes de los machi-yakko (servidores de la ciudad). Estos samuráis mercenarios
se convirtieron en defensores de las ciudades contra los ataques de los hatamoto-yakko. Naturalmente, estas
milicias populares, no tardaron en
transformarse en pequeños feudos organizados jerárquicamente, tomando a su vez
el control de las actividades criminales en el lugar. Al poco tiempo, los ronin controlaban la mayoría de los
negocios ilegales en Japón.
NACIMIENTO
DE LA YAKUZA
Hacia
el 1689, el shogunato Tokugawa
reprimió a los hatamoto-yakko y
prohibió el juego. Pronto los ronin
se mezclaron con otros elementos marginales, tales como los “bakutos” -tahures- y “tekiyas” –vendedores callejeros-.
Ambos grupos tenían distintas costumbres y características, y en razón de ello,
la policía japonesa continúa clasificando a los miembros de la yakuza en una u
otra categoría, pero tanto unos como otros reclutaban sus elementos entre los
pobres, los siervos sin tierra y los delincuentes e inadaptados existentes en
todas las sociedades.
Los “bakuto” eran bandas organizadas
de jugadores profesionales muy disciplinados, que fueron degenerando
progresivamente con la incorporación de inadaptados y timadores en grupos
claramente delictivos. No sólo aportaron al hampa del país la tradición del
juego, sino también la costumbre de cercenarse los dedos y el uso por primera
vez de la palabra yakuza.
Los “tekiya” también eran bandas
organizadas, pero de vendedores callejeros que mentían sobre la calidad de sus
productos y ejercían su dominio sobre los puestos ambulantes que se instalaban
en ferias de mercaderes levantadas en torno a los templos y lugares santos. Los
“tekiya” tenían y siguen teniendo una
merecida reputación de vender mercancías de mala calidad y de engañar al
cliente, poseyendo un amplio y probado repertorio de técnicas para estafar.
Estos grupos solían acoger en su amplia red a delincuentes prófugos de la ley,
a quienes cobraban por su protección frente a las autoridades.
En el año 1867,
hacia el fin de la Era Tokugawa,
los mafiosos comenzaron a extender sus actividades por todo el territorio
japonés y establecieron conexiones con
grupos ultranacionalistas -que perduran en la actualidad- e influyentes
políticos que utilizaron a la yakuza para sus propios fines. Como cuando, en
1895, miembros de la yakuza asesinaron a la reina de Corea para desestabilizar
el país y permitir la invasión por parte de tropas japonesas y su anexión como
colonia del Japón hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Precisamente, fue
la aparición del “mercado negro”
originado por la guerra con China y la
Segunda Guerra Mundial lo que permitió a la yakuza extender sus actividades
sobre la industria naviera y de la construcción. Al término de la Segunda
Guerra Mundial hicieron su aparición en el Japón de la ocupación, los gurentai, mafiosos de estilo
estadounidense que despreciaban la tradición yakuza y que combatían con ellos.
Los gurentai eran obreros
desempleados por el cierre de las fábricas y estudiantes que se vieron forzados
a dejar sus estudios. Solían vestirse a la usanza occidental (trajes negros,
gafas con cristales espejados y sombreros), se desplazaban en lujosas limusinas
negras y preferían la metralleta a la katana. Los gurentai eran muy activos en
el mercado negro y el tráfico de drogas por lo que pronto entraron en conflicto
con los yakuza.
Pese a los
enfrentamientos frecuentes, los gurentai sobrevivieron unos veinte años, luego,
gradualmente, fueron absorbidos por las familias yakuza.
En la posguerra,
los yakuza incrementaron su accionar con el comercio de estupefacientes -que
habían iniciado durante la guerra con el robo de anfetaminas de los almacenes
militares-, la prostitución y los deportes de masas -desde el sumo al beisbol-,
los espectáculos, teatros, locales nocturnos, etc.
LA ESTRUCTURA DE LA YAKUZA
Desde
entonces la yakuza ha continuado expandiendo su poder e influencia,
integrándose al tejido social japonés lo que dificulta el accionar de las
autoridades. Actualmente se encuentra dividida en veinticinco grandes clanes
que agrupan a unos tres mil kumi
–grupos- o ikka –familias- a cuyo
frente se encuentra un oyabun y
reúnen a ochenta y cinco mil kumi-in (miembros).
Los
veinticinco clanes son:
DENOMINACIÓN DEL CLAN
|
REGIÓN DE INFLUENCIA
|
Yamaguchi-gumi
|
Kobe
|
Inagawa-kai
|
Tokio
|
Sumiyoshi-kai
|
Tokio
|
Kudo-kai
|
Fukuoka
|
Kyokuryu-kai
|
Okinawa
|
Okinawa Kyokuryu-kai
|
Okinawa
|
Aizu-kotetsu-kai
|
Kioto
|
Yamano-kai
|
Kumamoto
|
Taishu-kai
|
Fukuoka
|
Kyokuto Sakuri Soke Rengokai
|
Shizuoka
|
Azuma-gumi
|
Osaka
|
Kokusui-kai
|
Tokio
|
Fukuhaku-kai
|
Fukuoka
|
Kyosei-kai
|
Hiroshima
|
Goda-ikka
|
Yamaguchi
|
Kozakura-ikka
|
Kagoshima
|
Asano-gumi
|
Okayama
|
Dojin-kai
|
Fukuoka
|
Shinwa-kai
|
Fukuoka
|
Soai-kai
|
Chiba
|
Kyodo-kai
|
Hirsohima
|
Sakaume-gumi
|
Osaka
|
Kyokuto-kai
|
Tokio
|
Matsuba-kai
|
Tokio
|
Nakano-kai
|
Osaka
|
No obstante,
tres grandes organizaciones perfectamente identificadas nuclean al setenta por
ciento de los yakuzas.
La poderosísima "Yamaguchi-gumi", cuyo
territorio es Kobe, región de Kansai integrada por unos 40.000 miembros y
especializada en la especulación bursátil e inmobiliaria con el nombre de “Corporación Yamaki”, se hizo
particularmente conocida por varios escándalos que abarcaron a los últimos
gobiernos japoneses. Esta organización es considerada por la Interpol como la
más violenta dentro del crimen organizado japonés. Según las autoridades
japonesas este clan tiene presencia en 43 de las 47 prefecturas del país.
La "Inagawa-kay", controla
la región de Kanto, con sede en Atami, a unos ochenta kilómetros de Tokio. Fue
fundada por Inagawa Yuko. Agrupa a unos 9.700 kimi-in (miembros), y esta presente
en 21 prefecturas.
La "Sumiyoshi-kay", cuya sede se
encuentra en la región de Kanto, Tokio, con base en el barrio de Akasaka. con
doce mil trescientos kumi-in, esta presente en 18 prefecturas del país. Sus negocios
tradicionales: extorsión, prostitución, tráfico de drogas y, en la última
década, el lavado de dinero.
El poder económico
de las tres principales ramas del "Yakuza"
es fabuloso: se estima que los ingresos globales anuales son del orden de los
10.000 millones de dólares
El gobierno
japonés calcula que, la "Yakuza"
en total involucra a unas 100.000
personas de las cuales un 15% son de origen coreano. En las últimas décadas la
Yakuza se ha dedicado especialmente a la especulación inmobiliaria y financiera
y a la legalización de activos financieros de dudoso origen, además de las
actividades delictivas tradicionales. Jake Adelstein, un periodista
estadounidense experto en el seguimiento de las actividades del crimen
organizado, estima que los yakuza controlan entre el tres y cuatro por ciento
del negocio de la construcción en Japón.
Aunque la “Yakuza” no ha alcanzado en sus
actividades la misma dispersión geográfica que las Triadas, en los últimos
años, varios gobiernos han expresado su preocupación por la expansión de la "Yakuza" a otros país de
la cuenca del Pacífico, particularmente los Estados Unidos -donde incrementaron
sus actividades a partir de la década de los años setenta, en especial en la
ciudad de Los Ángeles y el estado de California-, Australia y la región del
Sudeste Asiático.
Por último,
resulta de interés detallar algunos aspectos particulares de esta organización
criminal tal como las detalla Otin del Castillo. En el mundo de la yakuza, todo
gira alrededor de una peculiar relación de la cultura japonesa conocida como “oyabun - kobun” -condición de padre y condición de
hijo- El “Oyabun” presta
consejo, protección y ayuda, y recibe a cambio la firme lealtad y el servicio
de “kobun” siempre que lo
necesite.
Así lo explica Masatoshi
Kumagai, uno de los directores de la poderosa Inagawa-kai: “Todo se basa en la relación oyabum –kobun, o sea, maestro discípulo.
Es un concepto que apenas utilizan más que los yakuza, pero que antes regía la
sociedad tradicional, incluso las empresas. El clan de los yakuza es un calco del modelo familiar. Yo soy el
padre, y los miembros son mis hijos. Cuando un nuevo recluta termina su aprendizaje
y se convierte en miembro de pleno derecho, compartimos una copa de sake para
simbolizar los lazos que nos mantienen unidos. Me debe obediencia y yo le debo ayuda.
La ceremonia se llama sakazuki. En Tokio se practica menos que en provincias,
donde el rito se lleva a cabo siempre. Yo no la había celebrado con ninguno de
mis kobun hasta febrero de 2004, fecha en la que organicé una. Era más bien
para rendir homenaje a dos de mis hombres que habían pasado mucho tiempo
encarcelados. Pero hicimos una versión reducida de veinte minutos en lugar de
los noventa habituales.”[ii]
Para organizarlo
el oyabun recurrió a especialistas tekiya. Esa misma mañana el maestro de
ceremonias acudió a un templo sintoísta para bendecir el sake que se iba a
utilizar. También fue a comprar doradas al mercado de pescado de Tsukiji, el
más grande del mundo. Después preparó la sala y el pequeño altar sintoísta, y
los decoró, probó el sake y explicó la ceremonia que iban a protagonizar. Los
diálogos y las reglas son siempre los mismos. Los dos protagonistas –el oyabun
y el kobun- siguen el ritual de la ceremonia de rodillas y vestidos con kimono.
Se disponen los ingredientes (la copa de sake, el opescado, etc.) en una mesa
baja. Concluidos diversos aspectos del ritual (se colocan los pescados vientre
contra vientre, se llena la copa de sake con dos botellas distintas, etc.), el
oyabun moja los labios en la copa y los devuelve al maestro de ceremonias, que
le pregunta si puede rellenarla de sake. El jefe le contesta que lo haga hasta
el borde. Acto seguido el especialista la tiende al kobun y le indica que debe beberla
en tres tragos y medio. Este último lo lleva a cabo, y en el último trago apura
el líquido hasta la última gota. Solo falta que el maestro de ceremonias le
recuerde sus obligaciones ante su oyabun y su familia. Ahora ya es kobun.
Esta institución
es fiel reflejo de la familia tradicional japonesa de la sociedad feudal del
siglo XVIII, en la que la prepotencia del padre era incuestionable, y fue
heredada por la yakuza, a la que dotó de gran fuerza y cohesión, llegando
incluso a la devoción fanática del cabecilla. En la actualidad, y a pesar de la
evolución de los tiempos modernos, dicha relación continúa fomentando la
lealtad, la obediencia y la confianza, en una medida desconocida por otras
organizaciones criminales como la mafia italoamericana, exceptuando a los
parientes consanguíneos más próximos.
El organigrama de
una ikka o familia es el siguiente:
Kumicho: jefe de familia.
Kumicho daiko: subdirector o sustituto.
Kashira: número dos de la familia. Jefe de los wakashu (hermanos
menores).
Hunbocho: jefe de despacho o director general.
Sochikiincho: jefe de la organización responsable del territorio y de la
guerra.
Jimukyokucho: jefe del secretariado.
Kumi-in: miembros.
Jun-kosei-in: aprendices.
Todos los
integrantes del clan ingresan en la categoría de “Jun-kosei-in” y permanecen en esa jerarquía durante varios
años hasta que demuestran su absoluta fidelidad a la yakuza y a su “oyabun”. En un principio, los aprendices
realizan tareas domésticas, como atender a los huéspedes, el teléfono, cocinar,
hacer la limpieza, etc. Es muy frecuente que se obligue al aprendiz a llevar en
forma permanente un radiomensaje para ubicarlo en todo momento. No concurrir en
caso de una emergencia puede significar para el aprendiz ser sancionado con el “yubitsume”.
El jun-kosei-in
sólo adquiere su plena condición de yakuza después de haber dado muestras de
obediencia ciega y sacrificio personal, ofreciéndose incluso, si es necesario,
como falso culpable para evitar que el “oyabun” sea encarcelado. De hecho, prácticamente todos los
yakuza han pasado entre cinco y quince años de su vida en la cárcel, muchos de
ellos purgando crímenes que otros cometieron en cumplimiento de las ordenes de
su clan. Esta práctica dificulta que las autoridades puedan llegar hasta los “oyabunes”, quienes aunque son
claramente conocidos suelen carecer de antecedentes penales.
Si se intentase
determinar el “perfil” de un aprendiz de yakuza
podría decirse que posee escaso nivel educativo, se encuentra entre los
diecinueve y veinte años de edad y vive sólo al momento de incorporarse al
clan. Por lo general provienen de hogares destruidos y, una tercera parte, han
pasado por bandas juveniles. Su falta de preparación educativa los ha marginado
del altamente competitivo mercado laboral japonés y son la “carne de cañón” ideal para las
organizaciones criminales.
La yakuza también
suele incorporar a sus filas una tercera parte de inmigrantes chinos,
taiwaneses y coreanos, que sufren la marginación y xenofobia de la sociedad
japonesa. Para todos estos elementos marginados de la sociedad la yakuza
constituye muchas veces un canal -el único a su alcance- de ascenso social.
No puede
sorprender entonces que los miembros de la yakuza exhiban con ostentación y
fanatismo su pertenencia a la organización. Al punto tal que en los años
sesenta, cuando los yakuza comenzaron a arribar a Hawai, la policía podía
reconocerlos fácilmente por su manera arrogante de caminar, que contrastaba con
el andar del japonés corriente.
Demás está decir
que como todo miembro del crimen organizado, sea del país y origen étnico que
sea, adoran la ostentación, no pretenden ocultar su accionar o su presencia
sino intimidar a sus víctimas y eventuales oponentes, para ello eligen las
ropas costosas de marcas internacionales y los coches lujosos para mostrar sin recato su poder. Es decir, nada nuevo bajo el sol.
Los principios
fundamentales que rigen la vida del grupo, heredados de los antiguos “bakutos” y “tekiyas”, y que forman el sistema Sempai-kõhai, son los siguientes:
·
Nunca se revelarán los secretos de la sociedad.
·
Nunca se agraviará a la familia de otro miembro.
·
No se retendrá el dinero del grupo.
·
Se guardará obediencia a los superiores.
·
No se recurrirá nunca a la policía ni a la justicia.
Hasta no hace
muchos años también existía la prohibición del consumo y tráfico de drogas,
pero este principio “moral”
cedió paso a la poderosa atracción del dólar americano, ya que, como hemos
visto, actualmente esta actividad es uno de sus más lucrativos negocios.
Otros medios para
garantizar la cohesión del grupo son los ritos: el iniciático -ceremonia de
iniciación consistente en el intercambio de tazas de sake, para recibir a los
nuevos miembros- o el tatuaje, característico de los yakuza. Su uso se difundió
ampliamente en la época feudal, siendo en su origen una señal de castigo
impuesta por las autoridades a los delincuentes -por cada delito se tatuaba al
infractor un anillo de color negro alrededor de un brazo-, que tiene también su
vertiente honrosa; el método tradicional de tatuaje es muy doloroso y lleva
mucho tiempo, por ello el tatuaje corporal completo se convirtió en prueba de
fuerza, coraje, resistencia y virilidad que los yakuza adoptaron para demostrar
al mundo que poseen dichas cualidades.
Por otra parte, el
tatuaje corporal completo implica un compromiso de pertenencia con la
organización que prácticamente solo puede romper la muerte del individuo. Al
mismo tiempo, el tatuaje es una debilidad frente a las autoridades que pueden
constar de forma terminante la pertenencia de un individuo a la yakuza.
Curiosamente una
organización creada para violar las leyes de la comunidad ha decidido
organizarse conforme a un estricto código de conducta cuya violación puede ser
penada con mutilaciones e incluso con la muerte. Las penas que suelen aplicarse
por graves violaciones a las normas de la yakuza van desde el “yubitsume” a la expulsión o la
muerte.
El “yubitsume” es una ceremonia muy particular consistente en una mutilación
ritual que por su carácter cruento ha impresionado en Occidente haciendo de
ella un clásico -junto con los combates de artes marciales y con espadas- en
las obras cinematográficas y literarias que tratan el tema de crimen organizado
en Japón. Ampliamente reproducida en el cine y la literatura occidental.
En el “yubitsume”, se cercena la falange
superior del dedo meñique del transgresor. Antiguamente esta amputación iba más
allá del ritual y tenía propósitos concretos. El mutilado perdía firmeza al
empuñar la espada y por lo tanto se encontraba en inferioridad de condiciones
para el combate y se hacía más dependiente de la protección del clan.
Cuando el ritual
lo realiza el mismo transgresor con el propósito de disculpar una falla o error
cometido, el mismo envuelve la falange seccionada en un lienzo y la ofrece
solemnemente al líder del clan o “oyabun”.
Generalmente, éste la acepta, pues es considerado un acto muy honroso. Al punto
tal que aún en la actualidad muchos clanes conservan en un lugar destacado las
ofrendas recibidas por el “oyabun”.
Si el sujeto comete nuevas faltas, es posible que se le ampute la segunda falange del mismo dedo o la primera de otro. Este rito suele preceder a la expulsión y es el último castigo que impone el grupo.
CONCLUSIONES
- La yakuza es un
grupo criminal que actúa en forma semipública perfectamente adaptado a los
imperativos culturales y sociales de Japón.
- Los actuales yakuza han surgido de la combinación de distintos elementos marginales tales como los antiguos ronin (samurái sin daimyro), bakutos –jugadores- y teyikas –vendedores callejeros-.
- La yakuza se apoya
en valores, tradiciones y prácticas heredadas del Japón feudal en especial del
período Edo (1603 – 1868).
- La yakuza se basa
en la tradición sempai-kõai. La relación
del maestro con su aprendiz: oyabun – kobun. Una tradición similar al pacto de
vasallaje de la Europa Medieval.
- Está conformada
por 25 grandes clanes, que agrupan a unas 3.000 ikka –familias- integradas por
unos 100.000 miembros o kumi-in.